OcioZiencia 1.5

Imagen de Luc Hamill

Probablemente todos los seres orgánicos que hayan vivido nunca sobre esta tierra han descendido de alguna única forma primordial, a la que se infundió vida por primera vez...” (C. Darwin, El origen de las especies)

 

Como me lo han preguntado ya muchos, quiero aclarar que Luc Hamill es mi nombre artístico, y no porque sea artista. Es algo similar a lo de Henry Jones Jr, que se hacía llamar Indiana Jones y sólo era arqueólogo. Lo uso aproximadamente desde hace casi una década. Así me conoce mucha gente fuera y dentro de la red (sobre todo esto último). “¿El Luc Hamill es porque eres fan de Star Wars?” es la siguiente pregunta. Pues mira, me gusta Star Wars pero no va por eso. ¿Entonces? ¡No lo sé! Se me ocurrió. No sé qué significa, no sé nada.

 

(Pasa el tiempo, el silencio reina...)

 

 

Vale, revelo la fórmula:

 

 

He ahí la verdad. Tened en cuenta que por aquel entonces sólo tenía diecisiete añitos y jugaba mucho al Counter Strike. Ahora intentad olvidarlo.

 

Seguimos, o mejor dicho empezamos. En nuestro rincón favorito de Ciencia (¡al menos para mí!) si hemos sido capaces de hacer un pase de modelos atómicos ahora no podíamos obviar el aniversario de la publicación de una de las teorías más polémicas y famosas que existen. Como sabéis, nos estamos refiriendo a El origen de las especies, que no es una peli de Spielberg sino un libro escrito por Charles Darwin, ese entrañable abuelito del que luego diremos algo.

 

Me he animao definitivamente a hacer este artículo por dos cosas: una porque se lo merece, y otra porque hace poco estuve en una conferencia del gran José Adolfo de Azcárraga que iba sobre este tema. Es mi ídolo y yo su único fan, lo mismo que él es fan mío y yo su único ídolo (obsérvese que realmente no es lo mismo). No sé por qué acabamos hablando de baloncesto...

 

Para conocer la teoría de Darwin, mi primera indicación es que os hagáis con un ejemplar del libro (consta de unas 300 páginas, pero vale la pena). Si os hacéis con una de sus primeras ediciones, será la leche. Y ya si es en inglés, más que la leche, very well. Mi segunda y última indicación es que sólo se lea El origen de las especies si se tiene una cierta edad, como unos 17 ó 18 años, es decir, cuando estamos preparándonos para Selectividad, empezamos a ir a los gimnasios e ir a la playa con nuestros padres ya no es diver. Yo soy de los que creen que ciertos libros no se pueden leer a cualquier edad. A un niño de doce años no le puedes dar El Quijote, porque lo matas. Aunque tiene su gracia, no me vale una versión para niños desvirtuada estilo El Quijote y Sancho en su aventura espacial, las cosas o se hacen bien o no se hacen. Lo mismo pasa con El origen de las especies. Además, este libro habla del ser humano y su modo de actuar, por lo que creo que lo deberían leer hasta los politiquillos y jueces de este país para que se replanteasen algunas cositas que hacen.

 

 

¿De qué habla El origen de las especies, eing? Eing no, especies xD Pues habla de la Teoría de la Evolución. La evolución no es ninguna tontería, ni es algo que inventase Darwin, porque ya aparecía en escritos de Anaximandro por el siglo VI a.C. La pregunta que cabe hacerse es ¿qué es la evolución? Primero os doy la idea, y después la definimos en condiciones. Mirad, yo... soy el pastor que cuida del rebaño. Peeero, si una oveja se aleja, no iré a buscarla. Así le enseño a que se defienda de los lobos, a que sea autosuficiente. La evolución es la oveja con colmillos.

 

 

Entrando en detalles y siendo serios, la evolución es un proceso por el que las especies van cambiando (específicamente, sus genes) hasta llegar al punto en que de una especie surjan otras. Tal diversidad es una sólida base para la vida en la Tierra. Ya se sabe, de caer un asteroide, cuantas más formas de vida haya, más probable que alguna sobreviva (vaya esperanza). Casi seguro no seríamos nosotros los afortunados, pero bueno, al menos nosotros inventamos la Wii (vaya consuelo).

 

El concepto de evolución está muy unido a otro que se le ocurrió a Darwin: la selección natural. Con selección natural no estamos hablando de Casillas, Iniesta y demás que nos dieron la Eurocopa, sino de un mecanismo por el que algunos seres se reproducen dando a la población unas características que las ayuda a sobrevivir.

 

 

De aquí sacamos quizás la información más reveladora de la Teoría de la Evolución. La explico con un ejemplo. Todos hemos ido alguna vez al zoo, ¿no? Allí hay jirafas, por lo general. La gente cuando ve una jirafa y piensa en su evolución, piensa que tienen el cuello largo fruto del esfuerzo que ese animal ha hecho en el pasado para llegar a comer de las copas de los árboles. Pero es que la gente ve demasiada televisión... El cuello largo es fruto de la selección natural, es decir, cierta jirafa nació con esa característica y resultó beneficiosa. Así, al pasarla a sus descendientes cada vez había más jirafas con el cuello largo hasta que al ginal todas acabaron así, además de Caponata. Luego la frase “las jirafas tienen el cuello largo porque se alimentan de las hojas de los árboles (que es lo que diría un naturalista como el francés Lamarck) no es correcta. La buena sería “las jirafas se alimentan de las hojas de los árboles porque tienen el cuello largo. Y así con todos los animales, exceptuando a la Hormiga Atómica. A resumidas cuentas, el cuello largo es la causa, no la consecuencia.

 

No sé por qué, a mí el tema de la evolución siempre me recuerda a los Globetrotters. Qué misterio la mente, eh. También de peque creía que las arañas sólo tenían dos ojos (como muchos, supongo). En esa época veía mucho He-Man. Recuerdo que en Navidad me regalaron la araña grande que usaba Skeletor como tanque de batalla y, cuando me la encendieron y ví que empezó a andar sola, me asusté y me subí al sofá ^^

 

Retomando lo de las jirafas y sus cuellos, cada uno de estos hereditarios cambios que se hacen permanentes es una mutación. No obstante, basta ver las Tortugas Ninja para darse cuenta de que no toda mutación tiene como resultado una mejor adaptación. Esto suele ser en pocas ocasiones, lo mismo que el que sean nefastas. Normalmente las mutaciones son neutras, y da lo mismo tenerla que no para sobrevivir. En cualquier caso, la selección natural se encarga de ir quitando las mutaciones negativas. Al final, las especies acaban compitiendo unas con otras, definiendo una cadena alimenticia en cuya cima, según mi criterio, no está el hombre, sino el virus de la gripe. Mucho gripe aviar, porcina y vacas locas, pero ahí a lo callado la gripe de toda la vida mata unas 500.000 personas al año, y nadie deja de entrar en los McDonalds por eso, ¿no? El virus de la gripe es invencible, lo que yo os diga. La humanidad se salva porque inexplicablemente el virus se retira. Nadie sabe qué le pasa, si es que le entra sueño, le llaman a comer o hay una virus que le tira los tejos, pero nos da una tregua. Este rollo lo he soltado sin venir a cuento porque tenía ganas de decir en algún sitio que el virus de la gripe es la auténtica especie dominante del planeta, y resulta que por ahora aquí me dejan decir lo que me salga del... Y la prueba es esta: las niñas son tontas. ¿Veis? Ni me censuran ni nada. ¿Pasan de mí? No, en realidad es un halago: me temen.

 

Toca la parte grasiosa del artículo, si es que tiene alguna que lo sea más que el resto, quiero decir. Decía, si en una especie empiezan a aumentar las mutaciones negativas, dicha especie habrá caído en una involución que, lo más probable, es que le lleve a la extinción si no espabila. Viendo a ejemplares como Bush, uno se plantea esto para la humanidad y, ciertamente, quizás sea un bien para la Tierra. En este sentido, y lo digo muy en serio, cuando alguien muere de forma estúpida sin dejar descendencia, a ese alguien se la da un Premio Darwin en agradecimiento por librar al resto de la humanidad de su polvorón, aumentando con ello las posibilidades de nuestra supervivencia.

 

Como se ve, este Premio Darwin suele ser un premio póstumo (pues el premiado está muerto) y otorgado a gente joven (por aquello de no haber tenido hijos). Sé que el historial de estos trofeos os da morbo, por eso os citaré algunos ganadores interesantes:

 

  • Un joven suizo que cayó desde un balcón durante una competición de escupitajos. El chaval tomó carrerilla para escupir más lejos que nadie, pero al llegar al balcón perdió el equilibrio y se dio el paellazo.

 

  • Un sacerdote que intentó volar atado a mil globos de cumpleaños llenos de helio. El hombre llevaba un transmisor y un GPS, pero las baterías del transmisor se le acabaron pronto porque olvidó cargarlo la noche anterior, y en cuanto al GPS... nunca aprendió a usarlo. Patético. De hecho, en su última comunicación decía que no sabía cómo se usaba. Dos meses después de su “despegue” fue hallado su cuerpo en alta mar.

 

  • Un joven americano se ahogó en una piscina mientras competía con sus amigos para ver quién contenía la respiración bajo agua más tiempo. El tío ganó con creces.

 

Mención especial merece el hombre que intentó suicidarse tragándose píldoras de nitroglicerina y luego trató de detonarlas chocándose con una pared, o la mujer que intentó abrir un aerosol utilizando un destornillador.

 

 

Pero si hay que hablar de un protagonista en esta entrega, ése es Charles Darwin, un naturalista inglés aficionado a la cocina que, con sólo dieciséis años (edad a la que yo escuchaba Aerosmith), ingresó en la Universidad. Más tarde se embarcaría en el navío de la Marina Real Británica HMS Beagle, que zarpó un 27 de diciembre fun fun fun. Según se dice, en la travesía Darwin recogió tantas muestras de plantas y animales que los demás se preguntaban si se había propuesto hundir el barco. Además, hay otra anécdota que no se sabe si le pasó a Darwin o a los colonos ingleses, pero es verídica. Pasó que al llegar a Oceanía y ver esas enormes ratas que iban a saltos y tenían una bolsa donde llevaban crías, Darwin (o los colonizadores, en su defecto) preguntó a un aborigen cómo se llamaban esos animales. El nativo respondió “kangoroo” (de donde deriva canguro) y así se quedó. Pero la verdad es que en el idioma del aborigen “kangoroo” significaba “no lo sé”.

 

 

Otros datos de (des)interés que sólo encontraréis en OcioZiencia pueden ser que Darwin inventó la típica silla de oficinista cuando puso ruedecitas a la suya, o que antes de casarse tomó una hoja y puso a un lado las ventajas y al otro los inconvenientes de contraer matrimonio. Por ejemplo, en ventajas puso “con una mujer no estaré solo”, y en inconvenientes agregó “pero un perro también hace compañía”, o “tendré menos dinero y tiempo para los libros”. Totalmente verídico (y por si acaso, no soy machista).

 

En fin, ya un poco más serios (por una vez), pocas figuras se han trastocado tanto como la de Darwin. Para empezar, Charles consideraba iguales a todas las razas (de jovencito fue amigo de un negrito esclavo) y respetaba todas las creencias (su mujer era creyente y él agnóstico). Tampoco dijo nunca que el hombre descendiera del mono (aunque se le ridiculizó por ello), esa idea surgió de entre sus lectores.

 

 

Como reconocimiento a su obra se le sepultó en la Abadía de Westminster, cerca de John Herschel (astrónomo al igual que papá William Herschel, el que descubrió Urano, ¿le recuerdan de nuestro Especial?) e Isaac Newton (con éste sobran los comentarios). Bueno, en realidad no todo Darwin está enterrado. En el Museo de Historia Natural de Londres hay un sobrecito con pelos de su barba.

 

 

Algo más que comentar es que la Teoría de la Evolución habla de la adaptación de los seres, del desarrollo de la vida, pero no habla del origen de la vida. Una pena, pero así es. De la historia olvidada de la vida se ignora mucho, pero se sabe que todos los organismos tienen ciertas características en común que vienen a decir que provienen de un mismo “ancestro”. Actualmente la Teoría de la Evolución que se maneja se basa en los trabajos de Darwin junto a los avances hechos en Genética, recibiendo el nombre de Neodarwinismo. Muy cool.

 

 

Aquí lo dejamos por hoy pero, antes de despedirnos, nada menos que tres cosillas. La primera es que no se me han olvidado las cuestiones que me dejásteis en el artículo 1.4. Tendrán su respuesta en el siguiente número, I promise. La segunda es la resolución de la paradoja puesta en el número anterior. Decía que si el espacio fuese infinito y tuviese infinitas estrellas, en cualquier punto del cielo habría una estrella. ¿Por qué entonces el cielo de noche no es tan brillante como el Sol? Bueno, esta es La paradoja de Olbers, por su autor, el filósofo Heinrich Olbers. Y la respuesta es... ¿qué más dá? ¡¡¡LoL!!! No, vale, vamos a pensarlo.

 

Una primera idea puede ser suponer que quizás no hay infinitas estrellas, pero eso no vale, negar la hipótesis no soluciona la paradoja sino que la ignora. Es una paradoja, no un contraejemplo, no podemos afirmar que, como el espacio no reluce como los chorros del oro, tiene que haber pocas estrellas. Otra tentativa sería decir que el espacio no es tan brillante como el Sol porque contiene “algo” que difumina la luz. Pero en ese caso por la primera ley de la termodinámica (la energía debe conservarse) ese “algo” se calentaría como el cristal de una bombilla que siempre está encendida, con lo que se acabaría encendiendo para iluminar el cielo, cosa que de noche obviamente no pasa. Igualmente, ese “algo” debería estar siempre oscureciendo el Sol como un día nublado, y tampoco es así. Tentativa fallida.

 

Pensemos ahora que se debe a que la distribución de las estrellas es irregular. Pues nuevamente fallamos por el principio cosmológico que supone homegeneidad e isotropía a gran escala en el cosmos. Vamos, que el cosmos parece el mismo desde cualquier sitio desde el que lo miremos. Uf, otro intento fallido. Antes de que agote vuestra paciencia, vamos con la solución.

 

La clave está en que el espacio no es infinito y no siempre ha sido igual. El quid es que el cosmos es joven, por lo que las estrellas no han estado encendidas por siempre... ¡la luz no ha tenido tiempo de llegarnos! El cosmos que vemos no es el que hay, es el que había. Algunas estrellas están tan lejanas que la luz nos llega con mucho retraso, hasta el punto de que vemos “encendidas” estrellas que ya están “apagadas”, y al revés. Mi alegría es que creo que habéis acertado todos, así que mmm, no sé, así que vosotros también debéis estar contentos xD

 

Vamos con la tercerca y última cosilla. En realidad no viene al caso, pero ya es hora de soltarla. A propósito de una tontería que puse en un artículo de al parecer hace un año (cómo pasa el tiempo), el amigo Querubin Raziel el 3 de Junio de 2008 (según mis antiguas anotaciones ahora halladas) me rechistó que los matemáticos no son malas personas. Hey, Querubin, ¡que sólo era una broma! ¿De verdad crees que no los conozco? Chico, yo soy matemático ;)

 

 

Sí, soy matemático. Estudio teoría de Lie, en una universidad muy bonita, al igual que la ciudad donde está… y juego al tenis en primavera. En la calle, cuando contaba a qué me dedicaba la gente decía “pues sí, le va”, pero aquí… nadie lo advierte, así que debo de cambiar mucho en la red. A veces me pregunto si realmente cambio tanto a como soy en persona. Si me reconoceré cuando al pasar los años vuelva a ojear estos artículos. Y si seré capaz de acordarme de días como el de hoy...

 

Pero bueno, ya puestos, que se caiga el telón. Señores, sin nosotros el resto de científicos no son nada, y lo saben. Llevamos siglos, milenios, manejando la humanidad desde las sombras. Somos el secreto mejor guardado del universo (y yo lo estoy desvelando ahora sin cobrar ni una portada de Interviú). Las guerras de Troya, la dinastía Ming, los evangelios apócrifos, la llegada a las Américas, a la Luna, el Santo Grial, los aerolitos... siempre éramos nosotros. Y ahora, el Gran Colisionador de Hadrones.

 

Tras leer todo esto, si no estás temblando puede ser por dos cosas:

 

  1. – No has entendido nada.

  2. – Eres Dan Brown y te frotas las manos porque ya tienes nueva novela.

 

Y os digo más, voy a romper una lanza a favor de los matemáticos, pero no sobre sus cabezas. Contrariamente a lo que se piensa, un matemático es una persona (a pesar de todo les queda una parte humana... eh, Querubín, esto también es broma) muy útil. En Jurassic Park todos los personajes estaban maravillados con los dinosaurios. ¿Quién daba por saco? El matemático. ¿Al final quién llevaba razón? El matemático. ¿Y quién era lo mejor de la peli? El matemático, sin duda. ¿Y quién sacaba las castañas al resto en Cube? La matemática. ¿Y quién se atragantó con los calamares en Esfera? El matemático... Ejem, de todos ellos, el matemático llevado al cine con más veracidad es el de Jurassic Park. Creedme, era un tío que no se hacía ilusiones con nada, que lucía un humor sarcástico y que siempre acababa teniendo razón.

 

 

Bueno, ¿y por qué me dedico a las Matemáticas? Mmm, ¿por Danica? Vale, en serio. ¿Y por qué no? Siempre que me han hecho esa pregunta he respondido con frases originales y aplastantes, pero esta vez usaré una frase de nuestro añorado y exageradamente prolífico (unos 1.500 artículos matemáticos en su haber) y excéntrico Paul Erdös:

 

“¿Por qué son bonitas las Matemáticas? Es como preguntar por qué la Novena Sinfonía de Beethoven es bonita. Si no ves por qué, nadie podrá decírtelo. Yo sé que las Matemáticas son bonitas. Si no son bonitas, nada lo es”.

 

Ahí estamos. Ahora mi sueño es que me contraten para dar el visto bueno a un zoológico o una granja de pollos, para hacer fotos con ji, ji, ja, ja hasta que alguien desconecte la alambrada y entonces lleguen las carreras.

 

 

Y, ojo al dato, soy matemático, pero no soy solamente matemático. Os lo digo porque al saberlo alguna gente se cree que ya cumplo con todos los clichés. No creo que las personas se puedan etiquetar por lo que hagan, ni que se puedan definir en cuatro palabras, como piden los test. Mirad, un elefante tiene orejas grandes, y trompa, y cuatro patas, y es mamífero, y tiene colmillos... pero si cojemos unos colmillos, dos orejas grandes, cuatro patas y demás, nada de eso nos da un elefante. Ni siquiera a Dumbo. Y ni siquiera en nuestro universo dos clones son iguales. No somos exclusivamente la información que contienen nuestros genes, ni lo que hacemos con nuestra vida, ni lo que pensamos que somos. También somos nuestras experiencias acumuladas, nuestra percepción de cuanto nos rodea. Nuestros sentimientos, nuestros recuerdos, nuestra rabia, nuestros deseos, temores e ideales. Esas cosas son propias e intransferibles de cada uno. Eso es lo que mola, y lo que nos ayuda a avanzar como civilización.

 

Enraizando con este artículo y con póstumas preguntas que os solté en anteriores, es posible que el cosmos albergue otros seres inteligentes. Pero Darwin nos lo ha dejado clarito: no serán seres humanos. Los humanos sólo están aquí, sólo en la Tierra. Sin duda, somos una especie singular. Cada uno de nosotros es especial, así que en el día de hoy recuérdalo antes de irte a la camita:

 

Tienes algo que te hace únic@

 

 

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Patapalo
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Magnífica entrega, compañero. Me lo he pasado genial leyéndola y, he de confesar, había algunas anécdotas que no conocía. (Otras sí, pero las cuentas muy bien :-)

Me ha surgido una duda al terminar -se ve que tengo memoria de pez-, y es sobre la evolución convergente y los extraterrestes. Según entiendo, la evolución convergente es lo que hace que dos especies de ramas evolutivas distintas presenten adaptaciones parecidas a pesar de tener un fondo distinto (por ejemplo, tiburones y delfines).

Si hubiera vida extreterrestre de la complejidad de, digamos, los mamíferos, ¿es más probable que sean similares a especies terraqueas o cabe esperar que sean de lo más variopinto? En ciencia ficción se han explorado ambas opciones, pero uno tiene la impresión de que son más exigencias del guión -o del equipo de efectos especiales- que otra cosa...

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Kivan13
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Me gustan tus textos tio, sigue asi.

por cierto lo he estado pensando y puede q la razon por la q no nos lega la luz de las estrellas sea q ya q damos por hecho q existen infinidad de estrellas en un universo infinito, tambien existiran infinidad de ostaculos q impidan a la luz llegar hasta nosotros, incluso la mota mas minuscula a la distancia adecuada puede ocultar una estrella

no existe la inocencia solo diferentes grados de culpabilidad...

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