De vuelta a la arena
Una visión más sobre el Episodio VII de Star Wars con spoilers
En realidad no va a haber muchos, o eso voy a intentar, pero creo que esta es una película que merece la pena ver si ninguna idea preconcebida, sobre todo si ya se conoce la saga, así que mejor no fastidiemos a nadie.
El despertar de la fuerza es una vuelta al origen de la franquicia de StarWars, tanto a nivel estético como a nivel argumental. Lo primero es, a mi parecer, un acierto evidente: retoma el sabor de lo que fue la trilogía original con algunos elementos decadentes que apuntan un tono acertado para esta tercera fase: los cementerios de naves espaciales son impresionantes, la estética de los nuevos soldados de asalto convence y nos devuelve los ecos de la II Guerra Mundial, incluso los alienígenas tienen ese saborcillo de marioneta que, paradójicamente, facilita la suspensión de la incredulidad. Las innovaciones también funcionan: aunque personalmente no comulgue con la elección del actor para el nuevo señor oscuro (uno tenía que haber para que esto sea StarWars), el diseño templario creo que es un acierto bien afinado con la melodía de réquiem que lleva la película.
Por el contrario, la fidelidad argumental es uno de los puntos flacos de la película precisamente por haberse ceñido demasiado al guión. Este es el apartado en el que menos riesgos se han corrido y, aunque es una mejora respecto a los atragantados guiones de la segunda trilogía, no culmina todas las expectativas. La estructura narrativa es demasiado similar a la de Una nueva esperanza, en exceso canónica, cuando, sin duda, se podría haber acelerado algo más la historia.
Sí que consigue resolver con acierto las escenas clave, incluido ese duelo crepuscular en la pasarela que también es un clásico de la franquicia, pero le ha faltado un punto de osadía. Curiosamente, sí que hay un buen puñado de elementos que, a mí por lo menos, me inclinan a pensar que la trilogía va en la buena dirección y va a ir ganando enteros. En primer lugar, el reparto de personajes, con su protagonista en cabeza, y el modo en el que se reacomodan a medida que avanza la historia. En segundo lugar, la vuelta a un enfoque más místico de la fuerza, algo que habían banalizado de un modo espeluznante en la que, para más inri, debería haber sido la trilogía jedi por excelencia. En tercer lugar, el desarrollo, menos informativo y más abierto, menos rígido, dispuesto a que el espectador cree por sí mismo y encuentre sus propias respuestas, imagine sus mundos.
Me llama la atención que esto haya sido uno de los elementos que más inquina haya suscitado: la falta de explicaciones racionales. A estas alturas es sorprendente que haya quien vea StarWars como ciencia ficción cuando es la space opera de fantasía por excelencia. Todo ese regreso al misticismo que tan bien cristaliza al cierre es la clave para que la maquinaria de imaginación desbordada vuelva a funcionar. O, al menos, esa impresión tengo.
Finalmente, creo que otro de los elementos que va en la buena dirección, aunque tendrá que terminar de librarse de lastre, es el de los guiños. La segunda trilogía se atascó continuamente por esa obsesión por meter más y más cosas de la primera. Aquí no solo han obviado este asunto dejando fuera de cuadro a unos cuantos personajes, sino que incluso han osado quitarse de en medio los que tenían que quitarse. Una emancipación era necesaria.
Por eso, quizás, me hubiera gustado que esta vuelta al ruedo no hubiera pasado necesariamente por una vuelta a la arena. En el infinito universo de StarWars no todo puede circular en torno a Tatoonie o su gemelo de nueva generación, sobre todo a día de hoy, donde los efectos especiales no son un impedimento. Hubiera bastado con que ese desierto fuera de otro color para quitarse un trozo más de piel vieja. En cualquier caso, la serpiente se está desperezando con su nueva muda de un modo más que prometedor.
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