Devoradores de cadáveres
Reseña de la novela de Michael Crichton en la que se basó la película “El guerrero número trece”
A Michael Crichton se le conoce, principalmente, por el invento de “Parque Jurásico”, aunque, según he podido comprobar con esta novela, tiene otros trabajos igualmente interesantes. Confieso que la compré porque la película “El guerrero número trece”, basada en esta obra, me había encantado. Vaya esto por delante para que quede claro mi criterio.
Este inciso es importante para que nadie se lleve a engaño: “Devoradores de cadáveres” es una novela de aventuras sin más pretensiones. En ella encontraremos acción, personajes fáciles de seguir pero sin una profundidad apabullante, escenarios históricos estirados para adaptarse a la narración y una prosa sin muchas florituras.
Es curioso que, a pesar de lo anteriormente dicho, el libro se presenta como un diario, quizá en un guiño a Drácula de Bram Stoker, y que la historia se basa en el poema épico escandinavo Beowulf. Por supuesto, la adaptación es más que libre, y en ella se incluye quizá el elemento más arriesgado, una cosa que, no sé por qué, me da la impresión de que es muy “Crichton”.
Como si fuera una hipótesis de Ciencia Ficción más bien blanda, el autor postula que nuestros extintos primos hermanos prehistóricos (los hombres de Neanderthal, si no me equivoco) podrían haber sobrevivido hasta la Edad Media en territorios aislados del norte de Europa, que era su hábitat predilecto en la época en que hollaron la tierra.
Este punto argumental, que según apunta el epílogo del libro fue, en gran parte, el motivo que llevó a Crichton a escribir la novela, es prácticamente irrelevante en la trama. A pesar de ello, qué duda cabe, constituye uno de los elementos que hacen de esta novela un buen entretenimiento, porque, a fin de cuentas, uno no se divierte únicamente con las historias que se le cuenta, sino con todo lo que las adorna, aunque esté fuera de la novela propiamente dicha.
Autor
John Michael Crichton nació en Chicago (Estados Unidos) en 1942 y estudió medicina en Harvard.
Ha sido autor de numerosas novelas, bajo su nombre o con los seudónimos de John Lange y Jeffrey Hudson: “Odds On” (1966), “Scratch One” (1966), “A Case of Need” (1968), “Zero Cool” (1969), “La amenaza andrómeda” (1969), “El hombre terminal” (1972), “El gran robo del tren” (1975), “Devoradores de cadáveres” (1976), “Congo” (1980), “Esfera” (1987), “Parque Jurásico” (1990), “Sol naciente” (1992), “Acoso” (1993), “El mundo perdido” (1995), “Punto crítico” (1996), “Rescate en el tiempo” (1999), “Presa” (2002) y “Estado de miedo” (2004).
También ha escrito ensayos, guiones cinematográficos, libros de viajes, y ha llegado incluso a ejercer de director de cine en “Almas de metal” (1973), “Coma” (1978) y “Contra toda ley” (1989). También participó en la creación de la serie de televisión “Urgencias”.
Sinopsis
Un escriba árabe se embarca en una peculiar aventura con un grupo de vikingos, una experiencia que le llevará hasta los recónditos fiordos en el extremo norte del mundo
Edición
Devoradores de cadáveres
Michael Crichton
Plaza & Janés, 1995
Cartoné
Otras ediciones
Círculo de lectores, geltex 2000
Plaza & Janés, rústica 1999
Salvat, rústica 1988
Ultramar, rústica 1983
Conclusión
Soy de esas personas que intentan no olvidar que la literatura es, en gran medida, entretenimiento. Quizá fuera por ello que disfruté con “Devoradores de cadáveres”. Hasta cierto punto, era como leer un National Geographic con alguna teoría peregrina y un hilo argumental (o una recreación “histórica” larga) de unos vikingos embarcándose en aventuras.
La gracia con la que el autor maneja estos elementos, la prosa ligera del libro, que lo convierte en una lectura ideal para una tarde de relax, y lo sugerente del escenario lo grabaron en mi memoria como un buen libro de entretenimiento ligero. Muy recomendable para los amantes de las aventuras poco quisquillosos con la CiFi.
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De todos los libros de Michael Crichton que devoré en mi preadolescencia (que fueron casi todos), éste es de los pocos que recuerdo con cierta simpatía. Quizás porque en el resto (a excepción de El gran robo del tren) lo que predominaba era un afán por contar de forma plomiza (y casi sin enmascararlo en la trama) el aluvión de datos que había recopilado para la redacción de la novela de turno. Verbigracia, Parque Jurásico y las disquisiciones sobre ingeniería genética, Sol Naciente y la invasión en Occidente de los grandes conglomerados empresariales japoneses, Acoso y la industria informática...