Diabluras comiqueras
El diablo... un personaje tan sugerente tenía que dejar una honda impronta en el mundo del cómic. Y ésa es la que rescato ahora de mi memoria, la que sus caprichos han hecho quedar como la más vívida en mi imaginario.
Así que no esperéis que os hable de Hellboys ni de enemigos jurados de Constantine. En este viaje al pasado los demonios que vamos a encontrar son mucho más extraños... y desconocidos, al menos para algunos.
El primero con el que me topé fue uno pedagógico, aunque no por ello menos terrible (la educación de la época no contemplaba los traumas infantiles) y venía de la mano de nada menos que de un santo: Don Bosco. Hablo de una miniserie de cómics que tenía mi padre en la que los jóvenes al cuidado del cura italiano se veían tentados en los sueños de éste por todo tipo de diabólicas -nunca mejor dicho- triquiñuelas. Recuerdo con especial pavor “Los tres lazos”, una suerte de trampa invisible con la que el maligno atrapaba a los “inocentes” jovencitos (no lo serían tanto, pues eran lazos de malos pensamientos y otros vicios) incluso durante las misas. A los escritores de terror todavía les queda un largo camino antes de igualar a algunos textos de la Iglesia, y quien no me crea que le eche una ojeada -si lo encuentra- al número del elefante satánico -y la terrible escabechina que organiza- o al de las puertas del Infierno. Que Don Bosco se despertara con la mano quemada tras tocarlas en sueños sólo hace que aumentar la inquietud. En las páginas de estas historietas no se habla de fantasía...
Más amable -gracias a Dios- fue mi encuentro con El vecino de abajo, una simpática tira cómica al estilo de 13 Rue del Percebe en el que los habitantes del sótano eran nada menos que unos diablillos con sus cuernos, sus tridentes y sus marmitas para cocinar a fuego lento a los pecadores. No recuerdo demasiado de los argumentos, y me temo que la traza internáutica es muy muy ténue. Lástima, tendré que sumergirme en los armarios de casa en busca de alguna de las historietas que aparecían, de vez en cuando, en Mortadelos y similares.
Por aquella misma época, es decir, para cuando ya huroneábamos por armarios en busca de lecturas no del todo lícitas, descubrimos una que nos marcaría, tanto a mí como a mi hermano, para siempre. Hablo de Satán vuelve a la tierra, una de las más memorables historias del incombustible Inspector Dan, ambientada en las rocambolescas catacumbas de Orly -que no tienen nada que ver, en principio, con el aeropuerto parisino-. Se trata de un diablo en mallas al más puro estilo Daredevil, con una perilla a lo Lenin y unos zapatos dignos del príncipe de Beukelaer, pero que aun así daba un miedo atroz. El irregular dibujo de la serie o sus incomprensibles y repetitivos textos (¡por san Patricio!) no nos evitaron ni una sola pesadilla por las noches, cortesía de las cabezas cortadas fluorescentes, los estranguladores encapuchados simiescos y los nichos repletos de huesos normandos.
Después de estos encuentros primerizos con el Maligno todavía nos quedaron ganas -por increíble que parezca- de seguir leyendo cómics protagonizados por Pedro Botero, aunque la huella que nos dejaron ha sido menor, supongo que porque todo se ve con otros ojos a ciertas edades. No obstante, antes de cerrar el artículo, me gustaría comentar brevemente otro cómic diabólico, aunque por otro motivo: me devolvió la fe en uno de mis personajes preferidos, Superlópez.
El Infierno es un cómic que retoma en gran medida, aunque algo más verderol que diría mi hermana, las aventuras de este mítico personaje con su sabor original. De nuevo lo vemos sumergido en una aventura absurda que lo va llevando a escenarios cada vez más exóticos y sorprendentes avanzando como buenamente puede con sus superpoderes. Con momentos memorables y mucha consistencia, deja claro que a los cómics de Jan les viene bien beber de la cultura que tiene el autor, como ya pasara con La caja de Pandora. Desde luego, Jan se convierte en un guía tan bueno para ver el Infierno como el propio Dante.
Y hasta aquí mi incursión al pasado nostálgico para recuperar obras que, como veis, son más curiosas que magistrales, aunque sin duda muy interesantes para el que le gusten los temas diabólicos... o los cómics.
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