La civilización gala
Reseña del libro de Renée Grimaud publicado por Editions Ouest-France
En su colección Poche Histoire, Editions Ouest-France nos presenta la obra de Renée Grimaud La civilitation gauloise (La civilización gala). Se trata de una obra de divulgación pensada para ser accesible al gran público pero que, al mismo tiempo, se muestra muy completa, al menos como panorámica. Parte de la premisa de que entre el público lector francés —me atrevería a extenderlo a todo el público aficionado a las aventuras de Asterix— han arraigado unas ideas sobre los galos que no responden a la realidad histórica en muchos casos.
Así, toca dejar al pueblo guerrero y pendenciero que nos ha legado la imaginería popular —con anacronismos como el de los menhires, que ya se habían dejado de fabricar en la época de los celtas— para descubrir una cultura basada en la riqueza agrícola y ganadera propia de la zona, que se complementó con un floreciente comercio en determinadas rutas fluviales. Sin perder de vista que las evidencias arqueológicas e históricas no permiten todavía trazar un cuadro preciso e inmutable, el autor nos explica quiénes eran en realidad los druidas, cómo se organizaba social y gubernamentalmente las diferentes tribus, qué tipo de arquitectura tenían, cuáles eran los principales pueblos, cuáles eran sus industrias más reputadas, qué diferencias había entre los celtas de los norte y los del sur, qué interacciones hubo con otros pueblos, las deidades a las que adoraban y el modo en el que lo hacían, qué manufacturas dominaban, con qué productos comerciaban y un largo etcétera.
Obviamente, en sus algo más de cien páginas no da tiempo a profundizar en todos estos aspectos, pero Renée Grimaud se muestra hábil a la hora de abordarlos. Da explicaciones generales e incluye ejemplos que permiten tanto fijar las ideas como descubrir una serie de anécdotas de lo más interesante, desde la afición por el vino de los galos a su gran habilidad a la hora de fabricar esmaltes pasando por los motivos por los que sus vestimentas resultaban tan llamativas e incluso populares en Roma. Su estilo de escritura es sencillo pero preciso, y consigue recrear de un modo sencillo un cuadro general tan vívido como apasionante.
La edición, reforzando esta vocación divulgativa, incluye como apéndice una serie de direcciones en las cuales se pueden visitar yacimientos y museos centrados en esta época por todo el territorio francés. En definitiva, un trabajo completo, en el que tan solo se puede echar en falta más material gráfico —tan solo hay un mapa y algunos diagrama, dibujos o fotografías hubieran venido bien—, que permite acercar a los lectores la realidad histórica —hasta donde se conoce— de este pueblo emblemático sin dejar de lado el rigor.
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