La espada salvaje de Conan: La hija del mago del mar
Reseña del cuadragésimo noveno tomo de la reedición de Planeta DeAgostini
Llegados a este nivel de la colección, era inevitable que los guionistas buscaran nuevas vueltas de tuerca para mantener el interés de las tramas. Es un elemento bastante evidente en las tres historias que nos presenta este tomo de la reedición de Planeta DeAgostini y que, si bien presentan algunas aristas, funcionan bien en conjunto dentro de la continuidad del concepto de La espada salvaje de Conan.
Empezamos con La maldición de los inmutables, que cuenta con guión de Jim Owsley y lápices y entintado de Mike Docherty y Fraja Bator, quienes se muestran eficaces y profesionales. La historia incluye conceptos interesantes como el de una caravana que no ha de detenerse jamás o la existencia de círculos de magos que conspiran entre ellos para escalar posiciones en la pirámide del poder, y el desarrollo es eficaz, gracias a una trama no lineal donde se ven diferentes intereses cruzados. El punto cuestionable es el papel de Conan en todo esto, que denota algunas fallas en el conocimiento del guionista del trasfondo de la Era Hiboria, ya que no solo el líder de la secta de asesinos que ejerce de guardaespaldas, un supuesto amigo de infancia de Conan, es un cimerio, sino que además tiene conocimientos de brujería que no parecen molestar demasiado a nuestro bárbaro. Una historia entretenida que seguramente no debería haber sido protagonizada por el personaje creado por Robert E. Howard.
A continuación, La hija del mago del mar, que cuenta con un guión de Don Kraar a partir de un argumento de Gary Kwapisz (quien se encarga también del apartado gráfico), encaja mucho mejor con el personaje, aunque las referencias mitológicas sean inventadas y vengan inspiradas de otras culturas y, en el fondo, sea una historia de piratas clásica. El desarrollo, aun a pesar de su dejes ochenteros, tanto en los peinados como en algunas puestas en escena, funciona muy bien y quizás el aspecto más cuestionable sean las proporciones de algunos barcos y personajes. Tengo la impresión de que Kwapisz en ocasiones muestra más potencial como narrador que como dibujante. Don Kraar, por el contrario, muestra de nuevo una gran solidez en su trabajo.
La última historia, que queda en sus manos, se titula El otoño de la hechicera y cuenta con el arte de Mike Docherty y Fraja Bator, de nuevo, en el apartado gráfico. A mi parecer es la más sólida del conjunto, a pesar de que su base es más propia de un relato de caballerías, como apunta el propio arranque, donde Conan, quien sabe por qué, termina haciendo de adalid de una doncella en apuros en la caballeresca Brythunia, y asumiendo el papel de campeón dentro de un juicio por las armas. Una trama de herencias, de disputas entre nobles, acusaciones de brujería y duelos varios amenizan una narrativa donde la única gran cuestión es ¿cómo tarda tanto tiempo Conan en darse cuenta de lo que se cuece?
En definitiva, La espada salvaje de Conan: La hija del mago del mar es una buena compilación de historias del género donde cabe plantearse por qué los artistas que participaban en la colección no sacaban un poco más de tiempo para echar un vistazo al material original dejado por Robert E. Howard.
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