La espada salvaje de Conan: La isla de los salvajes
Reseña del cuadragésimo tercer tomo de la reedición de Planeta DeAgostini
En este nuevo volumen recopilatorio de Planeta DeAgostini disfrutamos de un cambio de timón en cuanto a guiones se refiere: Larry Yakata, a quien habíamos descubierto con la particular En busca del altar de Luma, se encarga de las dos historietas principales (en ninguna de las cuales se busca el famoso altar).
En la primera, El enigma del Demuzaar, nos muestra ya sus intenciones de hacer cosas distintas con el bárbaro y con la estructura narrativa de sus historias. Nos encontramos con un Conan amnésico que unirá su destino a un viejo y su sobrina enferma, apenas una niña. De su mano y tras algunas vicisitudes, llegará a la corte de un monarca quien, descubriremos, está intentando utilizarlo para obtener cierto objeto mágico y el tesoro que lo acompaña.
Más allá del absurdo de que un rey quiera cobrar la recompensa por capturar un forajido, la historia está bien montada y el desarrollo es sorprendente y original. La utilización de demonios da un toque de horror peculiar pero que funciona bien, aunque el desenlace resulte algo precipitado. Es, en cualquier caso, un soplo de aire fresco en muchos aspectos. Además, el apartado gráfico de Rudy Nebres está muy conseguido y la portada de Steve Hickman es impresionante. Lástima que no la hayan reproducido para la cubierta del tomo; la especie de guerrero del caos de Joe Jusko es menos impresionante y sugerente.
El interludio de Don Kraar, titulado El peaje, sigue en la línea macabro humorística del autor, quien aprovecha el episodio banal de cruzar una frontera para una buena (y sangrienta) reyerta. Los dibujos de Andy Kubert son peculiares y la especie de hombres simiescos que nos presenta no terminan de encajar con el escenario, pero se disfruta.
La isla de los salvaje, la tercera historia de Larry Yakata, nos confirma que ha venido a hacer cosas diferentes. Se trata de una especie de transposición de la explotación de las américas, quizás de los indios amazónicos, por la estética que les da Val Mayerik, donde se utiliza a Conan y un amigo para explorar una ruta para explotar riquezas sin fin encarnadas en ríos de oro (literales). Algo así como un cruce entre La odisea y la búsqueda de Eldorado. La aventura no solo implicará enfrentarse a criaturas monstruosas, sino que terminará en un sórdido asunto de esclavismo (un tema ya tocado en la historieta precedente) que llevará a Conan a organizar una revuelta.
La narrativa está algo hipertrofiada y se le ven algunas aristas, sobre todo en cuanto a la presentación de Conan, que resulta algo inocentón, pero la temática le da más profundidad a la historia y promete maneras. El apartado gráfico tampoco es extraordinario, pero sí correcto, lo que deja una sensación global satisfactoria.
Como cierre, El señor del castillo (que es la historia que inspira la portada) nos presenta de la mano de Craig Anderson, con dibujo de Henri Bismuth y Rudy Nebres, una simpática historia de temores por apariencias infundados y explotación de gentes ignorantes que se cierra de un modo circular no exento de un acertado humor negro.
En conjunto, La espada salvaje de Conan: La isla de los salvajes es un tomo que nos saca de la rutina con buena mano. Se agradece el cambio de tono y la búsqueda de nuevos horizontes, los cuales no se alcanzan todavía con maestría, pero sí apuntan en direcciones interesantes.
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