La espada salvaje de Conan: Los ojos de G'Barr Rjinn
Reseña del trigésimo noveno tomo de la reedición de Planeta DeAgostini
En este nuevo volumen de la reedición de Planeta DeAgostini Michael Fleisher retoma las riendas de la colección y lo hace revisitando personajes ya explotados en historias precedentes. De algún modo, da la impresión de querer consolidar sus propias aportaciones a la Era Hiboria, una sensación que se acentúa si se tiene en cuenta que además las dos historias del volumen se encuentran (de algún modo) concatenadas.
La primera, Contienda de sangre, sería la continuación directa de El pájaro de diamante desde un punto de vista cronológico. Conan se encuentra buscando nuevos horizontes bien acompañado por Jessica que se ha convertido en toda una amazona cuando es arrestado por su pasado como pirata. La única baza que le queda para recuperar su libertad: hacer de mensajero a través del ejército que asedia la ciudad para obtener refuerzos para sus captores, una idea algo rocambolesca que se justifica por el interés que cierto capitán de la guardia muestra por su joven acompañante.
Entre medio, el incombustible capitán baracho Bor'aqh Sharaq es resucitado / liberado de su cristalización mágica por un casual volcán en erupción y decide ir tras la pista de Conan para ver si lo mata o pierde otro trozo de su cuerpo en el proceso. Como se ve, es una historia sin medida en su planteamiento, pero, al mismo tiempo, bien resuelta en las distancias cortas, con buenas coreografías de combate ilustradas por un solvente (aunque cuestionable en los cuellos) Dave Simons e interacciones conseguidas entre el reparto.
Siguiendo esta línea de un modo igualmente abracadabrante tenemos Los ojos de G'Bharr Rjinn, que no solo muestra la extraña afición de Michael Fleisher por mezclar nombres impronunciables con otros totalmente impropios (alguien debería haberle dicho que llamar Manolo a un personaje de espada y brujería puede hacer peligrar la suspensión de la incredulidad del lector), sino también su querencia por el exceso sin finalidad aparente.
Aquí Bor'aqh Sharaq, que no ha recibido bastante, se mete en la cabeza acabar con Conan utilizando unas gemas mágicas que son, en realidad, dos ojos hechizados, uno para congelar, otro para achicharrar. Para ello cuenta con la ayuda de otra vieja conocida del cimerio, Cuervo de las Nieves, a quien ya vimos en La noche de la rata, y que es el personaje más conseguido del número por su capacidad de moverse entre dos aguas. Una trama complicada de un modo gratuito pero bien manejada de salvamentos, robos, intentos de asesinatos, triángulos amorosos y duelos terminará como corresponde: dejando la puerta abierta a más baracho para números siguientes.
Esta segunda historia cuenta con un apartado gráfico muy logrado de la mano de Rudy Nebres, que consigue dotar de dinamismo, erotismo y exotismo a las páginas de una historia que, globalmente, funciona bien a pesar de su planteamiento. En conjunto, son dos historias con un estilo muy Fleisher, quien se permite crear su propio imaginario, discutible, sin duda, pero sólido.
Como cierre, Profunda devoción nos presenta un cambio de ritmo y estética total. La historia de Alan Rowlands es muy sencilla y eficaz, y además está bien imbricada con el universo del cimerio: este, junto con Belit, se encuentra abordando un navío de sacerdotes de Ishtar, quienes sorprenderán con sus tretas y dobleces al sencillo bárbaro. El apartado gráfico, a cuenta de Tony Salmons, es sorprendentemente dinámico y limpio, lo que genera sentimientos encontrados según la perspectiva: a veces desangelado, a veces muy eficaz para transmitir la acción.
En conjunto, La espada salvaje de Conan: Los ojos de G'Barr Rjinn es una lectura entretenida que funciona bien, con las curiosas ambiciones de Michael Fleisher de fondo para dar empaque a la colección.
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