La espada salvaje de Conan: La noche de la rata
Reseña del trigésimo tercer tomo de la reedición de Planeta DeAgostini
Da la impresión de que en esta nueva entrega de La espada salvaje de Conan el guionista, Michael Fleisher, se encuentra en periodo de readaptación a un nuevo formato con más páginas. Aunque la receta de las historias bárbaras está más que dominada y, quizás, demasiado masticada, nos encontramos con que las historias son algo menos compactas que en otras ocasiones, como si hubieran decidido meter algo de material de relleno. No es algo que perturbe excesivamente la sensación general, pero sí da la impresión de que falta un cierto pulido.
Arrancamos con Los enanos de la muerte de Estigia, rocambolesco título que presenta una no menos rocambolesca historia ilustrada por Val Mayerik y entintada por Vince Colletta con un gran dinamismo pero, quizás, no con la elegancia de las proporciones que veremos en la siguiente historia. El arranque es muy sugerente (Conan náufrago, vengándose y rescatando a la damisela en apuros) pero innecesario para todo lo que se presenta después: una intriga palaciega en la que Conan se verá mezclado y que tiene como principal ingrediente a un brujo capaz de hacer viajes astrales para poseer el cuerpo de otras personas. Este elemento es lo que da enjundia a una trama de equívocos sencilla pero con potencial y que se ve complementada por los famosos enanos del título.
Este es un punto algo extravagante y que no tiene, en principio, mayor relevancia en la historia, pero que acaba tomando un peso extraordinario y que afea algo el conjunto al poner el dedo en la llaga: si bien Michael Fleisher a estas alturas debería conocer bien la Era Hiboria, quizás por falta de entendimiento con el ilustrador nos presenta una Estigia que parece más bien una ciudad estado bananera, lo que desluce el conjunto. El cierre en falso de la trama no ayuda a dejar el mejor sabor de boca posible.
La segunda historia, La noche de la rata, donde contamos con John Buscema y Ernie Chan a los lápices, es harina de otro costal, y no solo porque el apartado gráfico sea de mayor calidad. La trama es más compacta y refleja bien las rencillas entre dos bandas de saqueadores, la capitaneada por Conan y la de su antagonista, la carismática Cuervo de las Nieves. Aunque hay algunos giros argumentales algo alambicados y escenas de ejecución que parecen sacadas de El capitán Trueno, la narración funciona bien y coge buen ritmo.
De nuevo, no obstante, tenemos un exceso de elementos en el escenario, como la famosa celebración de la noche de la rata (que en realidad llega como a destiempo), la draconiana tradición de las dos opciones y el monstruo final, pero, de alguna manera, Michael Fleisher se las apaña para empaquetarlo de un modo más convincente.
Como cierre, un poema ilustrado de Alan Zelenetz con ilustraciones de Ron Wilson y Dave Simons, una curiosidad tanto por lo arcaico de la rima elegida, que deja una sensación algo impostada, como por las épicas ilustraciones a página completa.
En conjunto, La espada salvaje de Conan: La noche de la rata es un tomo irregular pero que consigue mantener la calidad, muestra tanto de las señales de fatiga de la colección (o quizás del guionista) como de las sólidas bases establecidas estos años.
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