El napoleón del crimen
Reseña de la biografía de Adam Worth realizada por Ben Macintyre
El napoleón del crimen (Le napoléon du crime : Adam Worth 1844 – 1902 en la edición de Éditions de Fallois que he podido leer) es una biografía de uno de los mayores delincuentes del siglo XIX. A pesar de haber caído en el olvido para gran parte del público, este hombre es considerado una posible fuente de inspiración del gran antagonista de Sherlock Holmes, el profesor James Moriarty creado por Arthur Conan Doyle, tanto por lo increíble de algunos de sus delitos como por el aura misteriosa que lo rodeaba.
Hay que precisar, ya de entrada, que era un hombre contrario a la violencia (de ahí que más que crímenes cometiera delitos), con una impresionante red de contactos y subalternos que le permitió establecer un auténtico imperio al margen de la ley, y que fue capaz de impresionantes robos, como el que le haría más famoso: la sustracción el retrato de Georgiana, la duquesa de Devonshire, realizado por Thomas Gainsborough. Son elementos que explican la fascinación que suscita el personaje.
Con tal material entre manos, es evidente que la obra de Ben Macintyre tenía muchas bazas para resultar entretenida e interesante, y lo es: resulta particularmente evocador el retrato del mundo del crimen del siglo XIX desde una perspectiva no literaria (aunque hasta cierto punto, sí romanesca). Los garitos, las salas de juego, los especialistas en diferentes disciplinas (como la apertura de cajas fuertes o los falsificadores), los matones, los ladrones de guante blanco... Hay elementos muy sugerentes que el libro permite comprender mejor y que nos suelen llegar distorsionados por artes como el cine o la literatura.
Uno en particular ocupa bastantes páginas y, sin duda, tiene su aquel: la agencia de detectives Pinkerton. Ben Macintyre, quizás tentado por el aspecto romántico, termina por deducir una relación casi de camaradería entre el veterano fundador de la agencia y el impenitente ladrón, a quien también atribuye un carácter extraordinario y, sin duda, idealizado. Hay que reconocer que con los elementos que se conocen de su biografía, es una opción más que tentadora pero que fía el interés de la obra más al sensacionalismo que al rigor historiográfico. Nada que objetar por mi parte, en cualquier caso.
Aceptado este pacto narrativo (porque la biografía bascula en cierto modo hacia la narrativa), su lectura resulta muy entretenida y satisfactoria, sobre todo cuando nos interesa descubrir los entresijos de la vida en la época al margen de los corsés sociales y los límites de la ley. Resulta curioso conocer las relaciones personales, las maniobras realizadas para intentar llevar una vida más o menos normal o las motivaciones para realizar determinados “golpes”. Hay pasajes muy bien documentados que permiten reconstruir con mucho acierto y viveza momentos de la azarosa existencia de Adam Worth.
Como punto cuestionable está el peso que termina tomando el asunto del cuadro robado dentro de la obra, como si la propia (y probable) obsesión de Worth con la pintura hubiera contagiado al autor de la biografía, lo que ralentiza el ritmo con, tal vez, excesivas conjeturas.
En cualquier caso, globalmente la lectura resulta muy entretenida y es una visión del siglo XIX muy original y atípica, así como la reivindicación de un personaje único que no es excesivamente conocido, lo cual resulta sorprendente dada su trayectoria. Recomendable para quienes estén interesados por el mundo del hampa decimonónico.
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