La Llaga
Reseña de la segunda entrega de La Rueda del Tiempo de Robert Jordan
Después del inicio pausado de Desde Dos Ríos, la primera novela de la serie La Rueda del Tiempo, en La Llaga continuamos con la misma tónica. Desde luego, el concepto novela-río con muchos personajes a los que se va a ir desarrollando con calma está aquí explorado a conciencia. De nuevo, tenemos también una novela muy canónica dentro de lo que es el género, aunque con algunas pinceladas propias.
Los diferentes protagonistas se van a ir caracterizando a través de una serie de dones o particularidades que definirán, en apariencia, sus roles y su lugar dentro de una saga que ya en estos primeros dos libros se intuye más que amplia. Son algo más que arquetipos, porque parecen encarnar piezas clave dentro de un tablero muy amplio, cósmico incluso. Así, van descubriendo poderes sobrenaturales, como el de la licantropía, o afinidades con unos u otros bandos dentro de los que configuran el escenario. En este sentido, quizás hay un deje casi juvenil, o más bien ingenuo, dentro del planteamiento, una búsqueda de que el lector identifique con facilidad a cada uno de los personajes dentro de la historia.
Un aspecto de gran importancia en esta novela es el viaje. Este es un hilo argumental muy común en la literatura fantástica y ha sido explotado con particular acierto por maestros como J.R.R. Tolkien. Personalmente, encuentro que es una de las bazas más interesantes en La Llaga: no solo permite ir descubriendo los escenarios al mismo tiempo que evolucionan los personajes, en un paralelismo más que evidente, sino que también da lugar a escenas coloridas en tabernas, campamentos o incluso en el mero desplazarse por un país desconocido tanto para los protagonistas como para el lector.
En esta segunda entrega van apareciendo personajes todavía más misteriosos, como el Hombre Verde, que se puede interpretar con un simbolismo casi ecologista (dentro de la idea del equilibrio del mundo) y lugares fascinantes como esos pasos sitos en dimensiones paralelas. En conjunto, aun restando dentro de conceptos muy canónicos, La Rueda del Tiempo de Robert Jordan va mostrando un carácter original a lo hora de encajar las piezas para mostrar su propio mosaico.
De esta manera, La Llaga es una continuación coherente de Desde Dos Ríos que satisfará a quienes disfrutaron con la primera entrega. Sin duda, una lectura algo pausada en cuanto a ritmo en comparación con las nuevas tendencias de la fantasía épica, pero que puede resultar un agradable remanso en el que relajarse.
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