Sentido y sensibilidad y monstruos marinos
Reseña de la novela de Jane Austen remodelada por Ben H. Winters y publicada por Umbriel
Me encanta Sentido y senbilidad y, en general, la narrativa de Jane Austen. Más allá de la magnífica experiencia de disfrutar de los escenarios del siglo XIX que nos presenta con particular agudeza y en primera persona, lo que más me fascina de su trabajo es la fineza a la hora de hacer el retrato de los personajes, algo a lo que contribuyen, a mi parecer, dos elementos: la precisión de los diálogos y su sentido del humor, elegante y descarnado al mismo tiempo.
Es por eso que, como escritor y editor de terror, abordé con curiosidad y mucha desconfianza Sentido y sensibilidad y monstruos marinos. La idea tenía su gracia, claro, pero también podía ser un cóctel banal y de poco interés. Tras la lectura de la novela, yo diría que tiene ambas facetas.
La novela de Ben H. Winters (porque al final es suya: por mucho que esté calcada en muchos aspectos a la original, prosa y estructura incluidas, es una obra lo suficientemente distinta como para no condenar a la pobre Jane Austen a firmarla) sigue el desarrollo cronológico de la novela original y con los mismos personajes. La gran diferencia es que el escenario no es la Inglaterra histórica, sino una en la que, por un extraño evento que es imposible no ligar con el horror cósmico de H.P. Lovecraft, el mundo está plagado de terribles monstruos marinos que mantienen en jaque a la humanidad, como civilización terrestre y no acuática. Esto afecta particularmente al Imperio británico, claro, porque se mete en terribles aventuras para mantener comunicadas las posesiones de ultramar e, incluso, ha llegado a crear ciudades submarinas, que no son más que el reflejo sarcástico del positivismo tecnológico propio del siglo XIX.
De esta manera, los personajes originales están adaptados al nuevo escenario también. Algunos, como el coronel Brandon, que luce terribles tentáculos en el rostro, de un modo extremo. La mayoría, de un modo más humano, pero no por ello menos histriónico: los matrimonios de conveniencia se han convertido en mujeres secuestradas de tribus del Pacífico, las aristócratas que han perdido su estatus no solo racionan la pensión, sino que se dedican a recoger moluscos y pescar con arpón y los pasatiempos a los que dedican su tiempo libre son cantar canciones marineras y tallar madera de pecios.
Toda esta tramoya esperpéntica, que funcionará aún mejor en formato cómic o cinematográfico (aunque la novela incluye algunas ilustraciones de Eugene Smith), no es más que una manera de acrecentar la crítica social que ya hizo la propia Jane Austen en su época. Es decir, la segunda capa de parodia actualiza, en cierto modo, una crítica que algunos lectores han pasado por alto, a día de hoy, en la obra original. En este sentido, tiene un valor humorístico por exceso que funciona bien en algunos momentos, aunque resulta difícil mantenerlo a lo largo de toda la trama, que es larga, y termina siendo reiterativo.
El segundo problema es ese: que la trama es larga y, para algunos, como yo mismo, ya muy conocida. En ese sentido, pierde interés a medida que el mecanismo de exceso tentacular ha quedado establecido. Porque Sentido y sensibilidad y monstruos marinos no va mucho más allá de lo expuesto. Sí, hay algunas escenas y diálogos que resultan particularmente divertidos, pero no grandes sorpresas a lo largo de la novela. De esta manera, si se disfrutan los primeros capítulos y se tiene paciencia, la novela funcionará.
Con estos elementos, la propuesta de Ben H. Winters resulta más ingeniosa que sólida en el desarrollo. Personalmente, creo que debería haber ahondado en las pistas interesantes de hibridar la historia original con una trama de terror más consistente. Pero, claro, esa es solo una opinión personal.
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