Matrix
Reseña de la mítica película de las hermanas Wachowski
Hace veinte años de su estreno, que se dice pronto, y tan solo unos días desde que tuve la posibilidad de volver a verla, ya con perspectiva, de enfrentarme a ese fantasma de las navidades muy muy pasadas que son las películas que has visto marcar tu juventud; lo hice con la excusa de redescubrirla con mi hijo mayor, con cierto temor. Me embargaba la desconfianza, claro, porque entre los ecos del pasado quedaba la sensación de adrenalina, de apasionamiento, de sorpresa y disfrute mezclada con el miedo de que aquella ensalada de hackers, gafas de sol, largos chaquetones de cuero y tiroteos ralentizados hasta el infinito hubiera envejecido peor que mal.
Bueno, se puede decir sin miedo, Matrix todavía mola. Es una gran película, sin duda. Los efectos especiales, si bien ya se han superado en muchos aspectos, son lo bastante sólidos como para no interferir en la trama ni deslucirla. Sí es cierto que la estética es muy de la época, pero también está lo suficientemente bien calada en el conjunto para que mantenga un tono más curioso que hortera. No será lo que seduzca a las nuevas generaciones, pero tampoco les impedirá sumirse en la trama, en la historia y la intrahistoria.
El guión, desde un punto de vista estético, es impecable. Sí, es cierto que la idea de utilizar seres humanos como baterías con semejante despliegue de medios es más bien peregrino y fácilmente cuestionable, pero no es lo importante: las cuestiones planteadas son dos, y van por derroteros bien distintos.
El primero, bien evidente y bien claro, es nuestra relación con el entorno. En ese sentido, sigue estando de actualidad y las imágenes del mundo real son lo suficientemente claras como para no necesitar ahondar en la cuestión. Es algo que hemos visto mil veces en otros clásicos del género, mundos apocalípticos creados por nuestra propia mala cabeza y esa obsesión por creernos, erróneamente, el centro del universo. Por ese lado, la película no nos aportaba nada nuevo, pero lo planteaba, qué duda cabe, con el suficiente acierto.
El segundo, que es el que más calado dio a Matrix en su día (hasta el punto que la historia de la píldora roja y la píldora azul han entrado en nuestro imaginario colectivo) es el de la relación con la realidad. Sin llegar a las profundidades de otras obras de ciencia ficción que plantean cuestiones escalofriantes sobre la disociación del cuerpo, la consciencia y la mente, puso en el candelero algo que todavía estaba en pañales en el '99 y que a día de hoy es una realidad palpable. Los jóvenes, es evidente, están ultraconectados, se relacionan casi más a través de dispositivos electrónicos, a través de sistemas virtuales, que en persona. Basta darse una vuelta por mi instituto. Si el mundo imaginado en Matrix era una marcianada prospectiva de informáticos, a día de hoy ha salido de la madriguera del conejo blanco y está llamando a nuestra puerta.
En ese sentido, la temática es de gran actualidad, y me temo que muchos optarían por reintegrarse en la matriz aunque no les prometan las mejores vidas del mundo. Resulta curioso ver cómo los desfases que se puedan encontrar en el filme (como las referencias budistas o a magos/prestidigitadores) obedecen más a que había que explicarnos algo antes de tiempo que a que las ideas centrales se hayan quedado obsoletas.
Sin duda, Matrix ha envejecido bien y muestra que sí, se adelantó a su tiempo (aunque no desde el punto de vista vestimentario), lo que merece que se la considere un clásico del género. Para nostálgicos, sin duda, y también, comprobado, para nuevas generaciones.
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