Ajedrez a tres bandas
Una versión del clásico juego de estrategia que lo cambia todo
Estas navidades tuve la oportunidad de nuevo de jugar al ajedrez a tres bandas, un buen momento para dedicar un artículo a un juego que, lo reconozco, me apasiona. No soy un gran jugador de ajedrez tradicional y, a diferencia de mi hijo, nunca he contado con un profesor propiamente dicho. No obstante, en mi familia nos gustaba echar casi todas las noches una partida o dos, siempre con movimientos rápidos y más buscando la reacción del contrario que una auténtica estrategia que considerara varios movimientos. Es por ello que, seguramente, habrá matices que se me escaparán de esta curiosa versión para tres jugadores.
Para empezar hay que aclarar que los movimientos de las piezas son los mismos y que las confusiones solo se generan en el centro del tablero, en los puntos de intersección de las tres bandas. No son excesivas: basta con recurrir a los colores (blanco y negro) de las casillas para solventar la mayor parte de las dudas... lo que no evitará que demos pasos en falso. En cualquier caso, los rudimentos están al alcance de cualquiera que haya jugado al ajedrez normal.
Otra historia son las estrategias. Lo primero que descubres es que las inercias del ajedrez clásico pueden resultar traidoras. Por un lado, porque existen posibilidades insospechadas, como las de proteger tus piezas con las amenazas de otro jugador. Luego, porque toda la dinámica de juego cambia: es más importante mantenerse fuerte que debilitar al contrario, no ya porque sean dos, sino porque si uno se vuelve demasiado débil, tienes que asegurarte que eres tú el que da el golpe de gracia o perderás la partida, así que más te vale tener la posición predominante. Los jaques y jaques mate cambian también considerablemente, puesto que te puedes apoyar en el juego del tercero y, además, estás obligado a contar con su turno intermedio, con el que puede frustrar tu victoria salvando temporalmente al otro jugador.
Todo esto hace, a mi parecer, que el ajedrez a tres bandas permita explorar otro aspecto de los juegos de guerra que en la versión original del ajedrez no se tiene en cuenta. Aquí no tenemos un enfrentamiento idealizado entre dos bandos perfectamente equilibrados en un terreno de juego neutral, sino que el campo de batalla va a presentar necesariamente una asimetría desde el mismo despliegue y el equilibrio se rompe ya de partida por las propias acciones de los jugadores. Entra en juego un elemento ajeno también al ajedrez propiamente dicho: la interacción a tres bandas crea alianzas tácticas y obliga a confiar en los actos de los otros jugadores con una profundidad poco habitual. En cierta manera, es como contar con un servicio diplomático que no solo puede resultar traicionero (algo esperable), sino que de por sí es poco fiable.
Seguramente, el ajedrez a tres bandas no es muy canónico por muchos motivos, pero encuentro que aprovecha muy bien la mecánica de juego del clásico para explorar nuevas posibilidades tácticas muy entretenidas y desafiantes.
- Inicie sesión para enviar comentarios