La brújula del universo
Reseña de la novela de Mario de los Santos publicada por Pregunta
Situada en la poco frecuentada frontera entre la gamberrada apocalíptica y la ciencia ficción fantasmagórica, La brújula del universo es una novela dinámica, irreverente y llena de sorpresas. Arranca con un argumento tan inesperado como peregrino: en un futuro cercano, un investigador antropológico, dedicado al folclore aragonés y en concreto a su música popular, descubre una jota escrita nada menos que en francés y durante los Sitios de Zaragoza realizados por las tropas napoleónicas. Si el descubrimiento en sí es extraño, más lo serán sus consecuencias: la lectura de la susodicha jota provoca un solapamiento entre planos de existencia que, además de anunciar una catástrofe inminente, combina en una suerte de fantasmagoría histórica la realidad de finales del siglo XXI con la de principios del siglo XIX.
Como se ve, la trama y el concepto de base son originales a más no poder y apuntan ya un toque humorístico y desenfadado que, efectivamente, será el imperante durante la novela. Mario de los Santos nos narra, en realidad, una tragedia cósmica aderezada con pinceladas de amor romántico pero con un tono ligero, burlón, implacable con unos personajes que no son otra cosa que el ser humano ordinario anclado en su rutina y sus poco épicas circunstancias. El contraste entre las dos realidades no es meramente histórico, sino también de concepción: el gris del oficinista en un mundo ordenado, asfixiante y banal se confronta al horror y la sinrazón de un conflicto enconado y carnicero. Sin idealizaciones, pero con un poso de romanticismo, el autor juega con acierto con la inapropiada e insólita interacción entre ambas realidades. El trabajo realizado con los personajes, que van adquiriendo cuerpo en su amplia mayoría a medida que avanza la historia, es remarcable.
Además de por su tono y por el propio argumento, La brújula del universo llama la atención por el escenario, que recuerda a joyas de la ghost story como Una ciudad asediada. Sin excesos, el mapa geográfico de Zaragoza actúa como un personaje más: a través de la extraña simbiosis entre presente y futuro, el lector del presente puede descubrir aspectos de la ciudad que no conocía o dotarlos de un valor emocional muy interesante. De algún modo, Mario de los Santos consigue llevar de un modo crudo el drama histórico a las tripas del lector contemporáneo. Es en este ámbito donde, a mi parecer, la novela logra sus mayores aciertos, gracias, en buena medida, a las anécdotas y a cómo se hilvanan estas con los personajes. Es el terreno de las emociones en la realidad dislocada que se nos presenta el más fértil de la obra.
La faceta de ciencia ficción, terminada la lectura, es más bien accesoria: un detonante inteligente y osado que permite hilar toda la trama con la excusa de la teoría de cuerdas. De la misma manera, el cierre, si bien sólido y equilibrado, no deja tan boquiabierto como el planteamiento o el escenario en sí. La brújula del universo puede decepcionar al lector si espera un trabajo de relojero o una solidez en el trasfondo que, a todas luces, no es el objetivo de la obra. Personalmente, creo que el autor quería hablar de lo que se esconde en el ser humano más allá de épocas y coyunturas, desubicando con cierta maldad y alevosía a sus personajes, y en ese sentido la novela funciona a las mil maravillas: no solo consigue momentos tragicómicos, llenos de humor y escenas rocambolescas, sino también instantes delicados, llenos de fragilidad, épica y emoción, que sorprenden en una entramado que es, a todas luces y en el mejor sentido del término, disparatado. Como una jota en francés capaz de provocar el fin del mundo, claro.
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