La espada salvaje de Conan: En busca de la Corona Cobra
Reseña de la décimo cuarta entrega de la reedición de Planeta DeAgostini
Este volumen se podría presentar casi como una novela gráfica o, al menos, las tres primeras cuartas partes de la misma (bautizadas como El sueño de sangre, En busca de la Corona Cobra y El árbol devorador de Gamburu): la última entrega aparece en el siguiente volumen. No en vano, se trata de una adaptación de la novela Conan el bucanero de L. Sprague de Camp y Lin Carter con guión de Roy Thomas e ilustraciones de John Buscema y Tony de Zúñiga.
Aunque no se trata de material estrictamente original del cimerio, se engarza a la perfección con las historias terminadas de Robert E. Howard y, además, por su extensión, tiene una riqueza y una complejidad que la hacen muy interesante. La trama nos presenta a un Conan ligado a la corte zíngara. Como consecuencia de las inevitables conspiraciones en esta (con hechiceros de por medio, cómo no), el bárbaro se ve involucrado en una persecución marina y, a medida que se va complicando la historia, en la exploración de vestigios de épocas remotas, rescates de damiselas en apuros (aunque algo atípicas), confrontaciones con civilizaciones perdidas (en este caso, amazonas) y toda la panoplia de elementos propios del género de espada y brujería.
En ese sentido, la historia es, además de rica, muy equilibrada: hay luchas, hay romance, hay conspiraciones, hay monstruos y escapadas en el último instante, hay proezas de fuerza y estrategia que muestra que el cimerio es más que mero músculo, hay objetos encantados y maldiciones milenarias... En definitiva, hay de todo lo que se puede esperar en un relato de este tipo y, además, con la calma suficiente para disfrutarlo en su justa medida.
Por otro lado, Sprague de Camp y Carter se esfuerzan por rescatar elementos de otras historias de Conan y, así, darle aún más coherencia al conjunto. Este trabajo permite, entre otras cosas, tener un reparto de secundarios de excepción, entre los que se cuenta uno de los magos más emblemáticos de la época: Thoth Amon. Este uso de material precedente no solo da más solidez al escenario, sino que también evita esa sensación de saturación por acumulación de otras historias. Con su uso mesurado y elegante se transmite una mayor fuerza narrativa.
El apartado gráfico es también sobresaliente. Buscema y de Zúñiga llevan ya mucho rodaje con la serie y no solo han conseguido imprimirle un sello estético propio, sino que se siguen superando a la hora de plasmar los escenarios. El factor exótico es crucial en este tipo de aventuras, donde es necesario compartir la sensación de viaje de los protagonistas, y los dibujantes lo resuelven a las mil maravillas.
En este sentido hay que señalar también el erotismo subyacente de la trama. La espada salvaje de Conan fue una cabecera que pudo sacudirse la obligada (e incongruente) mojigatería de Conan el bárbaro, y aquí podemos disfrutar del calor, las pieles desnudas y el salvajismo primario que fue un ingrediente clave del personaje. El choque con las convenciones sociales de la princesa zíngara está muy bien explotado.
Así, queda un arco argumental francamente memorable: una lectura muy recomendable para todos los amantes del género y una magnífica adaptación del trabajo original.
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