El color de la magia
Reseña de la primera obra del Mundodisco de Terry Pratchett
El color de la magia se podría considerar la concatenación de cuatro novelas cortas que comparten personaje o una novela en sí misma. En cualquiera de los dos casos, es la presentación del característico humor medieval fantástico de Terry Pratchett, de su Mundodisco, en definitivas cuentas.
En la primera parte, El color de la magia propiamente dicho, un extraño turista llega a la populosa Ankh-Morpork dispuesto a gastarse toneladas de oro en lo que él denomina curiosidades pintorescas de la ciudad. Con un mago particularmente torpe como guía, se va metiendo en los líos que cabe esperar cuando se lleva mucho dinero encima y se tiene poca prudencia. La trama se ríe a partes iguales de esos turistas ingenuos y (por muy bien predispuestos que estén) algo prepotentes y de los tópicos de los mundos de fantasía épica. El detonante nos hace pensar a esos dignatarios africanos que en sus visitas a la Meca, en la Edad Media, hacían bajar el precio del oro de tantos regalos que portaban... solo que desde una óptica más contemporánea y socarrona.
Esta primera novela corta empalma directamente con La emisión de Ocho. El turista y su desafortunado guía (así como su equipaje viviente) siguen siendo los protagonistas, pero el enfoque cambia por completo. Aquí encontramos ecos evidentes de la espada brujería de Robert E. Howard (y por supuesto a bárbaros capaces de enfrentarse al horror cósmico palpitante de rigor). La historia, aparte de mezclar con acierto la tensión siniestra y el humor, permite dar algunas indicaciones más sobre el origen de la magia en el Mundodisco. Toda una gozada para los que hemos crecido con tebeos de Conan y, a mi parecer, la mejor narración del libro.
A continuación, El señuelo del Wyrm ahonda en algo que ya apuntaba la anterior historia: la mitología de Michael Moorcock sobre dioses que juegan al ajedrez con peones heroicos (que ya estaba presente en algunos péplums como Jasón y los Argonautas), equilibrios cósmicos y civilizaciones perdidas cuyos dignatarios montan en dragones. De nuevo estamos en el registro de la espada y brujería (siempre humorística) y sorprende particularmente la capacidad de asombrar, de estimular la fantasía, que despliega el autor. Está claro, a estas alturas, que no se trata tan solo de reírse del género, sino de cultivarlo al mismo tiempo.
El cierre, titulado Cerca del Borde, es ya apoteósico. Por un lado por el escenario peregrino que se monta y que tan bien encaja con toda la mitología del Mundodisco que se nos había dejado entrever, algo que le da carácter propio más allá de los guiños. La idea de un océano que desborda continuamente por el borde del caparazón es fantástica, pero más todavía lo es el desarrollo de la civilización que viviría en unas condiciones semejantes, cultos y avances científicos incluidos. A destacar también cómo el autor consigue que la historia concluya con acierto cuando ya parecía que no se podía hacer más y que estaba todo sentenciado.
Vista como una obra conjunta, El color de la magia es un simpático ejercicio de referencias en el que Terry Pratchett muestra tanto su vasto conocimiento del género fantástico en todas sus vertientes como un gran ingenio a la hora de sacarle punta de un modo tan divertido como ingenioso. Lo más seductor es que, aunque no deja títere con cabeza, no roba el disfrute de unas lecturas que tan buenos ratos nos han dado. Como se suele decir, para hacer una buena parodia hay que dominar el género que se está parodiando.
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