La espada salvaje de Conan: La batalla de las torres
Reseña del séptimo volumen de la reedición de Planeta DeAgostini
Este tomo, que en buena medida es la conclusión de El pueblo del Círculo Negro, es sencillamente sobresaliente. Las dos primeras historias, que en realidad son la continuación de la historia que quedó a mitad en el pasado volumen, nos traen a un Roy Thomas en estado de gracia. La batalla de las torres y Venganza en Vendhya son el claro ejemplo de lo bien que funcionan las historias de espada y brujería con el espacio adecuado. La clave, que no te pierdan las prisas. O, si estamos hablando de cómics, que no te devore la periodicidad.
Gracias a este tempo bien medido, y por supuesto al fabuloso apartado gráfico, que sigue corriendo a cuenta de John Buscema y Alfredo Alcalá, la experiencia de adentrarse en la guarida del Círculo Negro es inquietante y fascinante a partes iguales. El tratamiento de los secundarios ayuda también: a través de ellos podemos sentir el poder de los magos. También por sus efectos sobre Conan, que sin perder su ferocidad natural no va tan de sobrado como en otras ocasiones, lo que ayuda a la tensión: a veces los guionistas se olvidan de que es el lado humano del bárbaro imponiéndose la sal de estas historias. El clímax está muy conseguido, se palpa el esfuerzo para enfrentarse a las fuerzas sobrenaturales, y está tan bien resuelto que entras en el epílogo con la guardia baja... y te asalta una nueva ración de emociones.
Aunque entra dentro de lo canónico, tanto este cierre en falso como el entintado y los acabados algo granulados del dibujo dan un sabor especial a estas dos historias. Tienen una gran fuerza narrativa, una atmósfera muy lograda y un equilibrio envidiable. Llegan incluso a sorprender a pesar de que es una historia de sota, caballo y rey.
Como cierre, un relato de espada y brujería y horror cósmico que de nuevo ahonda en la cuestión de las ciudadelas perdidas y los soñadores hechizados. La sombra deslizante es de nuevo canónica en sus planteamientos, y de nuevo el tratamiento del tema le da un giro de tuerca que la hace notable. En este caso, gracias a la damisela en apuros. Lo que en general se traduce en un objeto que se va paseando y sacando de problemas, una especie de complemento argumental, aquí adquiere sin grandes aspavientos cuerpo propio y personalidad.
En ambos casos esta alquimia se logra a través de pequeños detalles: algunas viñetas extra para contar mejor la historia, alguna página para que el preludio nos ponga de verdad en situación, un poco de salsa en los diálogos para que no sean un mero trámite, un encaje más cuidado en la estructura narrativa... Tanto el guionista como los dibujantes muestran la madurez que alcanzaron con el personaje. Los resultados saltan a la vista: este tomo es un trabajo redondo que no defraudará a ningún aficionado al género.
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