Campo Rojo
Reseña de la novela de Ángel Gracia publicada por Editorial Candaya
Campo Rojo arranca como una novela costumbrista y nostálgica, como esas fotografías algo amarillentas de principio de los años '80 en las que salíamos con pantalones demasiado cortos y camisetas de publicidad de Olimpiadas largamente olvidadas. Por edad (Ángel Gracia es del '70, yo del '79) y por instinto, al leer el libro iba ubicando la acción en la generación de mis primos mayores. En cualquier caso, se palpaba la cercanía: en aquellos años las cosas iban más despacio y tanto los ambientes (recreativos, bares de barrio, descampados) como la tramoya (los coches, los autobuses, los profesores) me resultaban familiares.
También por un elemento clave: Campo Rojo habla de la problemática de la infancia con un acierto que permite tanto creer que retrata la del autor como la de cualquier otro. Es innegable que el escenario, la atmósfera, la época en definitiva, son claves en esta novela: forman parte de su encanto, de su sabor, dulce y agrio al mismo tiempo, y de su lógica. Sin ellas, Campo Rojo sería otra historia, traería otros ecos políticos, sociales, relacionales. Pero tampoco es una obra cerrada sobre sí misma, para compartir solo entre los que la vivieron.
En cierta manera, tiene ese elemento hipnótico de Las cenizas de Ángela: uno quiere saber a dónde va la vida de ese chiquillo perdido en una época que él no comprende pero que nosotros ya vemos con una cierta perspectiva. Al mismo tiempo, despojada de la tragedia incomensurable de la citada novela, resulta más cercana, más fácil implicarse a nivel emocional, casi cómplice, con el protagonista narrador. No resulta difícil sumirse en su universo.
Y ese es el anzuelo que Ángel Gracia maneja con maestría. Tan solo por la prosa, por la facilidad con la que va desgranando anécdotas y plasmando situaciones, se disfruta la novela. Pero entonces, a mitad de libro, se vislumbra que va a ocurrir algo más. Algo horrible. Es tarde, ya no hay marcha atrás. En ese momento ya sabes que vas a asistir a uno de esos espectáculos terribles y descorazonadores que tan solo los niños son capaces de crear.
En efecto, Campo Rojo no es solo un viaje nostálgico treinta años atrás. También es un dedo puesto en una llaga que no podemos olvidar: la del maltrato entre niños, el acoso escolar, lo que ahora se llama bulling y en mis tiempos era hacer la vida imposible al marginado. Es una temática dura, quizás indispensable, que el autor consigue manejar con inusitado acierto. Situado en la perspectiva del observador, no juzga, no moraliza, no crea personajes maniqueos; tampoco equipara, ni sale con recetas. Simplemente nos sumerge en una desgracia construida poco a poco, y con eso basta.
Campo Rojo es una novela ligera en su lectura pero potente en su trasfondo. Todo un acierto que aborda una temática dura con muy buena mano.
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