Torpedo 1936: Los relatos
Reseña del recopilatorio de Sánchez Abulí y Bernet realizado por Panini
Recientemente, Panini Cómics no solo ha reeditado de forma integral una de las mejores obras del cómic español (y del cómic universal, de hecho, sobre todo si hablamos de novela negra), sino que además ha tenido el acierto de dar a los relatos que lo acompañaban toda la entidad que merecen.
En efecto, además de recopilar en una nueva edición Torpedo 1936, cómic al que ya dedicamos un apasionado artículo hace unos años por su gran calidad, ahora nos brinda Torpedo 1936: Los relatos. Estos no hay que concebirlos como un extra o como un producto derivado. La fuerza de la historias del personaje reside en el buen pulso narrativo que encierran tanto o más que en sus carismáticos dibujos: en los afilados diálogos, en los requiebros de la trama, en la solidez de los escenarios, en la estructura de la historia. Es novela negra en estado puro, bien documentada y mejor plasmada. Y, huelga decirlo, adaptada a la perfección al medio.
Así, si en los cómics el dibujo de Jordi Bernet tenía el acierto de ser capaz de vehicular toda esta potencia arrolladora y convertirla en viñetas, en páginas, en concatenaciones de imágenes que respondían a toda la fuerza del guión, en los relatos Enrique Sánchez Abulí logra que el lector consiga ver los escenarios, palpar el frío metal de las armas, notar los pulmones cargados de tabaco y miedo, sentir el escalofrío erótico de una mujer fatal.
Hay que precisar además que no vienen huérfanos. La edición de Panini incluye las ilustraciones originales de Bernet (además de un interesantísimo guión) y, gracias al gran formato elegido, de elegantes tapas duras y papel de calidad, les brinda todo el espacio que merecen. Y es que en Torpedo 1936 no hay nada accesorio. Es una obra realizada tan a conciencia que es imposible no maravillarse a pesar de las cenagosas aguas por las que transita. Cenagosas, sí, porque esto es novela negra, no solo historias de gángsters. Hay violencia de verdad, hay desigualdad palpable, la desesperación del inmigrante, el dolor, el frenesí de la vida loca, los trepidantes ritmos de timbales y trompetas, el ardor del alcohol destilado ilegalmente, el traqueteo de las ametralladoras y los coches lanzados a toda velocidad se hace arte, pero sin renunciar a su dureza.
Y si la cosa funciona es porque más que mera narrativa, lo que han hecho Bernet y Sánchez Abulí es arte. En concreto, el segundo no se ha limitado a escribir historias, sino que ha destilado pura literatura: ha encontrado el tono perfecto para conjugar el horror y el humor y luego ha afilado la prosa hasta que corte tanto como la mirada de su personaje. Es por eso que bien merecía (él, y nosotros los lectores) este volumen de Torpedo 1936: Los relatos.
Solo cabe recomendarlo. Una obra maestra del género.
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