Muchas gracias por el comentario, compañero. En efecto, mi intención era empezar en media res y conseguir toda la caracterización directamente en la acción. Por lo que veo, ha tenido más éxito en el apartado escenario que personaje.
Hueso negro
Un relato de Patapalo para la vivisección de Máscaras.
—Es imposible saberlo. Un arácnido es extremadamente longevo y su crecimiento nunca se detiene, por lo que puede alcanzar tamaños extraordinarios. En la catedral de Nuestra Señora de París se avistó una criatura de varios siglos de antigüedad que había alcanzado el tamaño de un mastín... y me temo que no es la mayor que hayamos encontrado. Aquí, en la comarca, a juzgar por los animales que ha cazado, habita una de una talla similar; una muy peligrosa, que ha asesinado a varios campesinos adultos.
Chuán sintió un denso escalofrío arrastrándose por su columna vertebral. No era nuevo en el oficio, pero jamás se había enfrentado a un ser de tales atributos. La presencia de Hueso negro, no obstante, lo tranquilizaba en gran medida.
—Mira, observa estas marcas en el dintel de la puerta —la voz del monje era profunda, de un tono sosegado, pero le llegaba con nitidez a pesar de los aullidos del viento en el esqueleto de la abadía en ruinas—. Los espíritus arácnidos se nutren de sentimientos humanos, en una suerte de simbiosis, y gracias a ellos podemos conocer detalles de su naturaleza. Aquí, en estas marcas, podemos leer que es un espíritu lleno de ira. Algún estrato de rabia muy denso, quizás de algunos difuntos, llena esta zona, y él se alimenta de esta emoción.
El joven fue siguiendo las marcas por las jambas y terminó arrodillado en el vano. Sus dedos delicados, de seminarista, acariciaron una marca invisible hasta llegar a una oquedad en la piedra. Allí, tras unos helechos, reposaban cuatro piedrecitas, como obeliscos en miniatura, cuidadosamente dispuestos en fila. Al verlos, sintió un estremecimiento.
Volvió su mirada hacia el monje, Hueso negro, y no hizo falta que preguntara para que éste le diera una respuesta.
—Los espíritus arácnidos son caprichosos, en especial los que navegan entre la frontera de los sueños y la realidad. Pero incluso sus caprichos los delatan... ¿Por qué ha colocado estas piedras aquí? Cómo saber el significado último de la acción... De lo que podemos estar seguros es de que denota interés, atención. No es un gesto casual erigir estos... monolitos. Para un ser que está a caballo entre el Inmaterium y el mundo físico no es algo trivial. Sin duda, el espíritu está ligado a este refugio, lo considera algo más que una simple madriguera. Es posible que su esencia se haya mezclado con la de alguno de los difuntos de la zona hasta tal punto que crea ser él, al menos de un cierto modo.
El joven cazador de brujas agradeció la explicación con una leve sonrisa, y éste percibió el orgullo de haber descubierto la pista bajo su gesto. Le palmeó amistosamente la espalda y lo invitó a acompañarlo hacia el interior de la abadía.
—Hace años que expurgo esta comarca, pero el Mal se aferra a ella con uñas y dientes. Por suerte, no faltan nuevos valientes que, como tú, aúnan aptitudes y voluntad.
Chuán asintió, sintiéndose feliz al verse capaz de confraternizar con aquella leyenda viviente. Hueso negro, como llamaban al monje por aquella horrible cicatriz siempre abierta en su mejilla, cuyo fondo se veía oscuro, opaco como un hueso calcinado, era el cazador de brujas más reputado de todo Aragón. Bajo su ballesta habían caído infinidad de monstruos, y de su crucifijo habían huido infinidad de íncubos y súcubos. Aunque en los últimos meses la fortuna le negara su favor -las muertes se sucedían en los aledaños de la abadía, y no conseguía dar con la criatura responsable-, seguía siendo un honor acompañarlo en una cacería. Un doble honor cuando el viejo mostraba su aprecio.
Al verlo ahí parado, en medio de la antigua sala abandonada, su admiración creció un poco más. El monje parecía olfatear el mismo aire, rastrear las hebras etéreas que lo pudieran conducir a la monstruosa criatura que había desangrado ganado y pastores por igual, la bestia que había terminado ya con cinco cazadores de lobos que habían intentado darle muerte.
De repente, Hueso negro se detuvo, como si hubiera captado algo, y musitó:
—Será mejor que vayas a buscar a Vidal y a Chose. Intuyo que sus carabinas nos serán de mucha utilidad dentro de poco.
Chuán se dirigió hacia la entrada de las ruinas, y apenas había llegado al pórtico que las demarcaba, solitario, cuando un grito aterrador le heló la sangre.
—Chose... —susurró identificando la voz.
—¡Corre, rápido! ¡La bestia ha debido encontrarlos!
La orden de Hueso negro era clara, pero, aun así, el joven cazador de brujas dudó un instante. Era un pensador ágil, y el peligro que suponía lanzarse precipitadamente al rescate de sus compañeros aparecía diáfano en su mente. No era una buena estrategia, lo sabía. Pero también sabía que él no era el veterano, y que seguiría a Hueso negro a las puertas del Infierno. Y así, una fracción de segundo después, corría tras su héroe.
Pistola en mano, atravesó tres estancias de las que apenas quedaban los muros para después bajar de tres en tres los escalones de una angosta escalera que conducía a las entrañas de la montaña. Frente a él, la silueta del monje se deshacía en un apresurado jirón de sombras en cada recodo. De fondo, los alaridos indistintos de los dos cazadores que se habían prestado a acompañarlos...
hasta que se impuso el silencio.
Chuán giró un nuevo recodo y se encontró en un estrecho pasillo que torcía, una vez más, a mano izquierda. No podía ver a su compañero, y la pesada quietud que se había asentado mantenía su corazón bombeando endiablado, un pálpito de sangre en sus oídos. Un leve resplandor, a la vuelta de la esquina, delataba dónde había quedado la lámpara de sus compañeros.
Frenando su carrera, amartilló la pistola y avanzó unos pasos con cautela. Los espíritus arácnidos eran expertos cazadores, y su dominio, las trampas. Seguramente, Vidal y Chose habían caído en una, y era ya demasiado tarde para ellos. Él no cometería el mismo error.
Giró al final del pasillo y se introdujo, precavido, en la sala. Lo primero que vio fue el farol, caído a escasos pasos de una mano inerte -Vidal-, consumiéndose poco a poco. El cuerpo del cazador estaba cubierto de una sustancia blanquecina -tela de araña- y mostraba una mancha más oscura, informe, en el cuello -una picadura-. Buscó el cadáver de Chose, pero, antes de localizarlo, sus ojos dieron con la silueta camaleónica de Hueso negro, su hábito negro fundido con las sombras. Éste le hizo un gesto doble con la mano, conminándole a acercarse mientras le alertaba de algo oculto en el techo.
Disponiéndose a disparar, Chuán fijó la mirada en la bóveda cubierta de una mortaja de telas de araña mientras se desplazaba hacia el monje. No llegó a atisbar nada en ella, pero no le hizo falta para saber que había caído en una trampa: su pie se hundió en una cavidad y su mano armada, que interpuso en la caída, quedó atrapada en una sustancia viscosa. En un momento de pánico, intentó hacer palanca con la otra pierna, pero sólo consiguió enredarse más todavía, y a cada movimiento se fue condenando más y más. Suplicante, levantó la mirada hacia Hueso negro, pero fue una mirada carente de esperanza.
Chuán pensaba con rapidez.
Mientras emergía la hórrida testa plagada de ojos por la extraña cicatriz del monje, la chispa del entendimiento prendió con viveza en su cerebro: cómo habían ido desapareciendo las bestias menores, exterminadas una a una hasta que sólo un espíritu se enseñoreaba en la zona; cómo cuando sólo quedó éste las actuaciones del viejo monje empezaron a ser poco eficaces, casi perjudiciales; cómo nadie volvía, excepto él, de las expediciones que guiaba a las montañas; cómo, día a día, orbitaban -la bestia y el monje- más y más alrededor de aquella abadía, siempre más cerca.
Ya el disfraz de piel y ropas había quedado abandonado entre las sombras, ya llegaba el final del trayecto en grotesca amalgama de pesadillas, patas velludas, fauces afiladas y ojos como pozos insondables, y Chuán no dejaba de repetirse que debería haber estudiado con más detenimiento la historia de la abadía, quién había vivido en ella, quiénes eran aquellos difuntos cuya rabia se mezclaba con la esencia de la bestia cazadora. Que debería haber escudado los ojos de la luz que le había cegado.
Que debería haber desconfiado de su propia admiración por el viejo Hueso negro.
Que la fascinación es el arma más básica de los insectos cazadores.
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Hola, con un poco de retraso, ahí van mis comentarios.
Primera crítica y MUYdura: "insectos cazadores", ¿en que estabas pensando capi? Las arañas NO son insectos. Ocho patas, ojos simples, cefalotorax y abdomen. Te paso bicho, te paso monstruo pero insecto... ¡jamás!
Dejando ya aparte mi vena de biólogo, el retrato es colosal en cuanto a recrear la atmósfera y la tensión de la caza. Vives la urgencia del protagonista y le sigues a traves de un final bastante previsible, creo que intencionadamente previsible, porque vas a tal velocidad que da igual conocer el desenlace cuando al poco te vas a dar de bruces con él. Yo en ese sentido hubiera trabajado más la psicologia de Chuan para reforzar esto, ya que queda un poco "plano" frente al viejo monje. Ese es quizás el único punto débil del relato.
Las arañas estan particularmente bien logradas, me trajeron a la memoria aquellas de "Esta torre de cenizas" de G.R.R Martin, no se si conoces el relato. Hueso negro esta muy bien perfilado, pero lo que de verdad me gusta del texto es la sensación de estar ante un atisbo de algo enorme, de un universo propio y riquísimo que, cuando se desarrolle, dara para una trilogía, una peli, un comic, una segunda trilogía, un juego de cartas coleccionable,etc. No es peloteo, ¡es puritita envidia no más!
Si no me equivoco (y espero que no), este es un trabajo muy anterior rescatado para la ocasión (¿tal vez escrito para el calabazas Arañas?). Me temo que le falta bastante para ser redondo, aunque más que nada extensión, desarrollo vaya. No sé si me convencen al final tantos cómo, ya y que repetidos. En cualquier caso, una lectura placentera.
Por cierto, digan lo que digan los entomólogos, una araña es un insecto, cualquier cosa con muchas patas es un insecto, hasta algunos bípedos son insectos
Muchas gracias, Bio Jesus. Tienes más razón que un santo: al igual que los escorpiones, son arácnidos, no insectos. Se me iría el santo al cielo. El relato de Martin no lo conozco, pero me lo apunto. Me encantan las historias con arañas.
Gracias por el comentario. Sí que el relato está encuadrado en algo mayor. Otra historia es que consiga el tiempo algún día para seguir con ello... En cualquier caso, me alegra ver que sirve de puerta entreabierta.
Aciertas de pleno, Bestia: lo escribí para la convocatoria de Arañas y, la verdad, le tengo mucho cariño. Por eso también me he animado a compartirlo en esta ocasión. Creo que ya vale de tentar la fortuna con él. Igual algún día lo rescato si sigo ampliando la ambientación. En ese caso, tendré en cuenta todos vuestros consejos y apreciaciones.
Muchas gracias.
Bueno, he leido cosas tuyas más maduras en cuanto a estilo, como las 7 teselas de espanto, y más que de máscaras este relato parecía ir de arañas, así que... De todas formas tiene mucho encanto, deberías dedicarle tiempo
Lo que más me gusta de tu forma de escribir es cómo eres capaz de recrear una atmósfera con unas pocas líneas. Pero bueno, aquí no hemos venido para echarnos flores, sino para ver qué es lo que, desde mi punto de vista, puede fallar en tu relato. Vamos, pues, a despedazarlo.
Supongo que no hace falta que diga que es sólo una opinión y blablablá, blablablá, blablabá. Para mí, tu relato empieza demasiado rápido. Me explico. Si partimos de la distinción clásica de inicio, nudo y desenlace, tu relato comienza ya casi en el desenlace. Nos plantea el clímax, el momento de tensión demasiado rápido. Al menos, yo, para que me atrape un relato, necesito identificarme con el protagonista. Meterme en su piel. A pesar de recrear muy bien la atmósfera, no has conseguido que pueda ver al protagonista.
Pero, desde luego, hay materia prima. Quizá si alargas un poco el principio y veo actuar un poco al protagonista (me refiero a Chuán), el relato ganaría un montón.
Aunque, todo ésto es una simple opinión.
Bastante inútil