La canción de Apolo
ECC edita una obra de Tezuka inédita en nuestro país con, claro, mucha tela que cortar
Tras reeditar durante años las mismas obras, supone una gran noticia el empeño por traer a nuestro país nuevas -es un decir- obras de Osamu Tezuka. Tras El libro de los insectos humanos publicado por Astiberri, ECC recogió el testigo y publicó otro trabajo de la misma época: La canción de Apolo. Romper la barrera psicológica que nos impedía ir más allá de Black Jack o Adolf era un paso fundamental para conocer la obra de un autor de semejante talla y volumen de producción.
Como en El libro de los insectos humanos, nos encontramos en La canción de Apolo con una obra que necesita descifrarse dentro de su contexto histórico: el de finales de los 60 y primeros 70, en que la sociedad japonesa comenzaba a liberarse de tabús sexuales y arreciaban los conflictos entre el orden establecido y los grupos juveniles de izquierdas.
La canción de Apolo es una narración construida en base a ciclos: el ciclo vital del amoral protagonista se ve interrumpido por mediación divina, obligándole a experimentar diversas personalidades diseminadas en el pasado, el presente y el futuro, con el fin de conseguir que muestre empatía y se enamore de una mujer que le será siempre, en cada ciclo, arrebatada. Más Sísifo que Apolo, más psicoterapia que capricho divino. Los dioses quieren curar al protagonista de su crueldad a base de escarmientos propios del Antiguo Testamento.
Conoce por fin, hombre malvado, la belleza del amor, inherente a cada rincón de la Creación, pero sabe que apenas podrás abrazarla. Este carácter doctrinal palpita bajo un superficial tono de evasión por entregas que se deriva igualmente de su estructura cíclica y que cubre desde el folletín en que el protagonista entrena para convertirse en corredor de fondo hasta la ciencia-ficción en la que forma parte de un célula rebelde que lucha contra una civilización robótica.
Curiosamente, es esta parte de La canción de Apolo la que aguanta peor el tipo por pecar de rutinaria, mientras que aquellos fragmentos más empapados de las intenciones últimas de Tezuka son los que resultan más interesantes. La confusión que el autor establece en torno a la naturaleza de lo que ocurre en la obra (¿la maldición divina es tal o estamos ante un delirio provocado por el tratamiento psiquiátrico al que someten al protagonista?), junto con el tono general de castigo inexorable, hacen que La canción de Apolo transmita una sensación de angustia existencial que concuerda con el estado de ánimo que atravesaba Tezuka cuando la realizó, según cuenta él mismo en el epílogo del volumen.
Aunque quizás no se encuentre entre lo más logrado de la trayectoria de su autor, La canción de Apolo es un trabajo que rebosa interés y que aún hoy sorprende por su chocante falta de contemplaciones hacia el protagonista y por sus esfuerzos por innovar jugando con un aparentemente inofensivo planteamiento de historieta clásica.
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