El extraño caso de raquitismo vampírico en Blood Bowl
Problemas de escala, problemas de proporción, problemas de rumbo...
La tercera edición de Blood Bowl nos trajo grandes alegrías a los aficionados en cuanto a sistema de juego. Enormes alegrías. Sin embargo, en el aspecto estético algunas cosas se perdieron por el camino: el campo de astrogranito, las encantadoras ilustraciones de las primeras ediciones... algunos decían que también las miniaturas cojeaban cuando menos te lo esperabas, pero aunque en mi fuero interno añoraba esas cajas de 16 jugadores —lo que para mí siempre será un equipo completo— me negaba a unirme a sus lamentaciones.
De hecho, devoto de la completitud, estaba muy contento con la gran variedad que frente a la escasez de suministros de los tiempos arcaicos estábamos disfrutando. A pesar de miniaturas que compré por impulso y que nunca me terminaron de gustar. A pesar de los aumentos de precio. A pesar de que el Blood Bowl y sus equipos —como un placer culposo— se dejara de vender en las tiendas físicas. A pesar de los gastos de envío.
Así, cuando salió el equipo de vampiros, terminé por sucumbir parcialmente a sus cantos de sirena. Parcialmente, porque esto de los thralls o los siervos o como se llamen me pareció tan peregrino como lo de los goblins listos ayudando a los ogros tontos. Por eso, y porque para mí los vampiros son unos tíos calvos en plan nosferatu. Por rarezas, vaya. Por ver si mejoraban a mi jugador estrella vampiro que iba en el saco de esas miniaturas que compré y no debería haber comprado.
Y la verdad es que el diseño de las armaduras está muy chulo y tienen un toque no demasiado recargado que, francamente, me gusta. Vale, no son los vampiros de mis sueños ni los que imaginaba en los Condes de Craggen gracias al Manual —así con mayúsculas—. Pero, ¿no quedan un poco escasos junto al estrella? Bueno, será eso, que es un estrella e impone. O...
Vale. No.
Bueno, creo que se puede aceptar que los thralls, raquíticos después de años de servidumbre dando de comer —más bien de beber— a sus señores, queden de canijos junto a un línea humano normal, que, obviamente, estará más saludable y robusto. ¿Pero un vampiro no debería poder imponerse a uno de ellos, a un... línea humano? Ya no es cuestión de trasfondo, sino de meras estadísticas. ¿Seré yo el raro?
Entonces voy y me encuentro con los vampiros de Gaspez Arts y, oh, demonios. Esto es como volver a la segunda edición y no solo porque sean calvos como nosferatu. La presencia, el tamaño y esa mayestática que solo ellos pueden tener... Vampiros que llenan el terreno de juego y que no necesitan ir con una caterva de siervos para ahorrar unas libras de metal blanco.
Sí, es verdad que las thralls son más bien cabezonas y que esto no encajará con el reglamento de Blood Bowl actual, pero ¿a quién demonios le importa? A mí no, desde luego. No cuando se trata de llenar el terreno de juego de sueños... o de pesadillas salidas de alguna cripta en condiciones.
¿Estaremos en sintonías tan distintas? ¿No os resulta chocante esta comparativa entre vampiros de Blood Bowl de Games Workshop y de Gaspez Arts? Se suponía que los primeros eran los maestros.
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