Nosferatu, el juego de cartas
Reseña del juego de Pierre-Yves Lebau publicado por Grosso Modo
A pesar de lo que se pudiera pensar por el título, Nosferatu —el juego de cartas de Pierre Yves Lebau— tiene más del Dracula de Bram Stoker que de la película homónima de Murnau, aunque también haya algún toque por ahí que nos haga pensar en Indiana Jones, a pesar de que solo sea en cuanto a estética. El objetivo, como cualquiera podría adivinar, es cazar al vampiro antes de que este contamine a todos los jugadores. Excepto si eres el vampiro o su aliado, claro.
En su desarrollo, Nosferatu recuerda mucho al clásico juego de cartas de El asesino: se trata de adivinar quién es el lobo escondido entre los corderos. Algunas diferencias clave, sin embargo, hacen que la ambientación no sea accesoria y que el juego sea más complejo y apasionante.
Para empezar, está el personaje de Renfield. Aquí, el lacayo del vampiro es el que mueve los hilos: él es quien decide qué jugador encarnará al nosferatu, de quien nadie más conocerá la identidad. También será el que se encargue de coordinar los turnos y de tomar ciertas decisiones en nada inocentes, como las que tienen que ver con la estaca, único objeto que puede acabar con el príncipe de las tinieblas.
No obstante, Renfield no tiene los mismos objetivos que el vampiro: el primero tiene que conseguir que el segundo muerda cinco veces —cada investigador aguanta dos mordiscos—, mientras que el segundo tiene que conseguir engañar a los demás jugadores para que maten a un compañero creyendo que es la oveja negra. Es decir, siguen el mismo camino pero solo hasta cierto punto. En Nosferatu, cada uno va por su lado al final. Los investigadores, que no saben en quién pueden confiar, tienen que descubrir al vampiro y matarlo con una estaca bendecida —la estaca ancestral—... que no siempre está en las manos adecuadas.
Los turnos se desarrollan siempre con una mecánica similar pero no idéntica. Hay una serie de cartas que se van poniendo en juego que determinan cuán largas son las noches, cómo avanzan las investigaciones, si los investigadores consiguen recursos adicionales... Como el vampiro está mezclado con ellos, puede usar sus propias cartas para fastidiar al resto, pero al hacerlo se puede poner en evidencia —no todos los jugadores juegan cartas todos los turnos, así que, aun ocultas, pueden revelar al traidor que se esconde tras ellas—.
Además, estas cartas llevan implícito un sistema de cuenta atrás: si Renfield y el vampiro no actúan, el cerco se estrecha y el segundo va resultando más visible, pues se revelan identidades. También hay que tener en cuenta que si el vampiro coge la delantera y muerde a varios investigadores, estos tendrán menos cartas a su disposición —una menos por mordisco sobre la base inicial de dos—, por lo que serán más vulnerables. La mecánica no es complicada, y la gracia reside en que hay que encontrar un equilibrio para no exponerse demasiado ni estancarse, todo conjugado con transmitir la imagen adecuada al resto de los jugadores para no despertar sorpresas, ¡incluso cuando eres inocente!
Así, Nosferatu se revela como un juego sencillo con una mecánica muy bien engarzada con la ambientación que basa su juego en la estrategia y los faroles, tanto si se es el vampiro, como Renfield, como un investigador anónimo. La confianza de los demás jugadores es vital para la victoria. Las partidas, rápidas y ágiles, permiten probar todos los papeles en una sola tarde. Ideal para grupos grandes.
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