Van Helsing

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¿Es tan mala como la pintan? Hablemos del film de Stephen Sommers

 

A pesar de lo mal que me habían hablado de esta película, de mi respeto por la obra de Bram Stoker —y por la literatura decimonónica en general— y de los fragmentos que había visto de pasada, a pesar de la bufonada hecha con el protagonista y el ángel Gabriel, no pude resistirme a ponerme un día con ella y verla por completo. Supongo que, en el fondo, soy un aficionado al pulp. Y Van Helsing, la película de Stephen Sommers, rezuma pulp, del clásico, del de Creepy, por los cuatro costados.

Por si andas despistado, desde el mismo arranque, propio de esa época ¿dorada? de la Hammer en la que se mezclaban monstruos para ver quién conseguía el más difícil todavía —o atraer algunos incautos más al cine—, en el que el monstruo de Frankenstein, Igor —el de la palanca— y el conde Drácula aparecen ya conspirando contra el mundo codo con codo, se ponen todas las cartas sobre la mesa. Esto va a ir de pillar ideas bien ancladas en nuestro imaginario colectivo, mezclarlas sin compasión, darles ritmo y contar una vez más esa historia de aventuras arquetípica siniestra que tanto nos gusta.

Van Helsing no va de Van Helsing, el personaje creado por Stoker. Tampoco va del Van Helsing reinventado por Sommers. Van Helsing va de viajar a un mundo paralelo en el que hay órdenes secretas que investigan las aberraciones del mundo, hombres lobo merodeando por los bosques, aristócratas gitanos, siniestros enterradores y científicos locos que juegan a ser Dios y que sirven de peones en maquinaciones para conquistar el mundo. Van Helsing es, en definitiva, una historia estética.

Los guiños y los retazos que componen esta monstruosa producción son tantos que no tendría sentido enumerarlos ni analizarlos. Están ahí para el amante del género y para el niño que se los encuentra por primera vez —con suerte, solo por segunda o tercera— y los devora con ojos nuevos. No importa que se vean las costuras, que la narración no se sostenga a nada que se sacuda o que la propia lógica interna de la historia se tambalee ebria de sí misma. Van Helsing es pulp. No veníamos a ver obras maestras, ni siquiera consistentes.

Quizás en lo que sí se salga de tiesto es en su producción. A diferencia del pulp histórico, del real, aquí hay medios. No es serie B, ni Z, aunque beba de ella. Aquí hay efectos especiales —aunque algunos hayan envejecido mejor que otros, que la película tiene ya casi diez años, o hayan sido utilizados con un gusto y acierto más que cuestionable— y actores profesionales y un circuito de proyecciones mainstream que tentó fortuna por los cines de medio mundo. Y quizás eso sea lo que ha chirriado a tanta gente.

Van Helsing no puede funcionar ante un espectador crítico. La ambientación se ha cuidado en su aspecto superficial hasta el punto de dejar entrañables gazapos geográficos e históricos por doquier. Los personajes están solo para soltar sus diálogos de opereta y los decorados para regalar la vista. Es todo tramoya. Es un bazar de elementos prestados. Es un juguete.

Por eso es encantadora al mismo tiempo. A su manera. Aunque dé un puntito de sonrojo cuando la ves desvariar incluso cuando la miras con ojos de niño. En eso, desde luego, sí que ha sido fiel al pulp de toda la vida. Solo nos faltaba la momia.

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Daniel Leuzzi
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 Obviamente no es una obra maestra ni tampoco una pelicula de terror. Creo que es un buen entretenimiento, una pelicula de aventuras con monstruos, que lamentablente no se hizo para un publico mas adulto. Quizas hubiera salido mejor...

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Kaplan
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Muy de acuerdo. No se puede estar siempre con el gesto torcido, abrazar el encanto de lo pulp es muy importante en estos días, en los que tantas veces nos cuelan verdaderas chorradas disfrazadas de grave reflexión o -ejem- ejercicio autoral.

Hablando de películas sin complejos: Hansel y Gretel, cazadores de brujas. Ya me dirás.

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