Sobre el juego de Ron Gilbert publicado por LucasArts en 1990
Más de veinte años después de su lanzamiento, El secreto de Monkey Island sigue siendo una aventura gráfica que engancha y cumple. Es uno de esos juegos que ha trascendido a su época gracias a la solidez de sus cimientos. Poco importan sus gráficos pixelados y la simplicidad de los desafíos que plantea: es endemoniadamente entretenido y todavía puede haceros pasar un par de buenas tardes. Vamos a ver si conseguimos encontrar algunas de sus claves.
La primera sería, a mi parecer, el carisma de los personajes. Desde el protagonista, el mítico Guybrush Threepwood, hasta el último de los secundarios —y aquí incluimos a los piratas que erran por Melée Island— pasando por el infame pirata LeChuck, todos los personajes que hacen acto de presencia en esta comedia de aventuras te seducen desde un primer momento. El trabajo gráfico puede resultarnos algo tosco a día de hoy, pero los diseños están muy conseguidos y consiguen mezclar con particular acierto los tópicos de las historias de piratas con el tono humorístico ligero del título. De hecho, casi donde más se resiente El secreto de Monkey Island es en las imágenes a pantalla completa, algo que, por suerte, se contrarresta con las frases que las acompañan. El apartado gráfico es, en definitiva, sobresaliente, y a día de hoy tiene un toque nostálgico que no le sienta nada mal.
Luego tenemos el escenario. Estamos ante una historia de piratas hasta la médula: ron, tesoros enterrados, duelos a espada, navíos, caníbales, hermandades de la costa, garfios, parches y patas de palo, árboles con ahorcados, vudú, profundas selvas, playas cristalinas, tabernas portuarias y toda la parafernalia que podáis imaginar y esperar. Eso sí, el equipo encabezado por Ron Gilbert se esforzó para sacarle una vuelta de tuerca de cosecha propia a todo lo que sale en el juego. Así, las leyendas sobre barcos fantasma se mezclan con tripulaciones compuestas por monos y el rescate de la hija del gobernador se convierte en... el rescate del propio gobernador. Monos de tres cabezas, indígenas con máscaras de fruta, vendedores de barcos de segunda mano, trolls sobre el puente, ¿quién da más?
El humor es omnipresente y ha envejecido muy bien. Aunque hay guiños que se han quedado anclados en su época —como el inciso publicitario del Loom—, el 99% siguen funcionando con el público actual y el inocente y voluntarioso Guybrush sigue siendo igual de entrañable.
La jugabilidad tampoco se ha resentido. El secreto de Monkey Island funciona con un motor SCUMM —el creado para Maniac Mansion— y está dividido en cuatro capítulos separados. Gracias a lo intuitivo que resulta el primero y a que la estructura narrativa permite al jugador saber hasta dónde va llegando, el juego resulta muy accesible y las partidas una experiencia libre de estrés y, en gran medida, de desesperación: se trata de tomárselo con calma y de ir revisando bien los escenarios hasta que nuestra mente se adapta a la lógica de este particular Caribe. La dificultad no es alta, pero tampoco son evidentes todas las pistas, lo que deja un buen equilibrio entre la fluidez narrativa y la satisfacción de haber sorteado los obstáculos.
Estos, además, inciden más sobre la historia que sobre la pericia del jugador. Genialidades como los combates de espada con los que te preparas para enfrentarte al Sword Master son de los que calan en la memoria. Sí, no estaremos ante enigmas de alto nivel, pero entretienen y divierten, que es de lo que se trata. Nada de puzles complejos o de rompecabezas en los que hay que combinar velocidad y destreza. Más bien al contrario, se trata de tener los ojos bien abiertos y revisar con el cursor qué hay de utilidad en las pantallas. Sobre todo, hay que evitar empecinarse.
El resultado final es un juego que no supone, realmente, un gran desafío para el jugador, pero sí constituye un viaje fascinante a un mundo repleto de piratas, coñas y guiños a diestro y siniestro. Entretenimiento ligero y de calidad. Del que dura.
Posiblemente, el mejor videojuego de toda la historia.
Que sepa, circula por ahí una nueva versión del videojuego, que es idéntico al original en todo pero con gráficos actualizados.
“Quien vence sin obstáculos vence sin gloria”