El detective de lo sobrenatural

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Un relato de horror cósmico de FAGLAND

 

1.

Entiendo que haya muchos escépticos, yo tampoco creería la mitad de las cosas que voy a contar si no las hubiese vivido, pero has de saber que este Mundo tiene la puerta abierta a todo tipo de seres demoniacos de otras dimensiones, seres que se arrastran dejando un reguero de sangre y limo, bestias de afiladas garras y vampiros sedientos.

Por fortuna, aún quedamos unos pocos detectives de lo sobrenatural cuya misión es encontrar las brechas dimensionales y cerrarlas para siempre. Sé que muchos de los que lean esto me tomarán por loco, o por un tipo con demasiada imaginación. Allá ellos, yo los protegeré igual a pesar de su escepticismo.

El caso que hoy os vengo a narrar, siendo el primero, trata de mi iniciación. Aún no había alcanzado la mayoría de edad y vivía cómodamente en un pisito de Bilbao, acompañado de mis padres y mi hermano Tomás, cuando recibí la llamada.

—¿Puedo hablar con Jonás de la Estrella?

—Yo me llamo Jonás —respondí— pero mi apellido es López.

—Eso era antes de hablar conmigo —respondió la misteriosa voz grave del hilo telefónico—. Gracias a los dioses que te he encontrado. No sabes cuánto me ha costado llegar hasta ti.

—¿Quién eres? —Pregunté sospechando que se trataba de una broma.

—Soy tu mentor, el hombre que hará de ti un benefactor de la humanidad. —Aquello era demasiado, así que solté una carcajada.

—No reconozco tu voz, ¿eres amigo de Rubén o de Aitor?

—No conozco a esas personas, pero estamos perdiendo el tiempo. ¿Dónde vives?

—No voy a darle mi dirección a un desconocido —respondí.

—No soy un desconocido, ¿acaso no has tenido el Sueño?

Esto me puso nervioso, llevaba medio año sufriendo una pesadilla recurrente. En ella, unos hombres que se ocultaban con gruesos hábitos de monje se me acercaban con cuchillos en las manos y un brillo demente en la mirada. Siempre despertaba con un grito ahogado cuando estaban a punto de atravesarme. Aquel hombre sabía algo de mí que no le había contado a nadie.

—Todo esto es muy raro —dije yo—, ¿por qué me buscas?

—Porque el destino te ha escogido, muchacho. Los de nuestra clase tenemos un aura especial, y nos reconocemos aunque estemos a kilómetros de distancia. Ahora dime dónde vives para que pueda ir a verte.

No sé que me hizo confiar en aquel hombre, quizá fuera la curiosidad típica de mi edad, pero lo cierto es que me vi respondiendo.

—Podemos vernos en la fuente de Abando, aunque hoy ya es un poco tarde.

—¿En qué ciudad está eso? —Preguntó.

—Soy de Bilbao, ¿tú no vives aquí?

—Mi residencia está allá donde me lleva el destino —respondió—. Nos veremos en ese fuente mañana a las siete de la tarde. No faltes.

Dicho esto colgó dejándome con un montón de incógnitas en la cabeza. ¿Qué querría de mí aquel hombre? Dijo que sería mi mentor. ¿Qué pretendía enseñarme? Bastante tenía yo con ir al instituto como para añadir una actividad extra.

Decidí olvidarme de la conversación y aplicarme a tareas más rutinarias. Mi madre me había encomendado comprar el pan y la leche, y como quería merendar, no me quedó más remedio que ir al supermercado.

Me puse un pantalón y una camiseta y bajé a toda velocidad. Eran las ocho y el supermercado cerraba a y media.

Cogí la leche de Omega tres que mi madre insistía que tomáramos y después fui a la entrada a por una barra de pan; aún estaba caliente. Un tipo muy extraño se puso a mi lado, llevaba gafas de Sol a pesar de que estábamos en un interior. Sonrió mostrándome un diente de oro y dijo: “calientes como el horno del Infierno”. Esto me descolocó tanto como la llamada, pero reaccioné apartándome de aquel loco y dirigiéndome a la caja. Desde luego que la tarde estaba siendo de lo más peculiar.

Cuando llegué a casa, mi padre estaba sentado en el butacón leyendo el periódico. Le saludé y él me invitó a sentarme. Como acostumbraba a hacer, me resumió las noticias. Él era mi telediario particular. Por desgracia no podía apagarle.

—Han encontrado el cadáver de una niña en la cima de Artxanda —dijo—. Dicen que ha sido víctima de un rito satánico, pero aún no han dado con los culpables. El Mundo es de locos, ¿no te parece, chico?

—Y qué lo digas, papá —respondí—. Si te parece bien, voy a ir a merendar.

 

2.

Al día siguiente me vi incapaz de atender en clase. Yo era un buen estudiante, sin llegar a ser uno de esos chicos repelentes que lo saben todo, pero lo suficientemente aplicado para pasar el curso.

—Jonás —susurró mi amigo Rubén—, ¿estás bien? No has cogido un solo apunte y quedan dos clases antes del examen.

—Hoy no tengo la cabeza para matemáticas —respondí con un encogimiento de hombros.

—Tú verás. ¿Vas a quedarte al partido de la tarde?

—Si… no —respondí acordándome de mi cita con el hombre del teléfono.

—¡Oh, vamos! Estamos diez justos, si faltas nos fastidiarás la tarde a todos.

—Tengo un compromiso —respondí sin ninguna gana de dar más explicaciones—. Haremos una cosa, me quedaré hasta las seis y media, ni un minuto más.

—Hecho —respondió mi amigo con una sonrisa de oreja a oreja.

Al contrario de lo que solía suceder en todos los partidos, aquel día tuvimos público. Aitor, que era el ligón del grupo, estaba camelando a una rubita de letras y la había convencido para que se quedara a verle a la salida.

Tuve un día horrible en lo que a futbol se trataba: no metí ni un gol y recibí una buena patada en la rodilla, pero lo más extraño sucedió en un vistazo fugaz a las chicas. Una de ellas sonreía a mi amigo y un flash repentino, algo así como una alucinación, me la mostró semidesnuda rodeada de unos misteriosos monjes con aspecto diabólico.

¿Acaso estaba perdiendo la cabeza? Mi vida se estaba convirtiendo en una película de suspense, o más bien de terror. “Todo está en tu mente,” me dije mientras trataba de centrarme en la pelota.

Cuando llegó la hora de marcharme los chicos trataron de convencerme para que me quedara un poco más, pero yo tenía muy claro que acudiría a la cita, así que cogí mi jersey del suelo y marché rumbo a Abando con un gusanillo de inquietud recorriéndome las tripas.

Llegué a la plaza y me senté en la fuente del BBVA. Un montón de gente pasó a mi lado, no en vano estaba en el centro del bocho. Había otro chico y una pareja que miraban hacia la boca de metro; sin duda estaban esperando a alguien, igual que yo. Me preguntaba cómo reconocería al hombre del teléfono cuando todas las dudas se desvanecieron de repente.

Un señor de lo más peculiar bajó de un viejo Rolls Royce que parecía preparado para la carrera de coches clásicos de la ciudad. Era plateado y brillaba como si acabaran de encerarlo, justo al contrario que el sujeto vestido con una capa negra, pantalón y chaqueta del mismo color y sombrero de copa. Parecía tan fuera de lugar como el coche, ambos sacados de una película de los años treinta, sólo que ahí estaban, en vivo y a todo color.

Mis sospechas se confirmaron cuando el hombre me sonrió con sus finos labios y se acercó ayudado por su bastón.

—Buenas tardas, Jonás. Llevaba mucho tiempo esperando conocerte. —Extendió su mano enguantada y la estreché por acto reflejo. El ala del sombrero ensombrecía parte de su rostro pero aún así sus ojos claros brillaban magnéticos.

—Buenas tardes, ¿señor…?

—Llámame Thomas, no hay lugar para formalismos entre compañeros. —Éramos tan diferentes como la noche y el día, así que me veía obligado a preguntar.

—¿Por qué somos compañeros? Señor… esto… Thomas. Quiero decir… acabamos de conocernos.

—No estés nervioso muchacho, ambos somos servidores de la Luz y la Justicia, pero esas no son cosas que se deban discutir en público. He cogido una habitación de hotel en Zabalburu, si el callejero no se equivoca eso está cerca de aquí. Podemos ir caminando.

—También está cerca de mi casa —le dije.

—Pues pongámonos en camino, estimado colega, hay mucho que contar.

“Ya lo creo,” pensé yo mirando a ambos lados con la convicción de que la gente nos miraba extrañada.

 

3.

Thomas descorchó una botella de vino y sirvió dos copas; o desconocía que yo era menor de edad o le daba lo mismo, el hecho es que me extendió una copa y yo no puse reparo alguno en probarla.

—Exquisito —dijo con gesto de satisfacción—. Gregory siempre sabe satisfacerme.

—¿Quién es ese tal Gregory? —pregunté.

—Es mi mayordomo, ayudante y amigo todo en uno. Hoy no podrás conocerle, pues está buscando nuestro nuevo hogar. Tenemos unos buenos ahorros, pero por lo que me ha dicho los pisos son especialmente caros por aquí.

—Así que has venido para quedarte.

—Esa es mi intención, ya que no creo que tú quieras venir a Inglaterra. De todos modos yo necesitaba un cambio de aires, y más aún un compañero.

—¿Por qué no vamos al grano y me explicas el motivo de que estamos aquí?

Entonces el hombre comenzó a narrar su increíble historia y yo no pude dejar de escuchar, pues sonaba fascinante a pesar de ser una locura.

“Llevo veinte años enfrentándome a los poderes malignos del cosmos y siempre he salido victorioso debido al buen adiestramiento que recibí de mi predecesor, y espero que con el tiempo tú puedas decir lo mismo.

Todo comenzó con unos sueños recurrentes que me asaltaban cada noche. Casi todos eran pesadillas en las que criaturas monstruosas amenazaban a personas desconocidas. En ellas yo tenía el papel de mero observador, siempre aterrado e impotente ante las fuerzas del Caos.

Después llegaron las visiones diurnas y entonces comencé a temer que estuviera perdiendo el juicio. Mi mentor me explicó el gran secreto: yo no era un psicótico, sino una persona con percepción especial. Mis sueños mostraban hechos reales, ya fueran del pasado o del futuro, y mi misión en el Mundo consciente era analizarlos y, si era posible, enviar a los entes malignos fuera de la Tierra.

No es una tarea fácil, pero no estamos completamente indefensos, pues ciertos objetos actúan como canalizadores de fuerzas largo tiempo olvidadas. Supongo que podríamos denominarlos artefactos mágicos que nos arman contra nuestros enemigos.

Además, cada uno de nosotros poseemos habilidades inherentes que debemos aprender a conocer y desarrollar. Ahí es donde entra la labor del mentor, es decir, la mía. Debo ayudarte a buscar tus propias cualidades y guiarte en nuestra lucha hasta que estés preparado para seguirla por tu cuenta, pero queda mucho para eso”.

Se produjo un largo silencio que mi mente aprovechaba para procesar lo que había oído.

—¿Quieres decir que soy una suerte de superhéroe? ¿Yo soy Robin y tú eres mi Batman?

—Es el símil más desafortunado que he oído, pero supongo que puede valer para un adolescente.

—¿No creerás que me he tragado esa historia, verdad? Sí es cierto lo que dices, demuéstrame alguna de tus facultades.

—Mis facultades sirven para enfrentarse a peligros sobrenaturales, no para impresionar a un crío —dijo con cierto tono de reproche—. Dime, ¿has empezado ya a ver cosas o se limita tu facultad a los sueños?

—Estos días he percibido algunas cosas extrañas… eso es cierto —admití.

—No te cierres a ellas y medita sobre lo que te he dicho. Puede que te estén viniendo fragmentos de tu primer caso. No sabemos de cuánto tiempo disponemos.

—Antes de irme necesito una prueba de lo que dices —insistí. El hombre apuró su segunda copa de vino y sacó un libro de su maletín—. Aquí tienes un montón de historias. Ojéalo, puede que encuentres similitudes con algunos de tus sueños, cosas que ocurrieron en el pasado. Eso es todo lo que puedo ofrecerte. Nos vemos mañana a las siete. Ven a buscarme.

—Lo haré —dije sin saber porqué.

 

4.

El libro me tuvo enganchado hasta altas horas de la noche. Al leerlo sentí una extraña sensación de deja vu, aunque yo sabía que no había leído algo parecido en toda mi vida; era como si tuviera en ms manos un libro de los horrores que analizaba éstos con una extraña mezcla de lógica y magia. Describía un montón de monstruos con sus características y debilidades, y narraba los casos en los que habían sido encontrados y derrotados por detectives de lo sobrenatural.

Uno de los capítulos hablaba de una secta satánica que adoraba a un dios lagarto. Al ver una ilustración di un respingo. El lagarto aparecía acompañado de sus acólitos, hombres que vestían unos hábitos verdeazulados exactamente iguales a los de los monjes de mis pesadillas. El culto de estos monjes depravados ofrecía sacrificios humanos a su dios, que se materializaba en sus ritos para comerse a sus víctimas.

Thomas ya no me parecía un loco, sino la única fuente de respuestas sobre lo que estaba experimentando. Tardé mucho en dormirme y pasé toda la mañana vagando como un zombi de clase a clase. En uno de los descansos, Aitor y su novia se me acercaron, el primero muy extrañado por mi comportamiento.

—¿Qué te pasa hoy, Jonás? Estás ausente, como si nada fuera contigo.

—¿Eh? —respondí torpemente—. No me pasa nada, es sólo que he dormido muy poco ésta noche.

—Entonces ya hemos sido dos —dijo mi amigo echando una mirada cómplice a su novia—. ¿Te quedarás al partido de hoy? Yo no puedo, nos han invitado a una fiesta sorpresa en el Pagasarri. Un sitio un poco lejano, pero allí podremos tener intimidad, ya me entiendes…

—Yo también tengo mis planes —le dije.

—Chicos, la clase está a punto de reanudarse —intervino Rubén—. Hoy es el día de las preguntas y mañana el examen. ¿Habéis estudiado o qué?

—No demasiado —respondí.

—Vaya, pues viéndote la cara diría que pasaste toda la noche empollando. Ese suele ser tu modus operandi: dejar todo para los últimos días.

No contesté, sino que me dirigí a clase armándome de toda mi paciencia. ¡Tenía tantas ganas de ver a Thomas! Todo lo demás me parecía trivial, secundario cuanto menos.

No esperé hasta las siete, a las cinco y media ya estaba llamando a la habitación de mi supuesto mentor con el libro que me había prestado debajo del hombro. Un hombre de edad avanzada abrió la puerta. Llevaba un elegante esmoquin y el bigote mejor recortado que había visto nunca.

—Tú debes ser Gregory —dije en un alarde de deducción—. ¿Está Thomas?

—Le espera en su habitación —contestó haciendo un gesto para que entrase.

—Llegas muy temprano, es la hora del té —dijo mi anfitrión—. Lo tomaremos juntos. El mío es importado de la India, todo un lujo que por fortuna me puedo permitir.

Me senté en una silla y puse el libro sobre la mesilla abierto por la página del culto del Lagarto; necesitaba una explicación.

—¿Son los que aparecen en tu sueño?

—Así es —respondí—. ¿Te has enfrentado a ellos?

—Ese culto lleva mucho tiempo dormido, o eso es lo que se creía hasta ahora.

—¿Qué sabes de esa gente?

—No más de lo que está escrito en el libro: su dios aparece para alimentarse de los sacrificios que le son obsequiados. Suelen reunirse en lugares elevados, puesto que creen tener en ellos más posibilidades de ser escuchados.

—¡La niña de Artxanda! —exclamé—. La noticia salió ayer en el periódico. Tuvo que ser el sacrificio de esos hombres. Están aquí, en la ciudad.

—¿Ya se ha producido el primer sacrificio? Si eso es cierto volverán a actuar esta noche. Si no recuerdo mal, necesitan tres sacrificios en noches consecutivas para completar su sagrado rito. Es lo que llaman un ciclo de Sangre. Tres asesinatos al mes. —Apuró su taza y clavó su mirada en mi rostro—. Tiene que haber una pista, y tú tienes que tenerla. ¿Has tenido alguna visión, ha sucedido algo extraño estos días?

—¡Sí! —exclamé aterrado—. Vi a la novia de mi amigo rodeada por los monjes. Fue algo fugaz, pero tienen que ser los mismos hombres de mi sueño.

—Ella está en peligro. Tienes que avisarle a ambos: que se queden en casa, no deben ir a ninguna parte. Hoy o mañana podrían ser víctimas del Lagarto.

—Será hoy —dije con el rostro pálido—. Dijeron que les habían invitado a una fiesta en el monte. ¡Dios santo! Puede que ya sea demasiado tarde. Tenemos que avisar a la policía.

—¡No! Este es nuestro trabajo, no el suyo. Lamento que tengas que iniciarte tan rápido, pero no hay más tiempo.

—¿Cómo podremos detenerlos? Ellos están armados.

—Yo me encargaré de eso. Tú dirígeme hacia tus amigos. ¿Sabes a qué monte iban?

—El Pagasarri —respondí inmediatamente.

—Bien. Cogeremos mi coche —dijo Thomas mientras se ponía la chaqueta y cogía un curioso bastón—. Hay trabajo que hacer.

 

5.

Volamos con el Rolls Royce de Thomas por el medio de la ciudad. Había puesto el GPS del coche, que por dentro era de lo más moderno y lujoso imaginable. Tenía ordenador de a bordo, acabado en madera y asientos de cuero oscuro. Yo me concentraba en estos pequeños detalles, decidido a no mirar por la ventanilla, pues íbamos tan rápido que temía que chocáramos en cualquier momento.

No lo hicimos. Antes de las siete estábamos en la barrera. A partir de allí nos tocaba continuar a pie. Encabecé la marcha por el camino viejo, que suponía un considerable atajo comparado con el habitual. Había llovido y el terreno rocoso estaba lleno de barro, pero tanto Thomas como yo caminábamos con paso firme. Cada segundo era vital.

Jadeaba ostensiblemente cuando llegamos a la cima y observamos camuflados tras los árboles. Cinco monjes permanecían arrodillados enfrente de un pequeño altar improvisado en un saliente rocoso. El que parecía ser el cabecilla de aquellos hombres colocó dos incensarios en la roca.

—Parece que no han cogido a mi amigo —susurré—. ¿Cómo vamos a detenerlos?

—Podríamos abordarlos ahora —respondió Thomas—, pero su dios Lagarto permanecería a la espera de nuevos acólitos. Lo que debemos hacer es esperar a que comience la ceremonia y atacar en el momento de la materialización. Tú te encargarás de enviar al dios Lagarto al Limbo del que nunca debió salir, yo me haré cargo de los monjes.

—¿Cómo voy a hacer eso? —Pregunté a modo de protesta. Estaba asombrado de la convicción con que Thomas narraba un plan tan descabellado.

—Aún no te lo has ganado —dijo—, pero las circunstancias exigen que te entregue tu talismán. —Thomas sacó una estrella dorada del bolsillo. Parecía de oro y tenía engarzadas gemas de numerosos colores—. Tendrás que enfrentar tu voluntad a la del dios Lagarto. El talismán creará un portal místico y tú dirigirás a tu presa hacia él; sabrás cómo hacerlo cuando llegue al momento.

—¿Y tú te encargarás de los seis monjes?

—Eso es. Yo me limitaré a la actividad puramente física. Esos hombres no supondrán ningún reto mientras tenga mi bastón.

—Si fallamos nos matarán.

—Por eso no debemos fallar —contestó con autoridad—. Eres uno de los elegidos, tienes las capacidades necesarias para triunfar en nuestra empresa, pero debes mostrar valentía. Un momento de duda y el dios Lagarto lo aprovechará para atacarte. Confía en ti, Jonás de la Estrella.

En aquel momento me sentí un ser insignificante acompañado de un loco, pero asentí como si la arenga de mi compañero hubiese dado resultado.

Entonces vi algo que me sobresaltó. Un séptimo hombre apareció llevando a mi amigo Aitor y a su novia. Él estaba atado y tenía una brecha en la cabeza, ella parecía estar ilesa, aunque sus ojos estaban cerrados y su cuerpo se bamboleaba en brazos del monje.

El hombre colocó a la chica en el altar. Los monjes comenzaron a entonar un ininteligible cántico mientras su líder sacaba un enorme cuchillo de entre sus ropas. La ceremonia había comenzado.

—¡La va a matar! —exclamé horrorizado—. Tenemos que ayudarla.

—Aún es pronto —respondió mi acompañante.

El cuchillo rasgó las ropas de la chica hasta quedar ésta totalmente desnuda. Aitor trató de revolverse y recibió un tremendo golpe que le hizo caer de bruces. Estaba indefenso.

El inmemorial canto de invocación subió de volumen mientras los monjes se incorporaban y extendían los brazos en su blasfema coreografía. El cuchillo de su líder trazó un triangulo en el vientre desprotegido de la chica, quien yacía inconsciente y ajena al peligro.

Una densa nube de humo rodeó el altar y entonces mi compañero gritó “ahora” y nos dirigimos corriendo hacia los acólitos del dios Lagarto. Viendo el cuerpo delgado y desgarbado de Thomas no se podía adivinar su destreza para la lucha cuerpo a cuerpo. El cántico cesó y los monjes trataron de cortarnos el paso, pero el bastón de mi compañero abrió un hueco por el que pude llegar al altar.

El hombre del altar amenazaba con acuchillarme, su boca se torció en una desagradable sonrisa y pude observar su diente de oro; era el tipo del supermercado. Admito que dudé por un momento, pero al ver como el cuchillo se redirigía al cuerpo tendido en el altar, me armé de valor y me abalancé encima del monje.

No me había peleado fuera de las riñas de patio cuando era un muchacho, pero mi ataque sorpresa desequilibró a mi adversario, y un gancho de derecha arrancó un gemido de agonía de mi oponente. El cuchillo trazó un arco dorado y alcanzó mi hombro izquierdo, el dolor me hizo apretar los dientes y golpear la cabeza del hombre contra el suelo hasta que se abrió como un melón maduro.

Me incorporé y miré hacia el altar, entre el humo pude ver dos ojos verdes que ardían con malignidad. Si bien su mirada bestial distaba mucho de ser humana, había una viva inteligencia en ellos. Antes de que pudiera reaccionar, una enorme boca llena de dientes como puñales y un enorme cuerpo lleno de escamas completaron la materialización del dios Lagarto.

El corazón me dio un vuelco, aquel ser amenazaba con quebrantar mi cordura, sentía sus pervertidos pensamientos corrompiendo mi cerebro, ardiendo como brasas infernales en mis entrañas. Me sentí muy pequeño, insignificante ante un ente de fuerza y determinación superiores a las mías. ¿Cómo podía yo enfrentarme a un ser que ya estaba ahí cuando los primeros humanos comenzaban a arrastrarse?

Yo suplicaba porque Thomas acudiera a mi ayuda, pero el hombre estaba ocupado en su desigual refriega. Su bastón había acabado con tres de los monjes, pero otros tantos amenazaban con abatirle armados con cuchillos.

Con un último resquicio de cordura y recordando las palabras de mi compañero, saqué a relucir mi amuleto. La estrella brilló en medio del humo y una luz verdeazulada hizo apartar la mirada al dios Lagarto. Por primera vez una sombra de duda atacó la mente superior de mi enemigo, quien trató de alcanzarme con sus fauces extendidas.

Sentí una voz espectral en mi cabeza, pero no se trataba de ningún ataque, sino del propio amuleto, que me instaba a canalizar las fuerzas místicas que albergaba en mi interior. No puedo explicar como lo hice, pero el caso es que conseguí abrir una puerta dimensional directa al más profundo abismo del cosmos.

El dios Lagarto vio la amenaza demasiado tarde. Ya se había abalanzado dispuesto a devorarme cuando el portal lo alcanzó enviándolo al olvido.

Un sudor frío recorrió mi frente mientras el humo se disipaba. Pude ver cómo Thomas acababa con el último de los monjes propinándole un duro golpe en la sien. Aitor contemplaba la escena, asombrado, mientras que la muchacha permanecía tumbada y sin sentido.

Thomas se acercó apoyado en su bastón y me ayudó a desatar a la pareja.

—Debo estar soñando —dijo Aitor con la incredulidad reflejada en el rostro.

—No es un sueño —dije yo—, ni tampoco una pesadilla. Este es Thomas mi compañero, el hombre que te ha salvado.

—Tú tampoco has estado mal —dijo el hombre con una sonrisa—. Ahora sí que es hora de llamar a la policía. Yo me encargaré de dar las explicaciones, vosotros debéis iros. No hay nada más que hacer aquí.

Thomas se quitó la chaqueta y la puso en los hombros de la muchacha, quien empezaba a despertar.

Y así concluyó mi iniciación. El primero de una innumerable serie de enfrentamientos contra lo sobrenatural entre clase y clase de instituto.

Puede resultar aterrador conocer los entes que amenazan al ser humano y saber que debes luchar contra ellos. Este conocimiento te hace ser más humilde y estar siempre alerta. Por fortuna, con gente como Thomas de nuestro lado nada hay que temer.  

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Crocop
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Poblador desde: 16/05/2011
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Divertido. Me gusta lo de la estrella, la caracterización  de Thomas y lo del chaval de Bilbao que piensa en Batman y Robin cuando se encuentra en ese berenjenal...

En cuanto a pegas (subjetivas, personales...), a mí es que me gustan las cosas muy exageradas, así que igual es eso, pero me falta darle importancia a lo que se cuenta (¡el mundo en juego!, sin cortarse). Quizá podando un poco y caracterizando más la acción y los personajes. En su forma de hablar el prota- narrador, por ejemplo, se lo toma todo un poco a broma, con su alarde de deducción o su padre, al que le gustaría apagar como la tele. Eso me hubiera gustado verlo llevado al extremo: la madre más pesada, que se les note a cada uno en la forma de hablar a cada palabra que digan, el ligón igual... (en lugar de "estás ausente", "tío,que  estás empanao, has visto a la rubia que...),  mientras que, de otras cosas, como explicaciones, trayecto, introducciónes y tal creo que se podría podar más. Pero conste que lo he pasado bien con el cuento y estas pegas son  eso, cosa de gustos.

Enhorabuena!

Ferrum ferro acuitur

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Muchas gracias por el comentario Crocop :)

El relato intentaba ser desenfadado, hecho desde el punto de vista de un chaval. Quizá habría ganado dándole un aura más tenebrosa, pero no salió así.

Me alegro mucho de que te haya entretenido. ¡Un saludo! 

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Vamos con mi humilde opinión:

La idea de los sueños y de que se entrena a alguien en sueño para lo que pueda vivir en la realidad me ha parecido que tenía una carga interesante, que podía dar de sí eso de juntar dos mundos (onírico y real).

El relato está bien y tiene acción, con lo que no se me ha hecho pesado de leer. Lo que lo lastra, creo que es que no hay sensación de peligro ninguna. Ya al comienzo sabemos que es algo que pasó, y que el protagonista (obviamente) está vivo y salió de aquello. Creo que se puede mantener la primera persona, pero que ganaría si se contase en presente (y obviamente, ya sin decir que lo que vivió es la primera de otras aventuras), manteniendo la incertidumbre de si el protagonista morirá o no, logrará su objetivo o no.
 

También me falta algo de atmósfera fosca. Hay algún detalle como (y esto es algo muy personal) lo de llamar dios Lagarto al ser ese al que adoran los de la secta. Personalmente me hacía gracia el nombre, mejor haberlo descrito como un lagarto, pero haberle puesto algún otro nombre. También el hecho de que Thomas saque en el momento justo un amuleto que servirá para derrotar al dios Lagarto y que se lo pueda dar al protagonista, aun cuando le dice que no debería dárselo tan pronto, me ha chirriado un poco. Esperaba al menos más dificultad del chico para usarlo, o alguna secuela o algo.

Y no se me ocurre qué más aportar. Espero haber sido de utilidad y mucha suerte en supersticiones ;-)
 

 

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Maundevar
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La lectura se hace cómoda, pero te comento los detalles que he encontrado más raros:
Reconozco que esperaba un giro en el argumento al final. Puede que si el mentor hubiera sido un enviado del Lagarto para acabar con el futuro y joven detective, habría tenido su punto de sorpresa.
Se me suma lo que comentan los compañeros: un poco más de dificultad o sorpresa durante el rescate a sus amigos le daría un punto de emoción al relato; y el tema del género fosco, que al tener la visión desenfadada de un adolescente, queda más dulcificado.
Todo desde mi humilde opinión, claro… J

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Gracias a Easton Y Maundevar por comentar.

Quizá debía haber puesto mayor dificultad en el enfrentamiento con el Lagarto, y desde luego que tono Fosco tiene poco el relato.. Muy acertados comentarios, los dos.

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 Hola, Fagland. Te dejo mis impresiones sobre tu trabajo, creo que es una buena idea esto de colgarlo y dejar la puerta abierta a los consejos.

Coincido en los comentarios acertados de los compañeros, en todos. Además creo que la estructura es muy clásica, la lucha del bien y el mal, no hay nada malo en ello pero es tratada de una forma tan simple que al lector no le afecta todo lo que está en juego. Tal vez si plantearas desde el principio el rapto de sus amigos y quitaras las partes del instituto que son tan previsibles, ganaría en tensión y podrías explayarte en ese trasfondo. Creo, y esta es mi opinión, que es más una temática juvenil de aventuras, que algo de fosco. También los personajes de los padres no sirven en nada para que la historia avance, yo los quitaría y me decantaría por darle más desenvoltura al personaje de Thomas y a su mayordomo, el pobre que solo sale para poco más que hacer los recados.

 

 

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Gracias por comentar, salino.

Es verdad, hay personajes que no tienen importancia para la historia, pero los introduje porque veía el relato como uno más de una serie. De hecho he escrito otro más llamado "El ente asesino". Sin embargo, viendo lo mal que ha quedado clasificado, no creo qeu escriba más.

Por cierto, empezar con la noticia del secuestro habría aumentado el interés, tienes mucha razón.

 

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salino
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FAGLAND dijo:

 De hecho he escrito otro más llamado "El ente asesino". Sin embargo, viendo lo mal que ha quedado clasificado, no creo que escriba más.

Pero si tienes todo el trabajo hecho, aunque así no está mal, pero con un poco más de revisión quedará fantástico. 

Piensa que sacar una serie sobre un detective de lo paranormal ganaría a un buen número de lectores. Mike Mignola lleva años sacando comics de Hell Boy y sigue en la cresta de la ola. Tú personaje es más cercano, un muchacho que podría ser cualquiera y que nos resulta más cómodo para identificarnos con él. Yo pienso que sí funcionaría.

Espero que te presentes a la próxima ronda de calabazas, un saludo.

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FAGLAND
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Gracias salino, la verdad es que me has animado a escribir más :)

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korvec
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 El relato me ha entretenido y me ha dado la sensación (subjetiva) de estar leyendo algo a caballo entre los relatos de Robert E. Howard  y algo del estilo Constantin. 

Puestos a escribir en primera persona, pienso que el relato hubiera ganado más en presente, ya que al hacerlo en pasado, como ya comentan más arriba, sabes que el protagonista sobrevivirá y se pierde emoción.

Como ya digo es entretenido (que es lo que importa) pero me ha dado más sensación de relato de aventuras pulp que de relato "fosco". Ya para lo que es mi gusto particular, pues no le hubiera ido mal un poco más de mala leche, un ambiente más oscuro y pesimista, pero como ya digo, eso son gustos personales mios.

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FAGLAND
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Gracias por el comentario, korvec.

Los relatos que he preparado para la siguiente convocatoria son un poco más foscos, creo yo. Espero tener algo más de suerte con ellos.

Veo que, en general, el relato resulta fácil de leer, que era la máxima aspiración que tenía, así que me alegro por ello. Por cierto, que ya he empezado un tercero para la posible serie.

 

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Absinthe Rouge
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Ayer por la tarde me dispuse a leer tu relato. Preparé un narguile. En la cazoleta, melaza de sandía. En el portátil, música de Leo Jiménez. Toda la preparación que requiere cierto ritual. Un momento agradable, un buen cuento.

    Ahora toca la crítica constructiva y, si se me permite, hasta sangrienta o destructiva. El comienzo fue de mi agrado, con ese prolegómeno a la acción con reminiscencias de Poe que hubiese hecho las delicias de cualquier aficionado al psicoanálisis.

    La lectura había empezado. ¿"Me vi respondiendo"? Poniéndonos tiquismiquis, por muy premonitorio o intuitivo que pueda llegar a ser algo, las respuestas se imaginan o se escuchan, no se ven. "Mi residencia está allá donde me lleva el destino" me encanta, lo quiero como epitafio.

    Me recodaste al colegio, cuando jugaba de portero en el patio después de las clases. Como Rubén, al leerte, yo también respondí “con una sonrisa de oreja a oreja”. Narraciones en que creyendo inicialmente sólo lo mundano resulta que finalmente miramos cosas que no vemos, para no enloquecer, son de las que me gustan, pero “una secta satánica que adoraba a un dios lagarto” me saca por completo de la ciencia ficción. ¿Satanás no era una serpiente? ¿Qué tiene que ver ese lagarto con el cristianismo? Los apelativos satánicos están bien para El Día de La Bestia, fantástica película, pero no les veo la conexión con los universos de Robert Howard y de Phillips Lovecraft, que están más allá de nuestro mundo conocido. En contrapartida, "golpear la cabeza del hombre contra el suelo hasta que se abrió como un melón maduro" es muy al estilo del mencionado Robert Howard, que siempre es una buena fuente. Decía Borges que cada escritor crea sus ancestros literarios, sus antecesores, los tuyos me agradan y el argumento de tu obra es bastante jugoso. Enhorabuena por el estilo propio que para ti, consciente o inconscientemente, has elegido cimentar en tan grandes autores.

    Al igual que basta con que las cosas exploten, no hace falta que explosionen, así considero que la mirada de "dos ojos verdes que ardían con malignidad" basta con que hubiese ardido con simple maldad en lugar de malignidad. "Aquel ser amenazaba con quebrantar mi cordura", quizá quería, sencillamente, quebrarla. ¿El verdeazulado es turquesa? En fin, a Lovecraft se le criticaban sus excesivas adjetivaciones, su estilo barroco y su, en ocasiones, imprecisión descriptiva en que todo era innombrable, indescriptible o inenarrable. Tienes algunos de los aciertos del genio, también, sobremanera, sus errores. Espero que, si te sirve de algo esta crítica, la aproveches. Si no te sirve de nada, espero que la olvides.

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FAGLAND
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Extraordinaria critcia, Absinthe Rouge, muchas gracias.

He corregido todos esos fallos que has visto que mi torpeza me llevó a cometer; la de veces que lo habré leído yo y no encontré nada. Te agradezco mucho también que resaltes algunos puntos positivos, que viniendo de alguien con un nivel claramente mayor que el mío me dan doble satisfacción.

No he leído nada tuyo, pero estaría encantado de hacerlo. Un saludo.

 

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Absinthe Rouge
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No sé qué edad tendrás, ni cuanta práctica de escritura. Tampoco lo ávido o no lector que seas. Si bien, indudablemente, al margen de algunos errores, posees, y reconozco en tu relato, cualidades narrativas.

    Yo, el horror cósmico, lo entiendo de otra manera. Mientras la existencia mundana transcurre en el entorpecimiento, y las aspiraciones se dirigen hacia los intereses que pueden considerarse mezquinos del bienestar personal, hay quien vive una segunda existencia, una existencia sensible, más analítica, una existencia inteligente, si se me permite la expresión.

    Así, la astronomía, nos revela que muy probablemente somos hijos todos de una misma estrella muerta tiempo atrás, aunque, innegablemente, esa conexión la sintamos con mucha mayor fuerza junto a algunos de nuestros semejantes más allegados.

    ¿Cómo no sentir horror cuando se da esta circunstancia? Hijos de un mismo cuerpo y los seres humanos intentan joderse los unos a los otros. El estromatolito o “camas de piedra” que se cree es el primer ser vivo de la Tierra, no parece sino un maldito pedrusco abandonado a su suerte entre las aguas. Esas mismas estructuras son nuestros abuelos y, bien visto, no hace tanto que no éramos sino eso, si es que, metafóricamente, no lo seguimos siendo. Asteroides potencialmente peligrosos con alguna probabilidad de colisión con la Tierra se detectan miles de continuo. ¿Cómo no sentir horror? Por algo se habla con tanta facilidad de angustia existencial, el horror no es más que un punto de vista, lo puedes encontrar en cualquier parte, por ello, sin recurrir a pactos satánicos ni a iguanas gigantes, también encontramos una suerte de horror cósmico a partir de esas pequeñas e invisibles tragedias a las que nos enfrentamos en nuestra vida y, por extensión, en la mera contemplación de nuestro universo.

    Es únicamente mi punto de vista. Con el argumento y la forma de llevarlo a cabo no me meto. En esta comunidad de foros se puede leer a quienes destripan sin piedad a los éxitos de ventas (Harry Potter, Cincuenta sombras de Grey, etc.). Lo malos escritores, o los que nos lo parecen, también son escritores y, en efecto, el considerarlos malos escritores da legitimidad a su condición de escritores. Yo no soy un apasionado de la literatura fantástica. No leo a R. A. Salvatore, ni a Margaret Weis y a Tracy Hickman, no los considero buenos escritores, pero venden y se les lee. Claramente, no me cuento entre los amantes del género fantástico propiamente dicho, aunque si es cierto que leo El Detective de lo Sobrenatural y encuentro elementos fantásticos, también veo algo de construcción de atmósfera, un ritmo no del todo desacertado y algunas grandes frases y no pocos aciertos. En caso de que continúes la serie, seguro, pronto veremos otros relatos tuyos con aún más destellos de lucidez.

    Tímidamente, por mi parte, algún que otro pequeño texto he presentado en el foro, soy muy celoso de mi literatura (así compenso mi ingente verborrea de comercial). Puedes encontrarme en los posts de autor y te invito a que seas todo lo crítico que quieras.

 

    Acabo recién de descubrir Ocio Zero, con lo cual no he leído algunas de las normas, no conozco del todo su funcionamiento y desconozco cuales son los plazos de publicaciones en la página, pero, en cualquier caso, quizá me anime, animado por este primero que aquí he leído, a escribir también yo uno de horror cósmico. Gracias por compartir el relato y disculpad mis siempre interminables líneas.

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