Parque Muerte
Reseña de la novela de Fernando Lalana, Premio Edebé de Literatura Infantil 2012
Con tono ligero, por momentos humorístico, y con una prosa ágil y lucida, Fernando Lalana nos presenta la original historia del Parque Muerte, un parque temático fundado nada menos que por una empresa fabricante de armas en un hipotético momento en el que todos los parques temáticos del mundo han quebrado y cerrado sus puertas.
Si este punto de partida ya es original, el autor le da una vuelta de tuerca al presentarnos el detonante que servirá de excusa para la trama: en este insólito parque de atracciones están produciéndose muchas muertes, muchas más de lo que sería razonable bajo ninguna circunstancia.
Parque Muerte funciona como una novela de acción y humor. Parte de un planteamiento policíaco y deriva hacia terrenos más fantasiosos, que coquetean, o más bien hacen guiños, al género romántico paranormal. Este trayecto insospechado entre unas fórmulas y otras se sostiene gracias a la prosa del autor, que engancha sin renunciar a juegos de palabras ni a simpáticos malabarismos muy asequibles para todo tipo de lector, y al carisma de la protagonista – narradora, una ex-legionaria que dirige su propia agencia de detectives.
La novela, a pesar de su tono ligero, no patina al meterse por derroteros bastante resbaladizos. La muerte, por mucho que sea algo cotidiano e inevitable, sigue siendo un sujeto delicado de tratar, aunque, manifiestamente, no asuste (literariamente) a Lalana, quien valiéndose de su oficio consigue sacarle jugo al estrambótico planteamiento del libro e incluso soltar unas cuantas puyas y frases lapidarias que quedan en la memoria.
El desenlace del libro, que pone de manifiesto que las referencias a Kafka no son accesorias, reafirma que el autor no considera que por ser literatura juvenil haya que ceñirse a fórmulas de sota, caballo y rey ni ponerse demasiadas cortapisas. No contentará a todos por el cambio de registro, pero tampoco es necesario que lo haga. Es poco probable que a Parque Muerte le hubiera sentado mejor un final más ortodoxo.
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