Jane Eyre
Reseña de la emblemática novela de Charlotte Brontë reeditada por Austral
El sello Austral ha reeditado recientemente Jane Eyre, una ocasión perfecta para hablar de este gran clásico de la literatura decimonónica. O para releerlo, que la edición, de bolsillo, está muy cuidada y la traducción de Juan G. de Luaces, a excepción de algunas decisiones peculiares, es más que buena.
Esta obra de Charlotte Brontë es una curiosa mezcla de géneros, o una obra de transición, depende de cómo queramos verla. En ella se dan cita algunos elementos de la novela gótica, como la damisela en apuros, los intrincados problemas familiares, las apariciones espectrales o los escenarios ominosos, lo mejor del costumbrismo y el retrato social, con unos diálogos y unas reflexiones dignas de Jane Austen, que llegan incluso a arrancarnos alguna carcajada, y, por supuesto, el romanticismo en todas sus vertientes: amores imposibles, sublimados, conflictivos y desgarradores, tortuosos.
Con todos estos ingredientes y una trama que engancha con facilidad gracias a la intriga que va sembrando y al aprecio que se le coge a los personajes, en particular a la narradora, tenemos una lectura tan entretenida como rica. Jane Eyre ha envejecido, en este sentido, de un modo envidiable, y resulta ágil y adictiva.
En otros aspectos el tiempo la ha tratado peor. La faceta de novela moral que sin duda encierra la obra resulta en algunos momentos ingenua y en otros incluso irritante, pero no deja de tener un gran interés si queremos conocer de verdad la mentalidad de la época, o incluso conocer mejor la nuestra, pues somos herederos del XIX en muchos aspectos.
La estructura, así mismo, se quiebra de un modo incomprensible para el lector actual hacia el tercio final de la obra. Cuando ya toda la trama parece resuelta en un crescendo envidiablemente ejecutado, nos encontramos con una historia secundaria que rompe el ritmo y que, a día de hoy, resulta increíble como posible despiste del bien esperado final. Un detalle que, desde luego, no empaña la obra, pues no deja de constituir otra peculiaridad, una especie de narración adicional insospechada.
De este modo, Jane Eyre se muestra un clásico que merece la pena revisitar -y por supuesto descubrir-, una novela muy completa que navega por las peculiares aguas de varios géneros que marcaron la literatura del siglo XIX y, en gran medida, la concepción de la contemporánea.
- Inicie sesión para enviar comentarios