El príncipe Valiente

Imagen de Anne Bonny

Reseña de esta obra maestra de Harold Foster originalmente titulada Prince Valiant in the Days of king Arthur

En 1937 Harold Foster creaba para King Features Syndicate una de las sagas más impresionantes del mundo de la historieta: El príncipe Valiente. Se trata de una serie que, grosso modo, retoma la clásica ambientación de las leyendas artúricas para narrar una saga familiar de proporciones titánicas.

 

Foster fue el creador único de esta serie, que se sigue publicando como tira dominical en Estados Unidos -que fue el formato para el cual se diseñó-, y su responsable en solitario hasta 1971, la etapa más pura y apreciada del personaje. A partir de dicha fecha, John Cullen Murphy se incorporaría como dibujante, aunque no sería hasta 1978 que se encargaría completamente de este cometido. Foster continuaría escribiendo guiones hasta 1980, momento en el que vemos un cierto salto en la cronología aparente del escenario -algo que siempre resulta algo vago, porque El príncipe Valiente no se encuadra, como cabría esperar, en la Edad Media clásica, sino en un limbo entre el fin de la antigüedad y el comienzo de dicho periodo-. Finalmente, el 2004 Gary Gianni toma el relevo de sus predecesores, manteniendo la tira en activo hasta nuestros días.

 

Originalmente, la idea de Foster era crear una historia de reminiscencias artúricas en las que la magia y las criaturas fantásticas estarían presentes. De este modo, los primeros números de la serie dan cabida a brujas, monstruos, elfos y dragones, los cuales, poco a poco, van perdiendo su esencia mágica para dejar paso a trucos y supersticiones que el protagonista es capaz de desvelar con su buena cabeza y gracias a las enseñanzas de Merlín. De este modo, la serie va centrándose cada vez más en historias realistas en torno al mundo de la caballería.

 

El periodo histórico que muestra es complejo y algo turbio. El príncipe Valiente se bate con pictos, hunos y otros bárbaros, pero también realiza un peregrinaje a Tierra Santa cuando la serie ya está avanzada, visitando Bizancio. Finalmente, queda un mundo ambiguo de corte claramente medieval situado en una transición oscura tras la caída del imperio romano y la llegada de los pueblos bárbaros a Europa, en el que los vikingos tienen un papel predominante (el propio protagonista es de origen escandinavo) y donde tienen cabida los viajes hasta África o incluso América, aunque siempre desde una óptica en la que impera, por raro que parezca, la lógica y un cierto rigor histórico (aunque anacrónico).

 

Otra peculiaridad de la serie son sus protagonistas. Originalmente, Foster quería contar las historias del príncipe Arn, pero la editorial le hizo cambiar el nombre del personaje por considerarlo poco comercial. El autor tendría su revancha con el paso del tiempo, cuando el hijo del príncipe Valiente -Arn- comienza a acompañarle en sus aventuras hasta llegar a coprotagonizarlas, adquiriendo un rol preeminente en la serie.

 

Este concepto de saga familiar, que llega hasta límites insospechados y fascinantes por la regularidad en la calidad del guión y del apartado gráfico, es sólo una peculiaridad más que hacen a esta obra algo único. Las impresionantes ilustraciones que siempre han caracterizado la saga (y que aúnan una majestuosidad paisajística con una acción y un dinamismo sorprendentes) y que demuestran el conocimiento de la época y una minuciosidad encomiable por parte de los autores al plasmarlos en papel, serían otra no menos importante y que, en conjugación con el modo narrativo, terminan de configurar el cómic.

 

Efectivamente, el modo de contar la historia en El príncipe Valiente es insólito en un cómic. En él no existen los “bocadillos”, sino que todo el texto va a pie de viñeta, tanto diálogos como incisos. Esta elección, además de permitir unas ilustraciones más limpias, da un carácter propio y algo “medieval” a la serie -como un cantar de ciego- que sin duda terminar de rematar el conjunto.

 

De este modo, El príncipe Valiente se convierte en un clásico de nuestros días que, paradójicamente, todavía sigue vivo. Es una serie que no se debe pasar por alto. Su gran calidad en todos los apartados y el buen nivel que ha mantenido constantemente a lo largo de más de cincuenta años justifican este particular. Muy especialmente, los amantes de las historias de fantasía y de las narraciones históricas no deberían perderse esta tira que empezó como una simple renovación de las leyendas artúricas y terminó convirtiéndose en una obra mítica.

 

Autor

 

Harold Rudolph Foster (Halifax, Nueva Escocia, Canadá, 1892 – Florida, Estados Unidos, 1982) fue un influyente autor de cómics, primer adaptador de Tarzán al lenguaje del cómic, y conocido sobre todo por su obra Príncipe Valiente. En 1910 abandonó los estudios para comenzar a buscarse la vida. Tuvo varias ocupaciones -entre ellas la de boxeador o la de buscador de oro-, y alcanzó cierta fortuna como ilustrador de catálogos para ventas por correspondencia.

 

En 1922 emigró a Estados Unidos y en Chicago se inscribió en varios cursos de dibujo. Tras finalizarlos, comenzó a trabajar para la agencia Campbell-Ewald de Detroit. A finales de los años 1920, acababan de nacer en la prensa norteamericana los cómics de estilo realista, y uno de los dirigentes de la empresa, Joseph H. Neebe tuvo la idea de comprar los derechos del personaje de Tarzán a su creador Edgar Rice Burroughs, y encargar a Foster su adaptación al cómic.

 

En 1931 la United Feature Syndicate solicitó al autor que retomara el personaje, pero Foster terminó cansándose y centró su interés en un nuevo personaje de creación propia. Este personaje fue rechazado por la United Feature Syndicate, pero William Randolph Hearst aceptó la serie. Así nació el personaje más importante de Foster, y uno de los más significativos de la historia del cómic: Príncipe Valiente. Éste ocupó la vida de profesional de Foster hasta tal punto que sólo abandonó su serie dos años antes de fallecer.

 OcioZero · Condiciones de uso