The Gotham Last Laugh: Week of Blood

Imagen de Manheor

Segunda entrega de este guión de Ángel Luis Sucasas

 

Martes, madrugada.

BATMAN se enfrenta a las fuerzas del orden sin saber qué ocurre. Mientras tanto, las comunicaciones han sido restablecidas, y ALFRED se pone al tanto de la situación e informa a su amo, que lucha enconadamente con todas las fuerzas especiales del ejército y policía sin usar fuerza letal.

Al parecer, el cuerpo del JOKER ha sido descubierto, empalado, a la entrada de la COMISARÍA. En su maquillado rostro, escrito sobre la carne, se alzaba el símbolo de BATMAN. Una copia de una furtiva grabación casera mostró a los medios y autoridades cómo el murciélago mató al criminal acompañado de los BAT-GUYS, la banda de adolescentes que comete crímenes emulando la justicia del cruzado, aplaudían a su mentor mientras este golpeaba a su archienemigo hasta la muerte. Y aún peor que estas pruebas resulta la confirmación de que el examen dental y de ADN realizado por la policía científica cotejándolo con las bases de datos existentes sobre el JOKER en ARKHAM ha sido completamente positivo.

Sí, el JOKER ha muerto.

Al corriente ya de los sucesos y sufriendo el shock absoluto que supone la que asemeja la indudable muerte de su mayor enemigo, BATMAN emplea todos sus recursos para escapar del asedio y consigue tomarse unos minutos de respiro.

El sol se presenta.

Un nuevo día en la ciudad.

Con las comunicaciones restablecidas, todo el mundo es consciente de la supuesta fechoría del hombre murciélago; su supuesto salvador. Rápidamente, y ante la brutalidad de las imágenes, el ánimo de sus más violentos opositores, alentados por el odio de los padres de aquellos adolescentes adscritos a los BAT-GUYS, estalla en un intento de linchamiento público emprendido por un gran número de ciudadanos.

BATMAN se encuentra de pronto asediado por dos frentes. Por un lado, las fuerzas del orden, que se dividen en controlar el motín de los ciudadanos y en intentar abatir al murciélago. Por otro, los propios ciudadanos, que lanzan botellas, cócteles molotov y toda la munición de la que disponen para intentar acabar con el justiciero.

Aterrado por la posibilidad de acabar cometiendo un derramamiento de sangre, BATMAN se entrega.

Su destino, el psiquiátrico de ARKHAM.

Mientras tanto, en otra zona de la gran urbe, se mantiene una reunión secreta. Tomy Fanucci, El Siciliano, uno de los mafiosos más boyantes del sub-mundo de la metrópoli mantiene una conversación con la nueva JOKER-GANG y otro grupo de potentados entre los que se encuentra un oficial de alto rango de la policía, BARTLEY O’ROURKE.

Un trueque. Eso parece ser el motivo de la reunión.

La JOKER-GANG, liderada por el musculoso y enorme JOKER PUNKI que se autodenomina BLOODY SMILE, ofrece las armas capturadas de las bandas que se encontraban realizando el intercambio económico en el puerto.

La policía se apunta el tanto y FANUCCI, quien facilitó la información del cuándo y dónde tendría lugar el atraco, elimina competencia con las manos blancas, ya que las culpas del recaerán, en los círculos del hampa, en la nómada banda de payasos.

A cambio de sus incuestionables servicios, la JOKER-GANG sólo ha hecho una extraña petición, una petición contenida en un maletín que porta el corrupto BARTLEY. Expedientes policiales de ciudadanos desestructurados que hayan cometido pequeños delitos o se encuentren bajo vigilancia por estar en relación con ellos. Víctimas de maltrato doméstico, violaciones, crímenes callejeros, malas condiciones laborales… Toda aquella mierda bajo la impoluta alfombra de GOTHAM.

FANUCCI y su pandilla se despiden de la reunión, dejando tras de serpientes de goma quemada tras las ruedas de sus carísimos 4x4 de cristales tintados. También O’HARA y sus coches patrulla, esta vez con las sirenas en silencio.

Sólo BLOODY SMILE y sus chicos se quedan alrededor del extraño botín.

El gigantesco arlequín toma un expediente al azar del montón. Se trata de la ficha policial de ELIZABETH DARROW, una joven de catorce años presuntamente violada por su padrastro, un ex-policía borracho que aún ostenta su tutela, absuelto por falta de pruebas.

Por un instante, el rostro bestial y eternamente sonriente de BLOODY SMILE muestra una singular emoción: compasión. Y también comprensión.

Mientras sus secuaces comienzan su algarabía de risas y cantos, BLOODY SMILE exhala un susurro que se pierde en el pandemónium, mientras acaricia la fotografía de archivo de ELIZABETH, un rostro sin la menor alegría: “Tranquila, ELIZABETH, volverás a sonreír”.

Pronto, e inevitablemente, el momento de compasión pasa.

BLOODY SMILE se suma a las risas.

La sangre está a punto de correr como nunca ha corrido por GOTHAM.

 

Miércoles.

De nuevo, el sol despunta.

Pero para BATMAN no habrá amanecer. Aislado en una celda de contención en ARKHAM ASYLUM, completamente encadenado a un mugriento lecho con olor a orines y semen viejo, el cruzado nocturno revive una y otra vez el odio de su ciudad.

Evidentemente, sigue vestido con parte de su traje, una malla de aleación dinámica de memoria que se adhiere a su cuerpo como una segunda piel como salvaguarda para una captura de ese estilo. Sólo él o ALFRED conocen la clave para desactivarla. Si quieren hacerlo sin ella, será mejor que se preparen para interrogar a un BATMAN desollado.

A pesar de sus cadenas, BATMAN podría liberarse en cualquier momento, como así le recuerda ALFRED, ya que las nanomáquinas de su cerebro siguen completamente activas. De hecho, las noticias de la ciudad deberían impelerlo a actuar sin demora.

Tanto los BAT-BOYS como la JOKER-GANG, que ha ido sumando nuevos miembros a su causa, han comenzado una batalla campal en las calles y corre la sangre. Más grave aún, parece que los seguidores del finado malvado arlequín están desatando un nuevo fenómeno social entre las gentes de GOTHAM.

La JOKER-MANÍA.

Ciudadanos corrientes sin antecedentes de crímenes de importancia están cometiendo auténticas masacres sin que parezca haber una gran explicación. Auspiciados por el clima social que ha levantado la JOKER-GANG, una llamada a la anarquía desatada, se han comenzado a producir incidentes de inimaginable violencia en individuos corrientes.

Aunque el fenómeno parece ser, de momento, de lo más incidental, las autoridades se encuentran muy preocupadas porque estas actitudes violentas entre ciudadanos de a pie, sean del bando de los BAT-BOYS, sean del bando de la JOKER-GANG, o sean, simplemente, en acciones esporádicas, se conviertan en norma y generen un cisma de anarquía y rebelión que tenga que ser solucionado mediante un estado de sitio, con todas las consecuencias que acarrearía tal decisión.

BATMAN no puede clamar por más motivos para cejar su desidia y actuar. Escapar de ARKHAM y tratar de limpiar su nombre y la ciudad a la que ha jurado proteger hasta la muerte.

Y sin embargo…

Y sin embargo se siente a la expectativa. Roto. Ansioso y temeroso a la vez de ver qué le depara su querida ciudad como próxima sorpresa.

A pesar de las protestas de ALFRED, BATMAN desconecta el flujo de información de la BAT-CUEVA y aguarda en silencio.

La puerta se abre.

Dos estirados agentes del FBI y un individuo menudo, de abundante cabellera pelirroja desperdigada como alambre rojizo en todas direcciones, irrumpen en la sala.

El hombrecillo se presenta como DAMIAN KÖCH, sobrino del legendario escritor demente WALTER KÖCH, cosa que, según DAMIAN, resultó capital a la hora de elegir su futuro profesional, la psicología narcótica. En combinación con la neurología y el electromagnetismo aplicado con fines terapéuticos, como le explica al hierático BRUCE WAYNE que no sale de su mutismo.

Como un interrogatorio convencional no serviría de nada en este caso, pretenden someter al murciélago a un proceso muy especial.

Según le explica DAMIAN, inyectarán a través de su córnea, ya que el resto de cuerpo se encuentra protegido de cualquier inyección por una malla más fuerte que el acero, una potente droga de potenciación de la percepción mental y, luego, le aplicarán un campo magnético con dos potentes electroimanes. A través de un interfaz que recibe los impulsos eléctricos de su córtex cerebral y los transmite a un ordenador por vía inalámbrica, KÖCH y los agentes autorizados para supervisar el proceso podrán ver, e incluso experimentar en caso de KÖCH, qué está sucediendo en el cerebro de WAYNE.

El entusiasmo de KÖCH resulta excesivamente repulsivo para uno de los silenciosos agentes federales, quien corta secamente al doctor cuando éste explicaba por qué preferían la inserción de la aguja a través de la córnea aunque las pituitarias y la cavidad bucal también se encontraban disponibles.

El agente pregunta si BATMAN dará algún problema o intentará escapar durante el proceso.

BATMAN sacude la cabeza una vez. No. Quiere que lo prueben. Si esto es el final, si tienen que descubrir quién es, si la ciudad por la que ha luchado le ha vuelto la espalda, quiere que lo prueben de una vez.

El agente asiente.

Como si fuera un HANNIBAL LECTER, completamente inmovilizado por una camisa de fuerza a una cama con ruedas dispuesta en vertical, y escoltado por dos enormes guardas completamente acorazados con uniforme antidisturbios, BATMAN es llevado a través de los pasillos de ARKHAM, con sus enemigos haciendo mofa de su estado y lanzando inmundicias a su paso –papeles higiénicos con pegajosos excrementos y excreciones, agujas hipodérmicas usadas, escupitajos, dientes arrancados con sus raíces aún sangrantes…—, hasta una oscura sala donde tendrá lugar el proceso.

A puerta cerrada, este tiene lugar.

BATMAN comienza a revivir un bucle mental con las peores etapas de su vida, con todo el dolor y sufrimiento vivido, como víctima y como verdugo. Pero, debido a la droga, todo es aún más terrible y obsceno. Los colores se alteran en una pesadilla confusa y psicodélica.

De pronto, ya no es JOE CHILL quien asesina a MARTA y a THOMAS. Es él, BRUCE WAYNE, un BRUCE WAYNE adulto quien dispara sobre sus padres y se ríe ante el rostro de joven hijo. Pronto, su tez se vuelve blanca, su cabello verde y sus labios de un brillante color rojo.

Es el JOKER. Vivo de nuevo. Dice: “Hola, BRUCE, ¿te echabas de menos?”

BRUCE grita.

WALTER KÖCH grita.

El proceso sigue aún. Nuevas imágenes de todos los asesinatos y horrores. De todas las pérdidas sufridas, de todo el horror acumulado a lo largo de tantas noches y noches hurgando en el lado más pútrido de GOTHAM, en sus enfangadas entrañas siempre plenas de mierda y muerte.

BATMAN grita de nuevo y los agentes detienen el proceso.

WALTER KÖCH ha enloquecido. Probablemente, incluso esté muerto. La sangre mana de su nariz, sus ojos y un hilillo carmín desciende de la comisura de su boca.

BATMAN, sin embargo, sigue vivo. Conoce bien su vida y aunque ha sido terrible lo que ha revivido, no ha logrado destruirlo por completo.

Pero sí ha tomado una decisión. Una que jamás había asumido hasta ahora.

“Podría salir de aquí ahora”, dice. “Podría mataros, a todos, antes de que volvierais a respirar. Podría hacer que esto que… que me habéis hecho sea un mal chiste en comparación a lo que yo os haga. Pero, ¿para qué? ¿Para salvar qué? ¿O a quién? GOTHAM no puede salvarse. Siempre estará enferma. Siempre…”.

Y se desmaya.

 

Jueves.

La bella y triste historia de ELIZABETH DARROW.

ELIZABETH era una joven niña modelo. Tan perfecta era, que aun tenía azules ojos, bellos cabellos dorados y la mayor colección de Barbie y Ken, más todos sus complementos, que pudiera imaginarse.

Plena en salud, hermosura y riqueza aspiraba a un buen marido, una buena casa y un buen hogar, tal y como el que su madre y su padre habían forjado bajo la santa e inquebrantable unión del matrimonio.

Tan sólo que esa unión no fue tan santa e inquebrantable.

En la enorme finca en la que su apoderado padre, WILLIAM DARROW, vivía junto a su mujer y su niña querida, se ocultaba un terrible secreto. En un oscuro y falso granero, a muchas hectáreas del rosado lecho con dosel donde la joven ELIZABETH soñaba con azules príncipes a lomos de blancos unicornios, se encontraban cientos y cientos de niñas como ella, durmiendo en un duro jergón de paja meada y cagada, a la espera de su traslado.

El rancho DARROW era una tapadera para la prostitución de lujo. Anónimas menores de todas las nacionalidades pasaban allí noches enteras, hacinadas como ganado, a la espera de que grandes camiones con volquete insonorizado las redistribuyeran a los magnates clientes que gustaran de determinados apetitos.

Descubriéndose el pastel, el joven y triunfador WILLIAM quedó condenado a la silla y su joven mujer, LUCY DARROW, dejada en la pobreza, a buscar un nuevo marido.

Y a éste encontró, tras cuatro meses, en un suburbio de OLD GOTHAM, después de intentar robar algo de alimento para su desnutrida ELIZABETH.

Policía de profesión, pero con gusto salaz para las mujeres, LEONARD LEMAX decidió acoger, y abusar, de la paupérrima aunque hermosa pareja.

Tras meses y meses de cautiverio doméstico y abuso sexual, LUCY descubrió que su tormento era compartido por su joven niña, de tan sólo once años.

Una noche, LUCY se despertó y se encontró sola en la cama. El lado de WILLIAM estaba frío; llevaba tiempo fuera. Decidida a gozar de esos instantes de libertad sin vigilancia que le regalaba su insomnio, tal vez los arrumacos de una puta la habían librado de disfrutar de su magnífico marido por una vez, LUCY se levantó en busca de un refrigerio de madrugada en la nevera. Habían sobrado espaguetis con pollo y salsa de tomate. Y Dios sabía que con sus morados ocuparse de la línea era una estupidez.

Pero al llegar a la nevera, LUCY oyó un ruido. Una voz. Una voz… quejosa. Lastimera. La voz de ELIZABETH.

Silenciosamente, y tras coger un cuchillo de cocina, caminó por el vestíbulo de camino al dormitorio de su niña, dispuesta a saltar sobre el posible agresor.

Se oía a ELIZABETH: “No, no quiero”.

Y, luego, otra voz, más fuerte: “No digas que no. Yo te canto la nana. A ro-ro, mi niña, a ro-ro mi sol”.

Y luego, de nuevo, ELIZABETH: “No quiero”.

LUCY ya estaba en la puerta. Los nudillos blancos. El cuchillo bien aferrado.

Abrió la puerta.

Y cuando vio qué había al otro lado, no pudo gritar.

LEONARD, su LEO, como a él le gustaba decir, con una sonrisa porcina, estaba encima de LUCY. Encima. Empujando. Empujando mientras cantaba una nana y tapaba la boca de LUCY.

El cuchillo cayó de su mano floja.

LEONARD lo oyó y se dio la vuelta.

Y así, tras el repetido latigueo de un cinturón, la vida de LUCY, y su calvario, llegó a su fin.

El de ELIZABETH DARROW no había hecho más que empezar.

 

Cinco años de violaciones. Cinco años. Cinco veces 365. Más un día, por el bisiesto y los descuentos de cuando a LEONARD, más borracho desde la expulsión del cuerpo, no se le empinaba.

Aún así, tiempo suficiente.

Pero la vida de ELIZABETH cambia hoy.

Los payasos han venido a su casa para liberarla.

BLOODY SMILE es bueno. Le ha pintado la cara con una pasta blanca. ELIZABETH se ha reído, le ha hecho cosquillas. BLOODY SMILE no le toca como PAPÁ LEO. Le toca con cariño. Algo que ya había olvidado que existiera. Le dice que le tiene una sorpresa, que los payasos se la están preparando en la otra habitación. ELIZABETH está ansiosa por saber qué es.

BLOODY SMILE la toma de la mano y la invita a entrar al cuarto contiguo. ELIZABETH mira, con los ojos como platos.

PAPÁ LEO está completamente rodeado por los payasos. Le han bajado los pantalones y han puesto su cosita, ahora arrugada y pequeñita, sobre un taburete. Aunque forcejea y grita mucho, grita como un cerdito, lo tienen bien sujeto.

Algo asustada, la pequeña ELIZABETH mira ahora a BLOODY SMILE sin comprender. El gigante payaso le sonríe y le muestra algo en su palma extendida. Es un cuchillo. Parece poco afilado y tiene los dientes como de sierra. No cortará en un solo tajo. Habrá que esforzarse.

La nueva ELIZABETH, una payasita adorable, cuyos cabellos ya no son dorados, sino verdes, sonríe con dulzura.

Y comienza a aserrar.

Al salir a la calle, acompañada con sus nuevos amigos, ELIZABETH ve que hay mucho trabajo por hacer aún. Ya son muchos payasitos, pero necesitan ser muchos más.

Y el mundo es tan adorable…

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