Viaje por la Diosa, y por el placer de narrar
Comentario inspirado por la novela de Vander Fujisaki, una obra tan peculiar que al final me ha decidido a saltarme mi costumbre de reseñar todo lo que leo para dedicarle una mirada distinta acorde con la sorpresa que anidaba en sus páginas
Cuando era pequeño, en esos tiempos pretéritos en los que los ordenadores llegaban por primera vez a nuestro país y el mundo de los videojuegos tenía más de misterio que de impresionantes prestaciones, tuve el privilegio de disfrutar de un Amiga 500 de Commodore. Aquel ordenador que recibió mi hermano por su Comunión nos abrió las puertas de un mundo inimaginable: era el súmum, o, como solíamos decir con nuestras propias palabras, tenía incluso juegos “de máquina” (de las de los recreativos, se sobreentiende).
Aunque ahora pueda resultar terriblemente arcaico, aquel ordenador era absolutamente extraordinario en la época, y seguramente por ello nos hizo soñar como pocas cosas lo han conseguido después. Y, por el mismo motivo, no es de extrañar que se nos ocurriera hacer una historieta con los personajes de los videojuegos que más nos gustaban: el Rampage, el Marble madness, el Turrican...
Sí, el concepto inicial era un cómic, pues mi hermano dibujaba muy bien (para los cánones de nuestra edad) y a mí lo de narrar me iba mucho (había empezado mi primer libro por las mismas fechas, uno que sigue prácticamente en el mismo estado), y estaría protagonizado por nuestros héroes digitales aunque sacándolos de tiesto. Esta idea no hay que confundirla con otro tema que se ha puesto relativamente de moda en nuestros días, el fanfic, pues aquí no se trataba de recrear nuevas aventuras de unos personajes ya conocidos dentro del marco que crearon sus autores, sino de pillar lo que más nos gustaba de su entorno para sacar la historia que nos apetecía leer. Es, precisamente, lo mismo que pasa con Viaje por la Diosa.
Sin entrar en detalles de lo que la trama del libro nos trae (a parte de unas risas y un final de esos que te deja estremecido y con la boca abierta), Viaje por la Diosa rompe las barreras de lo establecido para mostrarnos una historia extraña por derecho propio. Lo es por el argumento, por la propia historia que encierran sus páginas. Al igual que hubiera pasado si hubiéramos conseguido terminar ese cómic extraño que soñamos los dos hermanos, con este libro se plantea ineludiblemente una pregunta clave: ¿Por qué demonios le iba a interesar a alguien mi historia? (En nuestro caso, ¿Qué tendría de atractiva la invasión del mundo por parte de unas bolas gigantes o unos monstruos tan grandes como peregrinos para alguien que no hubiera crecido con un Amiga 500 y el mismo repertorio de juegos y gustos que mi hermano y yo?)
La respuesta es la que tendríamos que darnos todos los escritores de vez en cuando para poder escribir con saludable sinceridad: ¿Es que no da igual?
Sí, da igual que a alguien le pueda interesar o no. Cuando debuté en esto de escribir artículos en Ociojoven lo hice precisamente con una reflexión sobre este tema (¿Sobre qué deberíamos escribir?), aunque creo que no me paré a pensar en ese intercambio implícito con el lector.
Uno crea contando con que le lean. Es normal. Sino, te lo guardas en la cabeza. De lo que nos olvidamos algunos es de que muchas veces escribimos para leernos nosotros mismos, para reencontrarnos con un yo pasado, o con un viejo amigo. A mí, personalmente, me gustaría poder leerme a estas alturas el cómic en el que el tipo del Turrican le da un poco de caña al mundo real. También en ocasiones lo hacemos para tener algo realmente nuestro que ofrecer como regalo.
Es más: de lo que nos olvidamos también casi siempre es de que sea quien sea el lector que se vaya a encontrar el texto, en realidad, en lo más profundo, narramos porque nos gusta narrar. Sin más. Es algo tan ancestral como la humanidad.
Es por ello que existen las novelas, los fanfics (nuevas aventuras de escenarios que ya crearon otros), o cosas todavía más raras, como Viaje por la Diosa, en la que en realidad nos sumergimos en un mundo nuevo en el que aparecen los ecos que inspiraron al artista sin temor a que se vean crudos. Y por eso, algún día, seguramente también habrá un cómic en el que las bolas negras del Marble Madness pongan en jaque a la humanidad (¡qué demonios!).
Es algo mágico, porque cuando el lector abra un libro como el que nos ocupa podrá encontrarse con que no está solo en sus aficiones, con que hay más gente que se ha planteado un “¿y si...?” gamberro, con que el reflejo de unas páginas puede ser el de nuestro propio espejo, o quizás con ninguna de todas estas cosas. Pero con lo que seguro que se encontrará al abrir Viaje por la Diosa, o cualquier otro libro de su familia, es con el placer de narrar.
Es una pena que, en las ediciones convencionales, a veces este simple impulso narrativo quede sepultado por las angustias propias que los seres humanos vamos apilando sobre las obras, desde el propio autor, a los editores y pasando por el propio público, aunque quizás esté en la propia naturaleza de la escritura. Así, es un alivio encontrarse con esas páginas escritas realmente con ganas, como cuando te embaucan con una buena historia en la hoguera de campamentos, porque, en cierto modo, se conecta con ese deseo primitivo de disfrutar con la narración en sí. Indistintamente de si la historia es la tuya o una que no te interesa en absoluto. Al menos, así lo siento yo.
Y, además, en el fondo sé que mucha gente estaría encantada de leer nuestro cómic de la invasión de las bolas negras del Marble Madness.
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