VGA Planets
Un vistazo a un juego tan simple como adictivo. ¿Quién no ha soñado con conquistar el espacio?
El Planets, como llamábamos al VGA Planets 3.0 (ahora descubro el nombre real y que su programador fue o es Tim Wisseman), fue un juego que me apasionó hace unos años. El concepto era sencillo y, a la vez, muy adecuado para las posibilidades que se empezaban a adivinar en Internet (aunque tenía un sistema provisto para jugar intercambiando datos con disquettes): se trataba de conseguir el control del "universo" con tu raza sobreponiéndote a las del resto de los jugadores.
La acción se desarrollaba por turnos sucesivos. Cada jugador, en su ordenador, daba una serie de órdenes a sus naves, sus planetas y sus bases (sí, solo a estas tres cosas) y luego, cuando todos habían terminado, se compilaban dichas órdenes y cada uno, de nuevo en su guarida, podía ver el resultado. El juego incluía la posibilidad, también, de enviar mensajes a los otros jugadores, una suerte de diplomacia no vinculante que podía servir para todo tipo de perrerías y traiciones.
En la versión que yo tenía, la 3.0, todo el diseño era muy modesto (las imágenes que acompañan al artículo son ya de la 3.5, y por lo que veo mediaba un mundo entre ambas), pero a la vez funcional y, de algún modo, apasionante. Todo empezaba cuando elegías tu "raza" (estaban los cyborgs, los piratas espaciales, el imperio...) y se hacía el reparto de planetas (había distintos modos de arranque, desde empezar en naves nodrizas sin mundos colonizados a repartirse planetas a diestro y siniestro al azar). Ya desde ese momento te ponías a soñar tácticas, expansiones y colonizaciones.
Luego, los turnos en sí eran bastante mecánicos. En los planetas, se podían construir minas (para extraer minerales de cuatro tipos, cuyas cantidades eran limitadas), industrias (que generaban un recurso concreto que valía para construir naves, industrias, minas, etc) o defensas. En torno a los planetas, con el consiguiente gasto de minerales y recursos, se podían construir bases estelares, donde se fabricaban naves. Estas, además, estaban por lo general armadas hasta los dientes.
Las naves venían determinadas por la raza que controlabas (aunque se podían capturar naves enemigas). Sobre un diseño concreto se montaban motores, cañones y/o lanzadores de torpedos de mayor o menor envergadura. Algunas tenían capacidades especiales, como camuflarse o transportar cazas. Además, cada nave podía realizar distintos tipos de misiones, desde perseguir a una nave enemiga, remolcar un pecio, asaltar un planeta o rastrear una zona. A pesar de la simplicidad aparente del juego, había bastantes opciones, y cosas tan simples como el orden de batalla estaban resueltas de un modo elegante y sencillo.
Al mismo tiempo, no se jugaba nada en tiempo real. Cuando al resolverse un turno había un encontronazo entre naves, por ejemplo, el resultado se calculaba, con un margen de azar, en función de las velocidades de las naves, el armamento, etc. Estos combates, que se podían ver en vídeo, eran bastante emocionantes, a pesar de las apariencias.
En cuanto a la táctica global, la verdad es que daba bastante juego, aunque en ocasiones desesperase el tamaño del universo. Era, sin duda, un juego a encarar con paciencia. Al final, la estrategia se desarrollaba en torno al control de minerales y el desarrollo de bases espaciales. Uno en concreto era vital: el que servía de combustible. Esto hacía que fuera importante no malgastarlo en desplazar naves sin ton ni son. La presencia de asteoides cargados de minerales daban una capa adicional de emoción al juego.
La única pega razonable (aunque no sé hasta que punto) que se le podría imputar al juego era la localización fija de los 500 planetas que componían el mapa de juego. Luego, también es verdad, la composición de los mismos (cantidad de mineral, raza autóctona si la había, que era otro factor tan puñetero como el gobierno de los colonos) variaba de una partida a otra.
En definitiva, un juego sencillo, elegante y adictivo que recuerdo con nostalgia y, por qué no decirlo, con ganas de echar alguna partida más.
- Inicie sesión para enviar comentarios
Dios! Cuantas horas perdidas con ese juego!
Hacía años que no oía hablar de él... El tritanium, jejeje... Muy adictivo, sí señor.
Junto con el Civilization I y las conquistas a base de un ejército de diplomáticos, estos juegos forman parte de mi niñez... Bueno, dejo de hablar que se me cae la lagrimilla :)