¿Sobre qué deberíamos escribir?

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Pequeña reflexión personal sobre la temática de la literatura y la importancia de elegir con acierto el objeto de nuestro trabajo.

 

Se ha escrito con frecuencia sobre la maldición del folio en blanco, viejo problema de todo aquel que se ha visto tentado en alguna ocasión por la literatura. Incluso se ha tratado su opuesto, la maldición de la hoja llena o el cómo insultar a nuestra propia originalidad buscando en Google. No obstante, pocas veces se enfoca el problema desde un ángulo intrínseco a ambas reflexiones, pues, vacía o llena la hoja, ¿sobre qué merece la pena escribir? Y más importante aún: ¿sobre qué debería escribir yo mismo?

 

Sobre este asunto he creído llegar a una conclusión no demasiado insulsa y que a mi parecer resulta bastante razonable. Esperando no ser demasiado pretencioso la comparto con los pobladores de la página, y pido por adelantado disculpas a Miguel Delibes por el atrevimiento de nombrarlo y de permitirme comentar su obra. Confío, en todo caso, que nunca leerá estas líneas, y que si lo hiciera no mediará ofensa sino cierta comprensión. Hay que tener en cuenta que, cuando uno escribe, lo mínimo que puede ocurrir es que alguien lo lea y, en consecuencia, piense algo, acertado o no.

 

Por centrar algo el asunto diré que esta reflexión surgió tras haber leído “El hereje” (1998), su última novela, con gran placer pero no sin cierta decepción.

 

Miguel Delibes es uno de mis escritores favoritos y uno de los grandes de la literatura española. Su técnica es magnífica y, para mí, muchas de sus novelas son auténticas obras de arte. Por eso me sorprendió que “El hereje” no llegara a tocarme. El planteamiento de la misma es bueno y la temática muy interesante, sobretodo teniendo en cuenta el gran desconocimiento del protestantismo español que, al menos yo, tenemos. Los personajes son creíbles y están bien retratados, la novela está bien documentada y, por supuesto, la pluma de Delibes es impecable. ¿Por qué le faltaba entonces la chispa con la que me había prendido en otras ocasiones?

 

Reflexioné sobre la primera novela suya que leí: “El camino” (1950). Aparentemente trata un tema mucho menos trascendental, menos serio, podríamos decir. Sin embargo, trasciende la propia historia del niño para llegar a las angustias, anhelos y amores vitales de cualquier persona. Con un lenguaje sencillo, una historia común y un escenario ordinario en el sentido de normal, el autor consigue alcanzar cotas a las que no llega con “El hereje”. De nuevo, ¿por qué?

 

No puede tratarse de un problema de escritura pues sigue siendo el mismo Delibes que nos deleitó en el pasado. No puede ser que la trama haya sobrepasado su genio; la gran maestría con la que resolvió “El príncipe destronado” (1973) desmiente tal posibilidad. No puede ser la causa una excesiva complejidad técnica, pues la novela no entrañaba un mayor desafío que “Cinco horas con Mario” (1966). La única explicación que encuentro es la temática.

 

Cuando Miguel Delibes escribe sobre los ambientes que ama, sobre sus propios recuerdos, sobre las cosas que para él son importantes, sobre aquello que conoce no sólo con el entendimiento, sino con el alma, escribe obras de arte. Y no nos engañemos, “El hereje” sigue siendo una magnífica novela, aunque, a mi parecer, le falte el corazón que pude adivinar en otros de sus trabajos.

 

Con lo aquí expuesto no pretendo sentar cátedra sobre los pensamientos de Miguel Delibes, que suyos son y él es el único que sobre ellos puede hablar en absoluto. Pero fue leyendo su obra que llegué a estas conclusiones y, como las di por buenas, no he podido resistirme a compartirlas, considerando que en el duro aprendizaje del noble arte de la escritura toda ayuda y reflexión es poca. Soy consciente de que si mis hipótesis sobre el escritor son falsas, todo el razonamiento es un castillo en el aire, pero confío que al menos como reflexión valga la pena.

 

Utilizaré como último cartucho de esta defensa la siguiente cuestión, que por casi todos podrá ser fácilmente respondida: ¿por qué hemos conseguido en ocasiones hacer reír o llorar con un relato o con una historia contada en buena compañía y, sin embargo, nuestras redacciones sobre las vacaciones del verano eran absolutamente infumables?

 

Mi respuesta es clara: para apasionar al lector hace falta que el escritor sienta esa misma pasión (o que sea un excelente mentiroso, opción no demasiado descabellada cuando se habla de cuentistas).

 

Como punto final aclararé que toda esta exposición es un canto de esperanza a la literatura “menor”, pues soy de los que cree que no existe una historia pequeña que no pueda contar grandes cosas, ni impresionantes narraciones que en el fondo no transmitan nada. Como escritor, o aprendiz más bien, de literatura fantástica o fantasiosa, quiero romper una lanza a favor de este género despreciado que insisten en decir que quedó en Verne, Tolkien, Homero o Poe. Y paradójicamente lo hago reflexionando sobre un escritor realista que una vez escribió una novela histórica, pero fantástica. No en vano, el género realista también fue tachado de menor durante muchos años.

 

Sólo espero que todas estas divagaciones sean de alguna utilidad y que no hayan molestado a nadie. Las comparto desde una absoluta humildad y con la esperanza de seguir aprendiendo, consciente de que casi siempre se hace a través de errores.

 

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Patapalo
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Qué recuerdos republicando esto... salió el 30 de abril del 2004 por primera vez. Mira que ha llovido.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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solharis
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Pues es un gran artículo que no recuerdo haber leído antes pero que no es tarde para hacerlo. Como bien dices, hay que sentir los relatos como reales. Es díficil convencer a alguien para que sienta algo que nosotros no sentimos y eso es válido para la literatura como lo es para otros ámbitos.

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Nievitas
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Cuando leí El hereje lo primero que pensé que no era del Delibes que me había fascinado con sus otras obras. De hecho estoy convencida de que él no la escribió o no la sintió (puede que sea una tontería) pero lo que seguro que es cierto es que no sintió esa historia como sintió El Camino o Cinco horas con Mario. El autor puede que sea el mismo, pero el momento no. Estoy de acuerdo contigo, el corazón del escritor en ese momento no era el mismo. A mí tampoco me llegó. Debe de ser la gloria escribir algo que llegue al corazón de tantos lectores...

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ender
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Tal vez la pregunta del título debería ser cómo escribir después de haber decidido y tener claro el tema a tratar. Vaya por delante que no recuerdo haber leído nada de Delibes pero por los títulos  referidos aquí pienso que, tal vez, sus sentimientos respecto a los temas determinaron la forma de escribir. ¿Se trata de poner todo el corazón en lo escrito?

Me gustó el artículo.

 

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