La serie no he tenido oportunidad de verla todavía, pero créeme, el comic merece mucho la pena. De hecho, dudo mucho que la serie pudiera ser muy fiel al original por la crudeza de este. Ya me contarás qué tal.
Los muertos vivientes 12: Vivir entre ellos
Reseña del tomo de Robert Kirkman y Charlie Adlard publicado por Planeta DeAgostini
El terror zombi no es más que una versión truculenta del género de supervivencia, en el que un grupo de personas son perseguidas y cazadas por unos enemigos despiadados. En una situación tan extrema es donde se manifiestan con mayor fuerza los sentimientos y las relaciones humanas de los protagonistas. No hay tanta diferencia, en el fondo, entre películas tan variopintas como El Amanecer de los muertos, Black Hawk derribado o la reciente Centurión. El punto fuerte de todas ellas no son los perseguidores, en el fondo poco más que una masa tan enorme en número como irrelevante en todo lo demás, sino los perseguidos. Entender esto y no lo contrario (primar lo pintoresco de la amenaza sobre la evolución de los personajes) es la clave para que estas obras tengan verdadera relevancia.
Robert Kirkman es plenamente consciente de este hecho y no lo ha dejado de lado ni una vez en Los muertos vivientes, su obra magna. Guionista bien particular, de una incompetencia casi absoluta cuando escribe sobre personajes ajenos (su insoportable etapa de Ultimate X-Men o la como mucho anecdótica Marvel Zombies son buena prueba de ello), se transforma en un escritor de bandera cuando se encarga de series propias. Los muertos vivientes fue desde su concepción un producto arriesgado: una serie abierta de cómic en blanco y negro sobre zombis no representa un pelotazo editorial en unos tiempos en los que Vertigo prefiere cortar por lo sano en cuanto algo huele a pérdidas y el sello Icon de Marvel se limita a aparecer de forma esporádica en el calendario. Pero Kirkman dejó claras sus intenciones desde los primeros números: más allá de la casquería, lo más importante serían las voces, los sentimientos de los protagonistas.
Hoy, doce tomos después, el dúo Kirkman y Adlard (más el dibujante inicial Tony Moore) han construido mes a mes -algo digno de destacar en estos tiempos- una serie de una solidez envidiable, que no sólo no da muestras de agotamiento, sino de todo lo contrario, de franca expansión y de una coherencia interna a prueba de bombas. Desde Rick gritando (algo impostado, de acuerdo) “¡Nosotros somos los muertos vivientes!” como cierre del primer ciclo de la colección, pasando por el traumático final del octavo tomo, Nacidos para sufrir (auténtico punto de inflexión de la serie, en el que esta podría haberse derrumbado desde sus cimientos por culpa de su brutalidad argumental), hasta el actual status quo, hemos visto moverse al variable grupo protagonista desde el temor y la candidez iniciales hasta la desconfianza y la agresividad que encontramos en este Vivir entre ellos que nos ocupa.
El grupo de Rick se topa con un asentamiento en el que todo parece ir bien y que puede hacer frente a la amenaza zombi sin problemas. El reencuentro de los, sin duda, traumatizados protagonistas con un modo de vida civilizado que creían perdido no les resultará tan fácil como debería. Este descubrimiento, que en los primeros números habría supuesto alegría para todos, será ahora una segura fuente de problemas a corto plazo. Y, por primera vez, puede que los protagonistas de la serie no sean los amenazados. Kirkman y Adlard, cada uno en lo suyo, se mueven como peces en el agua en estos números pausados, llenos de miradas suspicaces y tensos silencios, prolongando así el estado de gracia en el que se encuentran desde que iniciaran esta aventura.
Los muertos vivientes no es una colección estática, como Los Simpsons o, en menor medida, las series de superhéroes. Los personajes envejecen y cambian sus ideales y, como en la vida misma, atraviesan etapas vitales bien diferenciadas. La actual es intimista, opresiva y doliente; aunque ya comienza a vislumbrarse un nuevo fin de ciclo en el horizonte. Más vale estar preparados.
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la verdad es que me he enganchado a este comic a partir de ver la serie de tv, pero desde luego la serie de tv deja mucho que desear