Sevilla Escribe

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Una columna personal sobre colectivo literario homónimo

No hace mucho tiempo que se me volvió a plantear la cuestión, o que alguien se la planteó a uno de mis compañeros y a través de éste llegó a mis oídos. No importa cómo fue en esta última ocasión, es un hecho que lleva tanto tiempo repitiéndose que ha perdido cualquier excepcionalidad por el camino. Es una pregunta de formulación sencilla pero difícil de contestar: ¿qué es Sevilla Escribe? Una pregunta con mil respuestas incompletas, sobre todo porque lo que Sevilla Escribe es ahora mismo puede que deje de serlo dentro de un momento, o de una suma de momentos con suficiente entidad como para llamarlo época. Por eso no me voy a preocupar de explicar nada, ni de venderlo, ni de convencer o iluminar; sólo voy a contar una parte de una historia, la mía, con la esperanza de que a través de ella otros puedan ver lo que yo veo cuando miro a Sevilla Escribe.

Para fijar un recuerdo de inicio me tengo que trasladar al año 2007, a la época en que en mi ciudad, Sevilla, se organizó la Hispacón. Yo asistía al evento con mi inseparable de estos saraos, Ernesto Fernández, nuestro grumete de travesías etílicas, Miguel Cisneros, y Miguel Puente, que venía desde Madrid con la sana intención de dejarse arrastrar al lado oscuro por sus malas amistades sevillanas. De lo que fue el evento ya hablaron otros, y de lo que fue “nuestro evento” prefiero que no hable nadie, pero para lo que nos ocupa sí que viene al caso hablar del reencuentro que tuve allí con mi viejo amigo (y cuando digo viejo me refiero a que hace más de media vida que lo conozco) Ángel Vela. Ya nos habíamos visto unas fechas antes, en las Jornadas de Literatura Fantástica que se celebran en la cercana localidad de Dos Hermanas, pero de aquello lo único que sacamos el uno del otro fue saber que cada uno andaba jugando a compartir ilusiones literarias en este o aquel foro, con estos o aquellos amigos, y en su caso con el inicio de un grupo de afines residentes en Dos Hermanas o en Sevilla que les permitía organizar tertulias. Aquello me dejó interesado, ya que siempre había sido mi ilusión el compartir mi afición literaria con personas de carne y hueso y no sólo avatares o nicks. Cierto era que Ernesto y Miguel estaban ahí, pero éramos pocos y apenas coincidíamos en tiempo y lugar.

Ya en la Hispacón tuvimos mucho más contacto con Ángel, y éste sedujo con sus característicos cantos de sirena afónica a Ernesto, que me arrastró a mí para que probáramos aquella tertulia literaria del amigo Ángel. Todo era eso, una simple prueba, y si nos cuadraba ya teníamos la tertulia física que también Ernesto llevaba tiempo buscando. Por unas cosas u otras, entre ellas supongo que la desgracia, aquello no salió bien, pero el germen ya estaba ahí, porque ni a Ernesto ni a mí se nos habían pasado las ganas de tertulia, y Ángel, aficionado a embarcarse en nuevas aventuras mucho antes de acabar con las que tiene entre manos, ya estaba pensando en otro colectivo con el que dar rienda suelta a su hiperactividad.

Al final nos decidimos, Ángel Vela, Ernesto Fernández, Javier Sosa, un servidor y algún que otro miembro temporal, aceptamos el espacio que Inés nos cedía en su tienda de historias encuadernadas, La Araña, y comenzamos a reunirnos. Al principio no sabíamos muy bien qué hacer, y éramos pocos para apelar al grupo. Ángel rápidamente tomó el mando de las relaciones públicas y fue tirando de contactos, creó un foro para comunicarnos y un blog para hacernos visibles, usó su omnipresencia internáutica para buscar por todos los rincones, y así fueron llegando Fran J. Franco, Juan Díaz, José Manuel Nogales, Salva Navarro y tantos otros que fueron pasando o quedándose, que aportaron y ayudaron a que la inercia no se detuviera, a que no hubiera última tertulia después de los días de suma de ausencias o los periodos de inactividad. Algunos proyectos iniciamos los que vivimos aquellos momentos, y aún está por ver cuales se quedan inconclusos. Hicimos lo que pudimos… o lo que quisimos, quién sabe.

Aquella fue una época que podríamos llamar local. Sevilla Escribe siempre estuvo abierta a completar sus tertulias con cualquier otra actividad que sólo requiriera del contacto en línea, pero apenas se había dado el caso, y como lo que parecía más seguro era la abducción por proximidad geográfica y soledad en la afición, es donde siempre habíamos puesto más interés. Pero todo eso cambió, a varios no nos parecía suficiente lo que podíamos hacer con el material humano del que disponíamos, sobre todo el incombustible Ángel, y la repentina aparición de Alejandro Castro y Vanesa Benítez, que desde Málaga habían recogido aquel mensaje embotellado que tiempo ha habíamos arrojado al proceloso mar de Internet, fue el inicio de la nueva orientación.

El principio fue una novedad para todos, para los que fueron llegando (en gran medida por la persistencia de ya saben a quién me refiero) y también para los que llevábamos tiempo parando por aquellos pagos, que vimos cómo todo fue creciendo de manera un tanto anárquica, cómo hubo que cambiar de perspectiva. Los nuevos fueron ampliando y completando, haciendo ver posibilidades en las que nadie había pensado, reclamando lugares e iniciativa, y los viejos tuvimos que hacer sitio y colaborar, adaptarnos, y arrimar el hombro para propiciar un cambio a mejor.

Desde entonces no ha pasado demasiado tiempo, no en comparación con el transcurrido desde que todo esto comenzó, pero la cantidad de movimiento y actividades que se han apoderado de lo que antes solía ser un remanso de paz (que bien que nos pesaba) han superado lo que antes se hizo en tanto tiempo o no se pudo hacer. Todo está desatado, y además sigue creciendo con el mismo descuido y desenfreno. Se acerca el momento en que nadie podrá participar en todo, en que sólo con la ayuda de un guía sea capaz el recién llegado de hallar lo que busca entre la maraña de hilos que se enredan y mensajes que se solapan, el tiempo en que uno no tenga contacto con algunos de los que comparten el mismo espacio o que éste se nos quede tan pequeño que tengamos que trasladarnos. O quizá no, quizá todo se pare más tarde que pronto y lo que ahora son ilusiones no dejen atrás más que un triste recuerdo de lo que pudo ser y no fue.

Quién sabe, todo está por ver. A veces miro a Sevilla Escribe y me pierdo entre los mensajes de su foro sin hallar lo que andaba buscando, otras veces calculo lo que me queda por hacer de mis tareas para con el colectivo y no termino de estar seguro de si merece la pena, también hay momentos en los que pienso en todo lo que se pierde por no estar de verdad organizados y porque nunca nos podremos organizar, o que esto no es más que un globo que el niño envidioso de turno no tardará en venir a explotarme. Todo eso es lo que veo a veces; lo que veo siempre cuando miro a Sevilla Escribe es que allí están los míos, aunque a muchos de ellos no los conozca más allá de un nombre y unas cuantas referencias más, y eso hace que me olvide de todo lo que veo a veces.

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Patapalo
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Una bonita columna. La verdad es que Sevilla Escribe es ya un laberinto considerable en el que perderse, y hablo con conocimiento de causa. Al mismo tiempo, su dinamismo es envidiable.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

Columna cortesía de Sevilla Escribe: http://sevillaescribe.blogspot.com/

 

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