Gran película, de visionado mas que recomendable...
¿La ley es la ley?
Crítica de Vencedores o vencidos, la mítica película de 1961 realizada por Stanley Kramer sobre los juicios de Nuremberg.
Los Juicios de Nuremberg (1945-1946) fueron un conjunto de procesos jurisdiccionales emprendidos por iniciativa de las naciones aliadas vencedoras al final de la Segunda Guerra Mundial, en los que se determinaron y sancionaron las responsabilidades de dirigentes, funcionarios y colaboradores del régimen nacionalsocialista de Adolf Hitler en los diferentes crímenes y abusos cometidos en nombre del III Reich alemán.
El proceso que obtuvo mayor repercusión en la opinión pública mundial fue el conocido como Juicio principal de Nuremberg, dirigido a partir del 20 de noviembre de 1945 por el Tribunal Militar Internacional (TMI) (cuyo sustento era la Carta de Londres), en contra de veinticuatro de los principales dirigentes supervivientes del gobierno nazi capturados, y de varias de sus principales organizaciones. Otros doce procesos posteriores fueron conducidos por el Tribunal Militar de los Estados Unidos, entre los cuales se encuentran los llamados Juicio de los doctores y Juicio de los jueces.
Aunque la legitimidad del Tribunal estuvo en entredicho desde el primer momento -al no existir precedentes similares en toda la historia del enjuiciamiento universal-, los trabajos realizados para la tipificación de los delitos (también hasta entonces insólitos en su magnitud) y los procedimientos para el desarrollo de la causa servirían en adelante para la constitución de la justicia internacional.
Los jueces, juzgados
El llamado Juicio de los Jueces, seguido contra abogados y jueces que establecieron el aparataje jurídico nacionalsocialista, es el que ocupa el argumento de Vencedores o vencidos. Dieciséis personas fueron acusadas y encontradas culpables de conspiración criminal, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Entre estos crímenes destacaba la aplicación de las leyes de higiene racial y las leyes y decretos contra la población judía. Los acusados sometían por orden judicial a los enfermos a esterilización médica y condenaban a prisión y a pena de muerte a judíos que tuvieran relaciones sexuales -probadas o no- con alemanes. También condenaron mediante orden judicial a miles de personas a confinamiento en los campos de concentración.
En el film, Dan Haywood (interpretado por el siempre sólido Spencer Tracy) es un magistrado estadounidense jubilado que llega en 1948 a la ciudad de Nuremberg para encargarse de la difícil labor de juzgar a cuatro jueces alemanes por su complicidad con el régimen nazi.
La película se hizo tan sólo quince años después del final de la Segunda Guerra Mundial y, como muchas otras películas que tratan de estos años, aborda el debate sobre la responsabilidad del pueblo alemán en las atrocidades cometidas por los nazis. A través del personaje principal, cuyos esfuerzos van dirigidos siempre a comprender, el espectador de esta obra cinematográfica intenta también entender.
Ante el tribunal, defensa y acusación exponen sus argumentos con contundencia. Es destacable el trabajo de Maximilian Schell (que le valió un Oscar al mejor actor, desbancando a Spencer Tracy, que estaba nominado en la misma categoría), que interpreta al abogado de la defensa. El apoyo de la Corte Suprema de Estados Unidos a las prácticas eugenésicas (eugenesia es una filosofía social que defiende la mejora de los rasgos hereditarios humanos mediante varias formas de intervención) o las palabras de elogio de Winston Churchill hacia Adolf Hitler son algunas de las bazas de un hombre que intenta dar algo de esperanza al pueblo alemán vencido y avergonzado.
¿Tenían acaso estos magistrados otra opción? ¿No era su obligación patriótica cumplir la ley, fuese cual fuese? ¿Podían prever lo que supondría no rebelarse?
Interpretaciones inolvidables
El telón de fondo de la Guerra Fría supone una presión añadida para los encargados de impartir justicia. El film presenta detalles interesantes que dotan de profundidad a la trama, como el del periodista que asegura que los juicios sobre el nazismo ya no interesan a la opinión pública o el del militar estadounidense que desea la absolución de los acusados para no perder el apoyo europeo en un posible nuevo conflicto.
También tiene momentos memorables, como el de testimonio de Montgomery Clift, que interpreta a un retrasado mental que fue esterilizado por los nazis de acuerdo a las leyes sociales. También la desgarrada aparición de Judy Garland, interpretando a un personaje real que sufrió dos años de prisión por “relación impropia” con un judío. Se trata del verídico “Caso Katzenberger”, en el cual el hombre fue sentenciado a muerte.
Marlene Dietrich interpreta a la viuda de un militar nazi ya ajusticiado. Este personaje femenino viene a compensar las potenciales ansias de venganza del pueblo americano, representando todo lo bueno de una Alemania culta, sensible y hermosa. La escena de la taberna, cuando ella le dice a Tracy que si quieren vivir, tienen que olvidar, es una de las más emotivas que ha creado el séptimo arte. Cuando aún tenemos en la retina las terribles imágenes de lo que se halló al liberar los campos de concentración (que se han proyectado en el juicio y son imágenes reales), asistimos a los cantos y bailes despreocupados de un pueblo que sólo quiere olvidar. Dietrich trata de convencer a Tracy de que ellos ignoraban los horrores del Holocausto: niños ahorcados, montañas de cadáveres desnudos, trozos de piel humana sobre la que se dibujaban cosas obscenas, piezas de osamentas humanas utilizadas como ceniceros…
Burt Lancaster, que nos regala una interpretación contenida y sublime, protagoniza el clímax del film, al admitir que su condena es justa. “¿Cómo podíamos saber que habría millones de muertos?”, espeta a Tracy, justificándose finalmente. Tracy da una respuesta para el recuerdo: “Lo supo la primera vez que condenó a un hombre, a sabiendas de que era inocente”.
Vencedores o vencidos es cine con mayúsculas, en glorioso blanco y negro, sin efectismos, sin sensacionalismo, sin maniqueísmos ni propaganda. Tres horas de película bien justificadas que merecieron once nominaciones a los Oscar, que se pasan en un suspiro disfrutando de memorables actuaciones y un guión adaptado que se llevó el preciado galardón.
A los juzgados se les condenó a cadena perpetua, que no cumplió ninguno de ellos. Cuando el abogado defensor vaticina que va a ocurrir esto, Tracy contesta: “que ocurra, no significa que sea justo”.
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Es una de las mejores películas sobre este tema porque se aleja del discurso fácil y maniqueo que dices para exponer su complejidad. Igualmente hay que destacar como haces las interpretaciones.
Al que le guste el buen cine ya sabe...