Los amigos se cuentan con los dedos de la mano.
14 de febrero, día del amor y la amistad
De amor, como todos, no sé casi nada. De la amistad, he ahí mi visión. Sin concesiones.
“Yo quiero tener un millón de amigos”, eso decía la canción. Supongo que Roberto Carlos hablaba por todos, por eso me resulta irónico el hecho de que todo el mundo quiera tener un amigo pero sean pocos quienes se ofrezcan a ser uno. A lo mejor porque es más fácil pedir que dar. Aun con eso, estoy seguro de que muchos todavía preferirían tener un millón de euros. Qué mala es la plata, ¿verdad? Esa plata que compra por treinta monedas, cuando la mejor baña una Luna llena.
Por suerte el dinero no compra nada de valor, ni lo arregla todo, mientras que un amigo, si bien tampoco lo arregla todo, no tiene valor, y por eso no puede comprarse. El oro de un corazón compañero, eso sí es un tesoro, y no un saco de dinero.
Si alguno de vosotros cree que tiene un millón de amigos, que haga otra vez bien las cuentas conmigo. Primero que revise su cuenta bancaria, que cuando esta aumenta, aumentan los amigos.
Quien siga pensando que se puede tener un millón de amigos, que abra bien los ojos y empiece a recordar si no están solos los que andan llenitos de despojos. Pero que rememore también su vida personal, que me diga a quienes vio a su lado cuando todo iba mal, quienes fueron los que le ayudaron desinteresadamente y quienes estarán cuando en su final la vida se le vaya a acabar. Y si vamos más allá, que adivine quienes de entre sus amigos verán poco a poco bajar su tumba, que eso ya se advierte en las miradas profundas.
Pero si alguien sigue creyendo que tiene un millón de amigos, que aprenda y comprenda que no es lo mismo que alguien sea tu amigo a que seas amigo de alguien. Y quien quiera presumir de que tiene un millón de amigos, que presuma primero de estar cuando uno de ellos le necesitó. Y que presuma también del amigo aquel que, estando a la deriva, llegó un día sin más y sin hacerse notar le dejó un salvavidas.
Que los verdaderos amigos caben en un cajón... y cuando las cosas van mal ya nunca nadie te recuerda. Y si sigues pensando que tienes un millón de amigos, recuerda lo que te rodea y cómo está el mundo de hundido por si algún día las cosas cambian y, lo mismo que estás arriba, caes porque llega un ciclón que se lleva tu suerte... y tus amigos.
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Un tema interesante para reflexionar, compañero. Dicen que a veces los tesoros no se ven hasta que se pierden... Gracias por compartir el pensamiento.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.