Había cruzado valles, montañas, llanuras y desiertos, viajado entre mundos, entre tiempos, retornado sobre sus pasos una y otra vez en busca de las claves escondidas en pasados paralelos; había encontrado la forma de vivir para toda la eternidad pero ésta era escurridiza, por mucho que la persiguiera parecía que la mayor fuerza del multiverso también era la que elegía dónde y cuándo estar.
Por mucho que hubiese cambiado y por mucho poder que tuviera no había sido ni siquiera capaz de enfrentarse a ella. ¿Había permanecido invisible como un virus que se extiende destruyéndolo todo frente a unos linfocitos aletargados por el tiempo? No, imposible.
Le había tendido trampas y las había sorteado antes de que siquiera las hubiese ideado. Su enemigo atravesaba la realidad como la luz se refracta por el agua, dejando una serie imperceptible de cambios que terminarían afectando a todos los seres que ha habido y habrá. Cuántas veces se ha asesinado en otras épocas, en otros universos para llamarle y, una vez parado el tiempo, sólo ver su rastro y huella congelados y ni tan sólo logró atisbar su sombra.
Muchos eran los nombres que recibía esa fuerza todopoderosa, era la creación y la destrucción, el orden como solución de un caos que se alinea en el infinito, era todo y nada, tú mismo, y tú antes de ser tú y antes de que este mundo existiera, era tiempo y espacio porque toda la existencia empezaba y acababa consigo. Era la clave de la efigie que no se agota, se reinventa infinitamente y lo domina todo. Él quería ese poder.
Ahora se hallaba donde había partido, mirando a su mundo de origen desde los restos huecos de un planeta rojo convertido en polvo y rocas en suspensión.
Dentro de cinco mil millones de años, iluminada por el fuego de un gigante rojo, la Tierra era un cementerio de metal donde las máquinas que exterminaron a los humanos también se extinguían entre montones de chatarra. Ahora todas las preocupaciones del pasado carecían de sentido; había visto el origen de ese planeta y su futuro fundiéndose a mil millones de grados kelvin, y lo único que había aportado esa partícula insignificante era su nacimiento, el segundo. Cerró los ojos y pensó en Leo, a un millón de años luz de allí; pero algo había cambiado antes de que se formara ese pensamiento.
Abrió los ojos y una oscuridad total los cubrió. Por primera vez en toda su existencia dejó de sentirlo: aquí no hay realidad. Abrió los ojos de nuevo y vio un punto en el espacio resbalando en el vacío y formando una línea, de ésta surgieron muchas otras que se alejaron en la profundidad y se juntaron en el infinito; las líneas se replegaron hasta convertirse en un punto y cerró los ojos. Despertó. Se hallaba en un lugar irreconocible, desorientado y perdido; sus sentidos le decían que se encontraba más lejos de a donde podía ir y más pronto de cuando podía estar. ¿Era esto el Infinito?
Su pregunta avanzó desde el horizonte como ondas irregulares de magnitud creciente esculpiendo la tierra; temblaba por dentro y con él todo el multiverso se encontraba en resonancia: era el rugido de la creación.
Alzó los brazos para parar el tiempo, el suelo se abrió a su alrededor, en el cielo se formó una espiral de universos aún no formados y a través de la oscuridad surgió un vacío, nacido de la nada; sintió una agonía infinita y todo estalló a su alrededor. Bajó los puños mientras todo se transformaba ante sus ojos y la nada cobró forma; el caos se replegaba en tiempo y espacio de una manera imposible, irrealizable, elementos desconocidos se creaban y desaparecían torno a ella, la consecuencia de una acción era causada por su derivada, movimientos absurdos en un tiempo constante; ante él apareció la Clave, y la idea terminó de ser formulada, con una imagen: la suya.
Me has estado buscando toda la vida, desde antes de que existieras. Tú crees que yo creo la existencia pero ésta no se crea, sólo es; y yo soy la existencia. Crees conocerme bien pero conozco las dudas que forman tu conciencia: ¿Dónde se encuentra el multiverso? ¡Aquí! En lo infinito; ¿qué es? Sólo una imagen externa de mi interior. Pero conocer no te hará poderoso…
—¡Pero sí acabar contigo!
Aunque pudieras destruirme sólo lograrías devastarlo todo antes de que volviese a nacer.
—¡Nooo…!
Su puño se detuvo por la mano de su réplica, mientras que el otro atravesó la cabeza como si se hundiera en la arena, las partículas se reintegraron y ambos se repelieron como polos idénticos. Sendos oponentes alzaron las manos y surgieron astros sobre ellos que se destruyeron al instante como una lluvia de bolas de fuego girando sin control; la clave plegó el espacio y sus puños chocaron recibiendo las fuerzas opuestas, separándose; como respuesta proyectiles de antimateria la atravesaron desintegrándola por completo, pero ésta se levantó como un cuerpo todo formado de luz. Los golpes de uno atravesaban los del otro, cientos de mundos fueron exterminados tras la última barrera, donde nadie parecía vencedor en este duelo de titanes. Con sus manos partió un planeta en dos, salió a través de la nebulosa y entonces miró detrás de ella, cerró los ojos y, al abrirlos, un gigantesco agujero negro se alzó con todas las fuerzas que le quedaba, absorbiéndolo todo, y haciendo prisionera a la luz.
Despertó.
—¿Es esto real?
No, la realidad ya no existe.
—¿Qué ha ocurrido con todo?
Ya no existe, no existe, no existe…
—Entonces esto es el Infinito y yo el creador.
Y así fue, y así será, bucle infinito, duelo al principio y final de los tiempos, donde la creación se destruirá a sí misma para luego nacer de nuevo.
Estos relatos sobre la creación del mundo me abruman un poco. Necesito degustarlos poco a poco, porque me sobrepasan. De momento, lo que más he disfrutado es la música: muy inspirada.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.
Me acabo de fijar que ese donde y cuando no deberían llevar acento. Es el maldito énfasis de esta ciudad, que te hace acentuarlo todo. El relato en sí no deja de ser otra evocación (lo típico de las teorías de la percepción de Piaget de hacer al otro ver lo que no hay -en este caso- escrito) pero elevada al cubo. La imaginación astronómica tiene los mismos límites de nuestra práctica con la imaginación; si Dalí veía formas en la pared, lo mismo deberíamos ser capaces nosotros de hacer ante un folio -pantalla- en blanco. Sólo que no voy a poner frase+espacio en blanco, el escenario debe trasladarse a nuestra imaginación y, ahí, darle manga ancha para sondear sus abismos más profundos.
Ahora escribo de forma más concreta pero en estos textos, me apoyo en lo que aporta la música, la imagen y lo que ponga de su parte la imaginación. En muchos casos es confuso y es que he tratado temas que necesitan de esa confusión, porque si tuviera como máxima que todos entendieramos todo lo que ocurre (magia, terror y ¿filosofía? en el caso de este último) no sería lo mismo, necesitan ese aura difusa por encima que sea más bien intranquilizadora. No es que yo no haya contado cosas que me imaginaba, es que he dejado los huecos de lo que no me imaginé para provocar la misma sensación de miedo hacia la propia historia. Por que en los tres casos da la sensación de que como ahondes en las razones que los expliquen, te vas a volver loco.
Reflexiones locas
El genio se compone del dos por ciento de talento y del noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación ¦
Como bien dice Patapalo, relato abrumador. Me asombra su riqueza de ideas y su críptica trascendencia, que más que como concepto, se me revela como musicalidad y ritmo en el lenguaje.
En cuanto al ritmo, en la segunda parte está amoldado al del fragmento de música que correspondería; si bien me he encontrado con la dificultad de sostener un tono único durante mucho tiempo porque los puntos suspensivos y el espacio marcan una pausa que o bien no llega o bien se corta. Y bueno, he intentado componer el texto, supliendo esa carencia al comparar el lenguaje musical y escrito, de forma que necesites respirar en esos espacios y sea un poco equivalente al símbolo del calderón.
El genio se compone del dos por ciento de talento y del noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación ¦
A mi me ha resultado un poco confuso, sí he notado que el ritmo del relato va muy bien con el de la música y que lo enriquece, pero el texto me ha resultado..., no sé, es bonito pero no me ha emocionado.
Repito lo dicho en otro comentario. No me va los textos tan líricos y me abruman con sus vericuetos, aunque con un acompañamiento así, todo consigue tocar la fibra sensible.
Sí, el lirismo es tal que no se trata de un texto acompañado por la música, sino complementado con ésta. Y lo que transmite uno, no lo hace el otro por redundancia. En cualquier caso tiene un carácter experimental porque aun hoy estamos muy lejos de encontrar el equilibrio entre ambas artes y eso, a la vez que expande las posibilidades, limita la aproximación hacia lo perfecto (porque resulta más difícil que hacer texto o música por separado).
El genio se compone del dos por ciento de talento y del noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación ¦
Estos relatos sobre la creación del mundo me abruman un poco. Necesito degustarlos poco a poco, porque me sobrepasan. De momento, lo que más he disfrutado es la música: muy inspirada.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.