Pajarracos

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Dejé mi trabajo en el zoológico cuando ejecutaron delante de mí a uno de aquellos pajarracos.

Para que no se escaparan volando, los encerraban en jaulas, aunque, en realidad, yo nunca había visto volar a ninguno. Sus alas eran, más bien, decorativas, a pesar de que extendidas podían llegar casi a medir dos metros de envergadura.

Las jaulas donde los encerraban habían sido diseñadas para tres o cuatro de ellos, pero por lo general amontonaban dentro a ocho o a nueve sin ningún tipo de clasificación y sin importarles que fueran varones o hembras. A pesar sus rasgos humanos y de los restos paleográficos que se encontraron en sus ciudades, no dejaban de ser pajarracos.

Mi última mañana en el zoológico llegó una nueva remesa. Serían diez o doce. Protestaron porque no cabían todos en la misma jaula. Uno de los guardas eligió una hembra al azar y la obligó a arrodillarse en el barro frente a la puerta abierta de la jaula. Le rasgó esa especie de saco marrón que utilizaban de uniforme y dejó sus pechos al aire. Toda su piel azul estaba surcada de tatuajes geométricos.

A aquella hembra le habían serrado las alas de la espalda. Tuvo la mala suerte de que fueran blancas. Eran las más suaves. En el mercado negro se cambiaban por diamantes.

—Veréis qué rápido soluciono los problemas de espacio dijo el guarda.

Desenfundó el revólver y lo colocó en la cabeza rapada de la hembra. Cuando apretó el gatillo y no se escuchó la detonación, la hembra sonrió.

—Mira al suelo, bicho.

El guarda apretó el gatillo, una, dos, tres, cuatro, cinco veces más. Muchos pajarracos graznaban desde dentro de sus jaulas con cada nuevo giro en vano del tambor.

—No creeríais que iba a gastar una bala en este maldito pajarraco gritó el guarda.

Agarró a la hembra por la frente, tirando de su cabeza hacia atrás. Cuando la hembra sintió la navaja en el cuello, dejó de sonreír. Más que un graznido, aquello pareció un grito.

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
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Terriblemente perturbador. Bravo. Lo he pasado mal leyéndolo, y eso que es breve y son "pajarracos". La naturaleza humana puede ser escalofriante incluso acomodada tras algunos velos. Muy buen relato.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Léolo
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Enigmático, terrible y cruel. Una píldora que deja buen (o mal, según como se mire) sabor.

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Nachob
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Poblador desde: 26/01/2009
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La palabra es terrible. Una historia que te deja sobrecogido más que por lo que dice por lo que insinua, y eso hace que se te quede corta. Pero puede que esa sea precisamente su mejor virtud.

Enhorabuena.

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Raelana
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Es un relato corto y directo, va a las entrañas, sin concesiones, no sólo es cruel lo que se relata sino también la forma de contarlo, imposible quedarse indiferente al leerlo, te ha quedado muy bien.

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