La casa infernal

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Hay quien cree que las casas, al igual que las personas, guardan recuerdos de los hechos que acontecieron en ellas. Unos creen poder explicarlo mediante la Ciencia mientras que otros creen que los objetivos de estas fuerzas incluyen la destrucción de aquellos incautos que se ponen a su alcance.

 

Sinopsis

Durante más de veinte años, la Casa Belasco ha permanecido vacía. Considerada el Everest de las casas encantadas, es una venerable mansión cuyas sombrías paredes han sido testigo de escenas de horror y depravación inimaginables. Las anteriores expediciones que han tratado de investigar sus secretos han terminado en desastre, siendo sus participantes destruidos por el asesinato, el suicidio o la demencia.

 

Ahora se prepara una nueva investigación que llevará a cuatro extraños a la mansión prohibida, decididos a descubrir en la Casa Belasco los secretos definitivos de la vida y la muerte. Cada uno tiene sus propias razones para arriesgarse a sufrir tormentos y tentaciones desconocidos pero, ¿podrá alguien sobrevivir a aquello que acecha en la casa más peligrosa del mundo?

 

Sobre el autor

Richard Burton Matheson nació el 20 de febrero de 1926 en Allendale, New Jersey. Comenzó a escribir a la edad de ocho años, fascinado por las historias de fantasía. Creció en Brooklyn y se graduó en la Brooklyn Technical High School. Después cumplió servicio militar como soldado de infantería en la Segunda Guerra Mundial, tras la cual cursó estudios de periodismo en la Universidad de Missouri. A principios de los años cincuenta comenzó a forjarse un nombre como escritor de ciencia ficción y terror publicando, además de muchos relatos, dos de sus novelas más conocidas: El Hombre Menguante y Soy Leyenda. La industria del cine se fijó rápidamente en este escritor de estilo tan visual y directo y con historias que representaban una auténtica revolución en su género. Poco tiempo después comienza a trabajar como guionista, productor e incluso actor para Hollywood, aunque sin descuidar su faceta de escritor. Ha publicado más de veinte novelas y cien relatos cortos, ha escrito diecinueve guiones para cine y más de sesenta para la televisión, de los que podríamos destacar catorce episodios de la mítica serie de ficción The Twilight Zone.

 

Richard Matheson está dotado de un estilo visual que resulta muy directo, sin ornamentación superflua que haga que el interés de la historia decaiga por culpa de la profusión de datos o reflexiones innecesarias que despisten la atención del lector. Sin embargo, esto no significa, en modo alguno, que sus historias carezcan de profundidad u originalidad. Muy al contrario. Por ejemplo, Soy Leyenda da la vuelta al clásico argumento vampírico y nos presenta a un ser humano, el único de su especie, como el monstruo al estar compuesta toda la humanidad por no-muertos. En El Hombre Menguante los objetos y animales más cotidianos se convierten en una amenaza letal para el protagonista. Una sesión de hipnosis hace que el protagonista de A Stir of Echoes (me niego a llamarla por ahora El Último Escalón) se convierta en un médium, habilidad que casi le conduce a la locura. En la presente novela, La Casa Infernal, da una vuelta de tuerca (y Henry James estaría orgulloso) al viejo argumento de las casas encantadas que, en sus expertas manos, se vuelve original hasta el punto de parecer novedoso.

 

Sinopsis

Con la excusa argumental de un millonario moribundo que desea saber si existe vida tras la muerte, un grupo de investigadores viajan hasta la Masión Belasco que, como reza la leyenda en todo momento, es el Monte Everest de las casas encantadas. En ella se han producido todo tipo de fenómenos paranormales: apariciones, escritura automática, comunicaciones en sueños, fenómenos eléctricos, levitación, precogniciones, posesiones, telequinesia, olores extraños, estigmas, transfiguración, fenómenos poltergeist, bilocación, desmaterializaciones… la lista es interminable. Matheson hace uso de este abrumador elenco de fenómenos situando a los personajes, y por ende al lector, ante un desafío que se antoja como imposible. Para aumentar aún más esta sensación de inquietud, el autor nos presenta a uno de los personajes, Benjamín Fischer, que es el único superviviente de una anterior expedición a la casa encantada realizada en 1940. En aquel entonces era un niño prodigio de quince años dotado de unas habilidades psíquicas remarcables. Pero dichas habilidades de nada le sirvieron contra la imparable fuerza demoníaca que habitaba la mansión Belasco. Al principio, lejos de resultar una ayuda para el grupo, su presencia en la novela supone un vaticinio de cuanto el resto de personajes van a encontrar en su estancia en la mansión. La intención de Fischer no es descubrir misterio alguno; sólo pretende mantener levantados sus escudos mentales, esperar que el tiempo acordado transcurra lo más tranquilamente posible, salir con vida de la mansión y cobrar el dinero prometido. En La Leyenda de la Mansión del Infierno (John Hough, 1973) su papel está interpretado por el británico Roddy McDowall, el inolvidable cazavampiros de Noche de Miedo (Tom Holland, 1985) en una actuación sublime que calca a la perfección el personaje. El resto de personajes fueron adaptados a la gran pantalla de forma muy incompleta con respecto al libro original, no así el desarrollo argumental, por lo que no incidiré más en este tema.

 

El uno de los extremos que se oponen a las ideas de Benjamín Fischer se encuentra el doctor Lionel Barret, físico e investigador reputado, que constantemente racionaliza todos los hechos que se suceden en la tenebrosa Mansión Belasco. Sin embargo no se trata del clásico investigador totalmente escéptico ante hechos que son más que evidentes: el doctor Barret cree en los poderes ocultos de la mente humana y en los residuos que estas fuerzas pueden dejar en algunos lugares, causando todos los fenómenos de naturaleza paranormal que suceden en los lugares que la gente considera encantados. Para él, las llamadas fuerzas ocultas nacen de la ignorancia y la superstición acerca de ciertos fenómenos físicos y de fuerzas telequinéticas que algunas personas son capaces de poner en funcionamiento. Por lo tanto, su convicción en la no supervivencia del ser humano tras la muerte es completa. Como puede verse, Lionel Barret es el personaje enfrentado en creencias (que no en su interacción) a Benjamin Fischer. Florence Tanner es una ex actriz y médium, que interpreta el papel de la fiel crédula dispuesta a aceptar cualquier cosa que le digan que ratifique sus esperanzas y creencias. Así, es presa fácil para la casa cuando se le aparece el espíritu del hijo de Emeric Belasco, Daniel, pidiéndole ayuda para poder escapar de las garras de su pérfido padre. Florence sí se convierte en el contrapunto más radical del doctor Lionel, despertándose una gran animadversión entre ambos debido a lo enfrentado de sus creencias. En medio de todo este choque de creencias se encuentra Edith Barret, la bella y fiel esposa del doctor Barret, que únicamente se encuentra en la Mansión Belasco como acompañante de su marido. Sin embargo, también se ve atrapada en las desgracias y tragedias que están por venir.

 

Análisis

Creo que todos los amantes de la literatura de terror coincidirán en esto: a pesar de las diversas y complejas tramas que pueden usarse en el género, pocas son tan interesantes y han sido tan explotadas como las casas encantadas. Por las vivencias en ellas compartidas, las personas les atribuimos ciertas cualidades a esas edificaciones que, en un principio, parecerían únicamente propias de seres humanos. Tenemos casas que son alegres, tristes, refugios contra la monotonía… y tenemos casas encantadas. Determinadas entidades, sucesos o energías parecen negarse a abandonar el edificio en el que estuvieron durante cierto tiempo. Pero, ¿son energías con autonomía, objetivos propios y pertenecientes a personas ya descarnadas o, por el contrario, son meramente ecos del pasado que reverberan en el presente? La respuesta a esta pregunta supondría la diferencia entre tener una prueba tangible de la vida más allá de la muerte o la confirmación de que tras el fallecimiento biológico no existe nada. Richard Matheson plantea esta misma pregunta en La Casa Infernal.

 

A partir de este punto, se incluyen detalles explícitos de la trama y el argumento.

 

Hay que destacar además que todos los personajes de la novela sufren algún tipo de conflicto interno, lo que hace que la obra sea aún mucho más interesante que si sólo se tratase de un mero enfrentamiento con las fuerzas malignas del más allá para dar respuesta a una inquietante pregunta sobre la posible supervivencia del ser humano tras la muerte. Existen muchas críticas, esencialmente de círculos excesivamente conservadores, a causa de la carga sexual que según algunas opiniones desprende La Casa Infernal y que se muestran principalmente en forma de represión o arrebato histérico. Con toda sinceridad, creo que no es para tanto. Ni para mucho menos. Más allá del visible lesbianismo de Florence Tanner y la frustración sexual manifiesta en la mujer del doctor Barret, la atractiva e insatisfecha Edith Barret, el lector debe recordar que la casa en sí es un foco de energías negativas que hace que las personas se comporten como no son o les fuerce a romper las barreras de la represión. Eso sí, no consideremos la represión como algo unívocamente negativo pues reprimirnos impide, por ejemplo, que agredamos a alguien que nos ofende o que robemos aquello que nos llama la atención y no podemos comprar. Así pues, se puede considerar que el comportamiento de las dos mujeres en la Mansión Belasco se debe a la influencia de ésta. En todo caso, y aunque no fuera así, las escenas narradas no merecen ni de lejos el término de pornografía ligera que han recibido injustamente en más de una ocasión. Aunque si tenemos en cuenta que la película Saw VI ha recibido la calificación de X, cabe esperar cualquier cosa en materia de crítica y censura.

 

Sin embargo, nadie parece criticar un aspecto que resulta, cuando menos, de lo más extraño. Tras haber sufrido varias agresiones por parte de la mortífera casa, todos se retiran a sus habitaciones a dormir como si nada hubiese ocurrido. Esa calma tras hechos de la magnitud que se producen durante el relato le restan una diminuta parte de verosimilitud a la novela en mi opinión aunque, también es cierto, ¿qué otra cosa podrían hacer? Pese a que puede ser justificable, éste es un pequeño detalle que estamos hartos de ver en infinidad de películas de terror de serie B. En ellas, y salvo notables excepciones, los personajes siguen actuando como si nada hubiese sucedido incluso cuando uno de sus compañeros acaba de ser asesinado, descuartizado y arrojado a los leones por parte del ya clásico asesino en serie de adolescentes. Un asesino que es invulnerable, inmortal y omnipresente, nada menos. Afortunadamente en este caso podemos justificarlo desde la perspectiva de que el doctor Barret no cree que lo que sucede a su alrededor tenga carácter sobrenatural y, por ello, no ve riesgo alguno en ir a dormir una vez acabado el día. Aceptaremos barco y seguiremos con la suspensión de la incredulidad intacta, como hacemos en tantas y tantas ocasiones.

 

El lector pasa buena parte de la novela esperando la llegada de una máquina diseñada por el doctor Barret y que, según él cree, es capaz de limpiar la casa de energías residuales que causan los fenómenos paranormales. De hecho, la respuesta a si la máquina es capaz de hacer aquello para lo que se supone que fue creada es uno de los puntos de interés de la novela que, pese a todo, no queda del todo resuelto. La máquina destruye esas energías tal y como él pronosticó, pero la respuesta a la pregunta de la posible autonomía o no de las mismas queda sin responder para él, que muere cuando las energías de la casa se reactivan después de la limpieza. El doctor Barret pensó que podría eliminar las energías residuales como quien friega el suelo, pero se encuentra con un obstáculo con el que no contaba: el brutal y aterrador Belasco ya había anticipado la posibilidad de que se le negaran las energías que es capaz de poner en funcionamiento y construyó una suerte de bunker de plomo para evitar ser erradicado del lugar como una vulgar cucaracha. La mortal sorpresa del científico y sus consecuencias mantienen en vilo al lector y a los protagonistas hasta el último momento. Los que aún quedan con vida, por supuesto, porque la casa no tiene la más mínima intención de permitirles salir de allí.

 

Existen unos ciertos paralelismos de La Casa Infernal con otras obras de corte similar. En un primer momento, la historia que conocemos acerca del pasado de la casa nos aproxima a la obra cumbre del perverso marqués de Sade: Los 120 días de Sodoma. La depravación, el exceso y la degeneración convierten el lugar en un foco donde los restos energéticos de los que allí murieron permanecen flotando bajo la manipulación de Belasco. En muerte y en vida, Belasco es el sádico supremo que maltrata sus cuerpos y sus almas para sus propios placeres enfermizos. La corrupción del individuo era su meta y la casa le dio la oportunidad de lograrlo. Por otro lado, la sombra de La Máscara de la Muerte Roja del maestro de maestros, Edgar Allan Poe, también sobrevuela sobre la mansión Belasco. La idea de aislarse del exterior, de un mundo que consideran contaminado y aburrido para disfrutar de una fiesta permanente está también presente en el pasado de la Casa Infiernal. Si alguien ha leído las dos novelas y el relato, encontrará muchas más coincidencias en los argumentos y en las situaciones, pero no considero este hecho como algo negativo en modo alguno. Muy al contrario, Matheson ha sabido relatarnos con mucho pericia qué es lo que hubiera sucedido en esas casas algún tiempo después a la muerte de todos sus moradores. Como si del día después a y fueron felices y comieron perdices se tratara, pero con el trasfondo de una historia tétrica, macabra y absolutamente terrorífica. Y parte de ese terror nace del hecho de que todo lo acontecido en esa casa durante su periodo de perversión es totalmente posible para una mente humana enferma.

 

Centrándonos más en el estilo de la novela, es claramente cinematográfico y eminentemente visual, como todas las obras de Richard Matheson, dando una especial importancia a los diálogos entre los personajes. Este aspecto, bajo mi punto de vista, es uno de los más interesantes de toda la novela al no tratarse de una mera sucesión de escenas más o menos terroríficas, sino que la interacción entre los cuatro investigadores (permitamos que Edith Barret reciba ese título aun cuando es una mera acompañante de su marido) y el choque de sus creencias es lo que va construyendo la trama. Cimentar una novela en sus personajes y los conflictos que surgen entre ellos es un estilo de narración que siempre ha estado y estará de moda; sólo hay que ver series televisivas actuales como Battlestar Galactica o Perdidos para darse cuenta de ello.

 

Dentro de la Colección

La Casa Infernal es la primera novela de terror que merece ser llamada como tal dentro de una colección que, como ya he mencionado en otras ocasiones, se llamó originalmente Solaris Terror. Pese a la indudable calidad literaria de Nazareth Hill y Silencio, verdaderas obras maestras del género, el lector de novela de terror espera encontrar algo más parecido a lo que nos ofrece Matheson en La Casa Infernal.

 

Calificación: 90

Título: La Casa Infernal

Autor: Richard Matheson

Editorial: La Factoría de Ideas

Edición: Rústica, 342 páginas

Lo mejor: Su excelente ritmo narrativo y su estilo cinematográfico.

Lo peor: No creo que ningún aspecto de la obra merezca figurar aquí.

Sinopsis: La Casa Belasco es el Everest de las casas encantadas, venerable mansión de sombrías paredes testigos de de horror y depravación inimaginables. Donde anteriores grupos han sucumbido, un nuevo contingente de investigadores pretende acabar con el horror.

 

 

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 209184

Una novela que tendré muy en cuenta, especialmente después de leer tu análisis. Muy bueno el guiño a Henry James, y muy apropiada la reflexión sobre las actuaciones de los personajes "serie B" en circunstancias macabras.

Como siempre, un placer leerte.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Andronicus
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Poblador desde: 30/01/2009
Puntos: 1472

Uno de los pocos libros que me causó cierto miedo mientras lo leía. Y, aunque estoy de acuerdo con casi todo lo dicho arriba, tengo algunas objeciones:

La primera se refiere al estilo: se puede hacer una novela basada en la relación entre los personajes sin necesidad de recurrir al estilo cinematográfico, el cual no considero demasiado pulido. Es una mera cuestión personal; a mí me interesan mucho los personajes y lo que se cuece en sus mentes, y mi estilo favorito es más pausado reflexivo que el de Matheson. La poesía no tiene por qué estar reñida con la novela (aunque algunos lo ven así), y la prosa descarnada y a ratos frenética, eminentemenete visual, de Matheson me deja con ganas de un poco de lirismo, el cual, como he dicho antes, no está reñido con el género de terror.

La segunda se refiere al gore. De nuevo, es una cuestión personal. El miedo psicológico es una cosa, pero el dolor físico es otra. Recuerdo artículos sobre la literatura de terror donde se anteponía el dolor, el hacer sentir dolor al lector, como uno de sus pilares. Yo soy de los que sufren cuando leen sobre torturas o amputaciones.

SPOILER

El pasaje de la mano flotante en La Casa Infernal, y otros muchísimo más macabros, me revolvieron las tripas, de tal modo que me salté algunos párrafos.

SPOILER OFF

Es decir: el dolor puede ser un recurso del escritor para lograr el efecto deseado en el lector, pero del mismo modo que no disfruto con películas como Saw, tampoco paso un buen rato (no del modo que lo pasaría leyendo con un relato de terror) con las gráficas y explícitas descripciones de mutilaciones, amputaciones, etcétera. No es moral puritana ni nada de esto, es que puedo llegar a sentir dolor físico con cosas así.

De todos modos, esta novela me gustó, en líneas generales, aunque no soy gran fan de Matheson.

Andronicus dixit

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HPLovecraft
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Poblador desde: 11/09/2009
Puntos: 8122

El dolor físico, desgarrador y terrible en su forma y fondo, puede encontrarse ampliamente en la obra del genial escritor inglés Clive Barker. El creador de Hellraiser ha antepuesto ese recurso a muchos otros en sus novelas y cuentos, con gran éxito, demostrando que el horror puede encontrarse en nuestro propio cuerpo. Mientras que Lovecraft exploró el miedo a lo absolutamente desconocido o King parte de unas situaciones mundanas para convertirlas en algo horrendo, Barker nos habla del dolor de la carne, de cuerpos humanos destrozados que aún siguen vivos y de agonías que no parece que vayan a terminar jamás.

Matheson es un autor que narra acerca de lo increíble, de lo asombroso, de lo fantasioso. Su terror nunca es inmisericorde ni alcanza las cotas de espanto de Barker o King, por poner seguir con los mismos autores. De hecho las depravaciones que se produjeron en la Casa Belasco en el presente libro, La Casa Infernal, aparecen descritas mediante referencias muy atemperadas por la distancia física, temporal y emocional del narrador. No se dan detalles, sólo se enumeran hechos de forma más o menos aséptica, como se describiría el aspecto de un campo de batalla años después de que la contienda hubiera tenido lugar.

Creo, muy sinceramente, que nada en La Casa Infernal puede producir la repugnancia o el asco del lector pero, obviamente, se trata tan sólo de mi más humilde opinión, sujeta a crítica y a descrepancia.

La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido.

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Entropía
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Poblador desde: 28/09/2012
Puntos: 460

Buena crítica. Acabo de terminar de leer el libro y, aunque lo he disfrutado, no me parece que esté a la altura de su fama. Quizá los recursos que en el 71 eran novedosos ahora resulten sobreutilizados (como la hermosa pareja sexual que de pronto se convierte en cadáver putrefacto), quién sabe, pero algo falla. Como comenta la reseña, la casa es demasiado bipolar: el 1% del tiempo es letal, y no se puede hacer nada por impedirlo, y el 99% restante es inofensiva. No se transmite una verdadera sensación de terror continuo.

Aun así recomiendo su lectura Guiño.

Saludos,

Entro

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