Vampiros en clase de inglés
Una anécdota sobre uno de los mejores máster que tuve de vampiro, y una de mis profesoras más despistadas...
CCVD ha sido la persona con quien, a excepción de mi hermano, más he jugado nunca a rol en mi vida. Nos conocimos con seis años, y siempre compartimos esa pasión por contar historias. No sólo éramos del mismo colegio, sino también de la misma escuela: ambos habíamos aprendido a jugar con los libros de Elige tu propia aventura de D&D y los Librojuegos rojos, y nos habíamos criado en un entorno sin manuales de juego ni dados raros; los encontramos al mismo tiempo, así que teníamos conceptos similares acerca de los juegos de rol. Gracias a él descubrí cuán apasionante era el Ciclo Artúrico o cuál es la técnica más adecuada para acabar con un regimiento de soldados de asalto cuando sólo tienes una pistola bláster y sentido de la épica.
También me adentró en el mundo de Vampiro: La Mascarada.
Para que os hagáis una idea de cuán sorprendente nos resultaba el juego, os diré que al principio yo creía que era “la masacrada”, no “la mascarada”, y es que estábamos más acostumbrados a las heroicas batallas y al destripar adversarios que a las conjuras y las sutilezas. Por eso, aquel juego nos fascinó: abría infinidad de puertas, nuevos horizontes. El que fuera CCVD el que se hiciera con él fue una afortunada casualidad, pues era, en contra de lo que muchos pensaban, un estudioso, alguien metódico y trabajador. Entre otras muchas cosas, nos brindó un sistema de creación de trasfondos basado en el mérito Antigüedad que daba mucho color a los personajes y que era emocionante en sí, pues podías trazar la vida de tu vampiro desde su abrazo hasta la época de la crónica que estuvieras jugando.
Obviamente, preparar estas cosas llevaba su tiempo -y CCVD nos tenía siempre alguna aventura lista para jugar, así que su consumo era grande- y, como es habitual, era un bien escaso, así que lo sacaba del único sitio donde este recurso parecía no acabarse nunca: las clases del instituto. Sí, durante esas horas de tedio absoluto, donde el tiempo parece no correr, CCVD escribía sus aventuras, preparaba personajes, diseñaba nuevos clanes, hacía bocetos de PnJs, localizaciones, Pjs, etc., dando a luz una cantidad considerable de material que hacía volar nuestra imaginación por las tardes o los fines de semana. Aún recuerdo -y ojeo- alguno de sus dibujos. El rol, patrón de las artes y la creatividad...
Pero claro, tantas horas de inglés invertidas en indagar en el mundo vampírico dieron lo que cabía esperar: un considerable penco en la asignatura. Una lástima, porque Elisa no era una profesora particularmente dura. De hecho, le teníamos mucho aprecio, y recuerdo con mucha ternura cuando llegó un día y nos dijo: “no sé si he perdido el coche o me lo han robado”; pocas personas tan despistadas me han dado clase. Y si tuviéramos que haber elegido un profesor para que se quedara sin coche, ella hubiera estado al final de la lista.
Pero bueno, CCVD era un hombre con mucho aplomo -ya en el instituto- y se lo tomó con estoicismo e inusitada calma. Incluso cuando la profesora se acercó hacia él justo después de comunicarle el cate, él se mantuvo impertérrito. Incluso cuando, para nuestra incredulidad, le dijo “Cxxxxxx, no lo entiendo, la verdad. Siempre que te miro en clase te veo concentrado, trabajando, sin distraerte ni nada. No sé cómo suspendes inglés.” consiguió no reírse.
Supongo que si nos hubiera hecho un examen de vampiro, otro gallo nos hubiera cantado...
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