Uno de los aspectos de los juegos de rol y de la literatura fantástica que más inquieta e intriga a la gente es el por qué nos sentimos identificados con personajes tan extraños. Al plantear la cuestión Babilonia en uno de sus comentarios, me ha sugerido la siguiente reflexión, que comparto con la esperanza de que resulte interesante a alguno o al menos abra el debate.
En primer lugar, y con la venia, expondré por qué el tema me parece suficientemente interesante para dedicarle un artículo entero.
Para ello debo decir que la reflexión surgió cuando Babilonia relacionó el sentirse identificado con un personaje con el apasionarse por su historia. Esto nos conduce, lógicamente, a pensar que si queremos que una historia apasione a un lector, tenemos que conseguir que se identifique, en mayor o menor medida, con los acontecimientos o con algunos personajes. La utilidad de debatir sobre el tema para un escritor novel es, por lo tanto, indiscutible.
Por otro lado, el peliagudo asunto de sentirse identificado con personajes fantásticos nos trae ecos de asuntos más siniestros y que mancharon el buen nombre de los jugadores de rol, tal vez irreversiblemente, en el pasado. Siempre me acordaré de un compañero venido de tierras remotas para unas jornadas de rol que se presentó con capa, espada y toda la parafernalia, y que bromeó conmigo cuando le pregunté cuán real pensaban hacer la partida diciéndome que todo lo que quisiéramos. Ignoro si se arrepintió de sus palabras meses después, con la noticia del famoso asesinato, temiendo una mala interpretación de las mismas; lo que sé con certeza es que terminaron los tiempos en los que se podía jugar a rol en vivo por la calle sin el menor temor a miradas desconfiadas de nuestros conciudadanos. Éste es otro buen motivo por el que aclarar el concepto “identificarse con la fantasía”.
¿Por qué esta desconfianza ciudadana? Porque se teme que los personajes de fantasía nos inspiren de un modo literal en nuestras vidas. Sin embargo, no es copiarles lo que buscamos normalmente los amantes de la fantasía, sino compartir algunos principios básicos que sí son aplicables en nuestro mundo.
¿Qué es lo que hace de Ulises (u Odiseo) un personaje tan sugerente? No es que pueda ir dando espadazos con la excusa de cualquier Troya, sino su apostura frente al Destino, su entereza frente a sus reveses cuando en el horizonte brilla un objetivo, Ítaca.
¿Qué nos apasiona de Conan? No tanto el destripar gente como su aparente amoralidad que esconde un corazón sencillo, honorable y caballeroso. Cuando en la vida real nos identificamos con el cimerio no lo hacemos levantando coches a brazos desnudos, sino respetando nuestra palabra y despreciando a los hipócritas (brujos) y los rastreros (hombres civilizados).
Nuestro mundo deja poco lugar a la épica, a pesar de que la heroicidad esté a la orden del día. Si no acordaros de “Los siete magníficos”, cuando el pistolero le dice al niño quienes son los verdaderos valientes en aquella historia (y eso que es una película en la que los “superyanquis” vienen a salvar a los “desvalidos” mexicanos; deben ser las reminiscencias de “Los siete samuráis” lo que salva el contenido).
No obstante, en nuestros corazones late este gran sentimiento, la épica, y es muy difícil darle salida, pues aunque el trabajo de oficina sea como las doce tareas de Hércules la cosa nunca quedará tan vistosa. Es por ello que en este mundo civilizado que habitamos nos gusta recrearnos con historias en las que los demonios del día a día aparecen de un modo más obvio, más poético. Y es por ello que nos gusta identificarnos con tipos extraños como Frodo, o atormentados e inmorales como Elric.
Que los tambores de la épica resuenan en nuestros pechos es un hecho histórico. Y no me refiero a la historia de nuestros pueblos, sino a la de cada uno como persona. Si no, recordad cuántos niños habéis conocido que querían ser bomberos y cuántas niñas que querían ser enfermeras (y no voy a entrar en si esto es sexismo o no, fue el mundo en el que crecí; mi prima pequeña ya creció en otro: ella quería ser toro).
¿Cómo negarle al niño que llevamos dentro una buena historia fantástica, en la que los problemas son los ogros y las soluciones las varitas mágicas? ¿Por qué negar que nos podemos sentir identificados con héroes que matan y roban? Nadie tiene tantos remilgos con Robin Hood.
Lo único que no hay que perder de vista es que las fábulas son fábulas, y que sus enseñanzas no son aplicables a la realidad directamente. Podemos sentirnos identificados con el proyecto Mayheim sin dedicarnos a pegarnos en secreto en cualquier sótano, y cuando mi padre dice que él también saldría con la piel de oso, como en “Leyendas de pasión”, quiere decir que puedo contar con él, no que vaya a tirotear a quienes me den problemas.
Identificarse no es imitar al pie de la letra, sino individuar filosofías y pensamientos interesantes. Y la fantasía está llena de grandes pensamientos, pues cuenta con la ventaja de poder crear mundos nuevos en los que explicar más fácilmente las cosas; no en vano todas las utopías se escriben sobre mundos imaginarios.
Yo creo que la identificación es solo una parte, la otra parte está en la curiosidad, en ver como sienten y reaccionan personajes que son ajenos a ti completamente, ver si eres capaz de darle vida a alguien con quien no tienes nada en común.
Y lo que veo muchas veces es que la gente piensa que lo que escribes es como eres. Si escribo sobre un pj malvado ya es por soy mala o si el que lo escribe me conoce y sabe que soy "normal" me pregunta porqué escribo sobre eso. Y ser otro no significa siempre ser alguien mejor, también está el lado de ver cosas diferentes, no sé si me explico.
Cuando estaba en el instituto escribí un relato sobre una chica que se suicidaba, yo ni siquiera estaba deprimida, pero los amigos que leyeron el relato se preocuparon y todo (y me encantó, porque eso significaba que el relato había transmitido lo que pretendia). Pero la mayoría de la gente no ve que la realidad es una cosa y que la no-realidad es otra. Es igual de dificil imaginarte ser una chica que va a suicidarse que ser un orco homicida.
Yo pienso que a la hora de escribir, sea cual sea el genero que escojas, no hay realidad, todo es fantasía, incluso dentro del genéro "realista" (no sé si llamarlo así, no estoy muy puesta en etiquetas).
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