La crítica de Nueva York se había rendido sin dificultad y la consideraba la obra cumbre de Almodóvar. Antes había barrido premios en los festivales europeos desde Cannes hasta Mejorana del Campo. Aquella conmovedora historia de amor entre dos guardias civiles, hijos de familia franquista y republicana, se había metido en el bolsillo a la crítica europea, que no dudaba en compararla con el Bergman más maduro. Para la mafia gay de San Francisco era simplemente una obra de culto.