He oído que a veces la mejor forma de comenzar algo es relatándolo desde el principio, así que ahora empiezo con vaguedades. El año pasado tuve el placer de descubrir y visionar las dos entrevistas que realizaron a Borges, ese argentino envidiable, durante los años ochenta. Recientemente volví a verlas con mi chica porque, además de que quería mostrárselas, me servirían sin darme cuenta para realizar luego mi trabajo sobre un autor para la clase de Teoría de la Literatura. Así lo hice, me puse de nuevo el deuvedé y comencé a escuchar a Borges, su pensamiento, su maravilla. Me abstraí, como siempre. Y comencé a transcribir. No voy a pegar aquí el trabajo porque aún ni siquiera lo he entregado, pero me voy a permitir el tiempo de exponer algunas de esas transcripciones que saqué del archivo de video para que, como hermanos literatos que somos, reflfexionemos sobre algunos pareceres. Acerca del arte, de la literatura, de la escritura. El pensamiento borgiano fue siempre uno de los que más se acercó a mi forma de entender la literatura. Ahora deseo ver si también se acerca a la de ustedes. Si no, debatamos.
Yo creo que la tarea del arte es esa. Transformar… todo eso que nos ocurre continuamente, transformar todo eso en símbolos… transformarlo en música… transformarlo para que pueda perdurar en la memoria de los hombres (…), pero en el caso del escritor, en el caso de todo artista, tiene el deber, gozoso deber muchas veces, de transmutar todo eso en símbolos. Esos símbolos pueden ser, imagino, colores, pueden ser formas, pueden ser sonidos… y en el caso del poeta, son sonidos y también son palabras… y esto… son fábulas, son relatos, poesías. Quiero decir, que la tarea del poeta es continua, porque no se trata de trabajar de tal hora a tal hora, uno continuamente está recibiendo algo del mundo externo, y todo eso tiene que ser transmutado.
Yo empecé siendo un joven barroco como todos los jóvenes lo son, por timidez. Es decir, el escritor joven sabe que lo que dice no tiene mucho valor y quiere esconderlo simulando ser un escritor del siglo XVII o del siglo XX, digamos (sonríe), pero… en cambio ahora yo no pienso ni en el XVII ni en el XX, sino simplemente en expresar lo que quiero y trato de hacerlo con las palabras habituales. Porque las palabras que pertenecen al idioma oral son las que tienen que usarse. Es un error suponer que todas las palabras del diccionario pueden usarse.
Cada vez que escribí sentí la emoción, la emoción de mi vida: yo creo que no se puede escribir sin emoción, sin pasión. La idea de la poesía como chorro de palabras es una idea del todo errónea, yo creo, una idea falsa. Y además, cuando uno ha vivido algo, cuando uno ha sentido algo, en un hombre de letras esto pide una forma.
En este arte encontramos a primera vista que quizá el infortunio es más rico que la felicidad, la derrota es más rica que la victoria. La derrota puede hacernos pensar, mientras que en la victoria se mezclan las interjecciones, la vanidad: entonces el infortunio es mejor. Ciertamente todos tenemos nuestra parte de felicidad y de infortunio: pero la felicidad es un fin en sí mismo y no exige nada mientras que el infortunio debe ser transformado en otra cosa. Es decir, el infortunio sería la materia del arte, o también la nostalgia, la nostalgia está ligada a una felicidad perdida, a un paraíso perdido.
Yo quisiera hablar de mi larga experiencia, mi modesta experiencia. Yo pasé... yo consagré toda mi vida a la literatura. Siempre supe, desde que era un niño, que mi destino sería literario, es decir: yo me veía siempre saturado de libros como en la biblioteca de mi padre, quien quizá me dio esa idea. Y bien, sabía que pasaría toda mi vida leyendo, soñando y escribiendo, y tal vez publicando, pero eso no es importante, no hace parte de un destino literario, pero en fin... yo hice eso. Hice lo posible, no por leer todos los libros, como decía Mallarmé, sino, en fin, para leer los libros que me gustaban. Tuve conciencia de que la lectura debe ser considerada no como una carga, sino como una fuente de felicidad, posible y fácil.
Un autor muy interesante, y muy bien escogidas las citas, Darthz. Demonios, cada una daría para un largo debate...
La idea de las transmutación me ha gustado mucho. Siempre me ha sorprendido que haya críticos que pretendan disfrazar la fantasía de Borges, pues es un autor que se vuelca en ella. Y quizás sea una fantasía todavía más impactante por ese amor al símbolo. Cuando lees sus fabulaciones, te das cuenta de que la magia no queda en un elemento escénico o estético, sino que va más allá y habla muy profundo. Para mí fue todo un descubrimiento que todavía me fascina.
Por discrepar un poco con algo, me mostraría contrario a lo de que no todas las palabras del diccionario están para ser utilizadas (aunque entiendo que es una simplificación de una filosofía más profunda, y acertada -que ya expresaba M.R. James-, y aunque me ha hecho reír lo del barroquismo en los jóvenes -¡cuánta razón!-).
A mi parecer, todas las palabras del diccionario deberían ser usadas, pero, eso sí, midiendo las dosis. A veces, rescatar un término en desuso puede ser como un descubrimiento arqueológico. Después de todo, la lengua no se hace sólo de las palabras que están, sino de las que estuvieron y de las que estarán: es algo mutable.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.