¡Oh, por todos los diablos, Doug!

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Narhitorek
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El sheriff Douglas Howard Paltrow se apeó de su Cherokee y se dirigió por el camino de grava hasta la casa de Greg “Old Major” Thompson.
Cuando el sheriff se disponía a asestar un buen par de golpes a la puerta de entrada, pensó que él y Greg se conocían desde la infancia. “¡Cincuenta malditos años!”, masculló para sus adentros, al tiempo que aplicaba sus nudillos a la corteza de nogal.
El sheriff se echó para atrás, escupiendo una buena dosis de tabaco, cuando la puerta se abrió con un rechinido.
—¡Hola, Doug, viejo coyote! —Old Major adelantó su rostro rubicundo y sus rudos modales del oeste de Utah y miró a Paltrow de hito en hito—. ¡Pasa, viejo demonio, pasa! —Le franqueó el paso y el sheriff, silencioso, cruzó el umbral.
Olía a encierro, a cigarrillos y a cerveza.
—¿Quieres una bebida, Doug? ¡Oye! ¿Estás de cacería? —Thompson apuntó su lata de cerveza hacia el rifle del recién llegado—. Cualquiera diría que quieres agenciarte a un par de pieles rojas, ¿eh, Doug? —Le alcanzó la cerveza y ambos pasaron al living. Tomaron asiento ante la mesa de paño verde donde acostumbraban jugar al póker con los hermanos Halliday—. ¿Y bien, Doug? ¿Me dirás qué se te ofrece, o deberé echarte a puntapiés de mi apestosa pocilga? —Greg estalló en una risotada, mientras sus grandes manos castigaban la superficie de la mesa—. ¡Vamos, hombre! —continuó, restregándose los ojos—. ¿Qué demonios te pasa? ¡Ríete!
La voz cascada del sheriff resonó finalmente entre las cuatro paredes:
—¿Sabes qué, Greg? —Paltrow paseaba la vista por los portarretratos expuestos sobre la chimenea—. Creo que eres un maldito hijo de perra, ¿está claro?
Thompson abrió la boca, pero no dijo nada.
El sheriff desvió la vista de los recuerdos y la concentró en el enmudecido anfitrión.
—Oye…, Doug, ¿qué te pasa? —Old Major rodeó el antebrazo de su amigo—. ¿Peleaste nuevamente con Sue Ann? ¡Oh, vamos! ¡Ya te dije que a las mujeres hay que…!
—Sue Ann está muerta. La encontré hecha pedazos en el granero. Aparentemente fue un animal. —Paltrow retiró la mano que yacía trémula sobre su antebrazo—. Fue la misma bestia que dio muerte a las cabezas de ganado de los Peabody.
Thompson echó su silla para atrás, se puso en pie de un salto y se abalanzó sobre el teléfono.
—No tienes por qué llamar a la policía, Greg. Yo soy la policía, ¿recuerdas? Como cuando éramos niños… Tú siempre eras el apache; yo, el cowboy. Yo salvaba… —Paltrow tragó saliva—. ¡Yo salvaba a Sue Ann, que era la dama en apuros, con un demonio!
Thompson, petrificado, exangüe, observaba desde su puesto, aferrando aún el tubo del teléfono.
Intentó abrir la boca, pero el hombre de la placa al pecho se le adelantó:
—¿Qué hora es?
—¿Qué? ¿Qué dices? ¿La hora? —Thompson señaló un reloj de péndulo colgado de la pared—. ¡Ahí tienes la maldita hora, viejo demente!
Paltrow dirigió una mirada lánguida hacia la pared. Estudió el cuadrante del reloj con los ojos fruncidos, mascullando por lo bajo.
—Oye, Doug, creo que no estás bien, ¿eh, amigo? Creo que haré esa llamada después de todo y…
—Se acerca la hora —observó Paltrow, y cruzó el rifle sobre las piernas.
—¿La hora? —Thompson no apartaba la vista del 30-30 del sheriff —. ¿La hora para qué?
—¿Cuántas veces me engañaron tú y Sue Ann, Greg?
Thompson empalideció.
—¡Oh, por todos los diablos, Doug! —Thompson se allegó, vacilante, a la mesa—. Oye, Doug, hablemos, ¿quieres?
—¿Sabes, Greg? Tengo un plan. No es muy bueno, ni muy brillante; ¡pero es un plan, por todos los diablos! —Paltrow depositó el rifle sobre el paño verde—. Los muchachos vienen en camino; ya sabes, una emergencia: el viejo Paltrow está en problemas. —El sheriff renovó su cuota de tabaco, masticó mecánicamente y expelió una masa viscosa sobre los arabescos de la alfombra de Old Major—. ¡Oh, sí, Greg! ¡Esos nenes de mamá darían la vida por mí, no lo dudes!
Thompson tomó asiento ante la mesa. Tenía que calmar al viejo; estaba perdido si no intentaba algo. Su mano permanecía a un palmo del rifle, pero un movimiento en falso y terminaría en el infierno. Miró al sheriff. Lucía macilento, estático como un monolito, y pequeño detrás de la mesa. Mascaba su tabaco con el lento rumiar de una res estúpida, y escupía al suelo.
El reloj de péndulo comenzó a colmar el cuarto con diez campanadas.
—Quiero marcharme, Greg, y quiero que tú hagas otro tanto, ¿entiendes? —Paltrow masticaba con parquedad—. Pero, como sabes, soy el comisario de este maldito agujero, y no quiero partir sin antes hacer mi trabajo. —La décima campanada del reloj vibró con severa rispidez—. Para empezar, Greg, debo resolver un caso de homicidio: el deceso violento, ¡a dentelladas!, de la señora Sue Ann Paltrow. —La mano del comisario tanteó el frío gélido del rifle—. Además me toca atender un par de asuntos menores: la mutilación del ganado de los Peabody, y un tema de traición —Paltrow armó el rifle—: ¡La tuya, Greg!
Thompson se mordió los labios y se enjugó el sudor de la frente.
—Oye, Doug, estás pensando mal; no sabes lo que dices. ¿Por qué no...?
—¡Ya es hora, Greg! —Paltrow se levantó violentamente; la silla se derrumbó a sus espaldas—. ¡La luna está alta!
—¿La luna? —Thompson se incorporó, el rostro desencajado—. ¿Oye, Doug, de qué diablos...?
Pero se interrumpió.
¡Con horror Greg “Old Major” Thompson se interrumpió!
El rostro de Paltrow…
¡El rostro del sheriff Douglas Howard Paltrow cambiaba!
Sus rasgos se consumían laboriosamente, al tiempo que su mandíbula crecía, se proyectaba, dejando atrás todo remedo de civilización; el cuerpo esmirriado y vencido era sustituído por otro más robusto, erguido sobre garras corvas y contundentes, como bulbosas raíces nacidas de la tierra. Bastó poco más para que unos ojos llameantes y demoníacos se abrieran ante el único ser humano que quedaba en la habitación.
—¡Piensa rápido, vaquero! —La cosa que todavía era la principal autoridad del pueblo arrojó el rifle a las manos del boquiabierto Thompson.
Old Major apresó el arma, y se la quedó mirando, como el más imbécil de todos los idiotas.
¡Aunque no por mucho tiempo!
Paltrow... ¡rugía!
—¡Oh, por todos los diablos, Doug! —Thompson levantó el arma en el instante en que unas garras infinitamente afiladas hendían su torso. La detonación retumbó en la casa con el estrépito de un alud—. ¡Oh, Doug, mírate, mírate!
Paltrow se retorcía en el suelo: aquello en que se había convertido se retorcía en el suelo.
Thompson, frenético, giraba como un demente en torno a la cosa que chillaba y se contorsionaba de dolor.
—¡Oh, mírate, Doug, mírate! —Caminaba de un lado para el otro, sujetando el rifle con la tosquedad de un soldadito de plomo—. ¡Un maldito hombre lobo, Doug! ¡Un maldito hombre lobo desangrándose sobre mi condenada alfombra! —Se aproximó, rifle en mano, y se inclinó sobre la bestia—. ¡Me llevan todos los diablos, por el mismísimo Belcebú!
La criatura, que se había reducido a una enorme masa de pelos desgreñados, se limitó a girar su enorme cabeza, buscando al dueño de la casa.
Los ojos de fuego se clavaron en los del bípedo armado.
—¡Perdóname, amigo! —Thompson cayó de rodillas—. Sue Ann… Yo…
Los ojos ígneos llamearon como las ascuas del infierno; los cuartos traseros se activaron con la prestancia de martillos neumáticos; la mandíbula enorme, orlada de filosos dientes, se abalanzó y cayó con la furia del instinto sobre la presa humana.
—¡Doug! —El desgarro consumió las palabras en la boca de Thompson.
Cuando el dolor se estancó, la bestia separó las fauces de la carne con el rechinido maquinal de una trampa para osos.
Old Major sintió que un abismo de inconsciencia se abría bajo sus pies, aunque el deseo de sobrevivir lo despabiló de cara al monstruo a punto de rematar a su víctima.
—¡Lo siento, amigo! —Una ráfaga de muerte escapó por el cañón que empuñaba Thompson; la criatura se despegó furiosamente del piso y se estrelló contra la mesa, cayendo con un estertor desarticulado, que derivó en una lapidaria nada.
Thompson se puso de pie, como pudo, apoyando su peso tajeado y ensangrentado sobre la culata del rifle.
Se acercó al monstruo que yacía a medias sobre la mesa derribada. Se detuvo. Miró el arma en sus manos y revisó el cargador: una bala de plata lo saludó desde el interior de la recámara.
“¡Sí que tenías un plan, viejo!”.
Entonces recordó las palabras de su amigo, lejanas como un eco antiguo, pero prístinas y preocupantes:
“¡Oh, sí, Greg! ¡Esos nenes de mamá morirían por mí, no lo dudes!”.
Un segundo después las sirenas y luces de un par de patrullas invadían con sus sones rojos y azules las inmediaciones de la propiedad de Thompson.
—¡Oh, por todos los diablos, Doug! —Old Major se abalanzó sobre el hueco de la ventana más próxima—. ¡Demonios, claro que tenías un plan!
Pero, después de todo, ¿cuál era el problema?
Thompson le dio la espalda a la porción de noche de la ventana y contempló la escena de la batalla.
Todo lo que tenía que hacer era señalarles a los oficiales el…
Entonces, demasiado tarde, comprendió.
—¡Oh, por todos…! —No alcanzó a terminar la frase: los oficiales ingresaban, prestos y eficientes, en el momento exacto en que Thompson se inclinaba sobre el cuerpo demasiado humano del sheriff Douglas Howard Paltrow.

***

—¡Y bien, Greg! —dijo una Voz—. ¿Qué aventura, ah?
Thompson se detuvo a la salida de su casa, abruptamente, y miró en torno suyo.
Los oficiales que lo conducían esposado al interior de la patrulla lo impelieron a que bajara los escalones del desvencijado porche.
—¡Muévase, amigo! ¡Tendrá mucho que explicar cuando lleguemos a la comisaría!
—¡Oh, no te dejes intimidar por los oficiales, Greg! —rió la Voz—: Sólo hacen su trabajo.
Thompson balbució algo:
—¡Es una voz! —dijo—. ¿La oyen?
—¡Claro que sí, amigo! —apuntó uno de los oficiales—: ¡Una voz! ¡Sólo le recuerdo que todo lo que diga podrá ser usado en su contra!
—¡Bla, bla, bla! —se mofó la Voz—. O como diría el bardo: ¡Palabras, palabras, palabras!
Thompson se zafó de los brazos que lo atenazaban y cayó de rodillas.
—¡Oh, Dios! —chilló—. ¡Debo estar perdiendo la cabeza!
—¿Qué es lo que haces, Greg? —La Voz sonaba colérica e indignada a la vez—. ¿Crees que quiero cobardes en mis filas, como ese anciano malagradecido? ¡Arriba, soldado!
—¿Qué demonios cree que hace, amigo? —Los oficiales se arrojaron sobre el cuerpo estremecido del reo—. Si intenta algo estúpido, ¡lo pagará muy caro!
Introdujeron a Old Major al interior de la patrulla.
Cerraron la puerta ruidosamente.
Dejaron atrás la propiedad de Thompson y guiaron por la carretera principal.
—Déjate llevar, Greg… —sugirió la Voz—. ¡Ya tendrás tiempo para acabar con ellos convenientemente!
Thompson levantó la cabeza y miró desfallecido a uno y otro lado.
—¡Oh, vamos, Greg! ¡Sabes tan bien como yo que todo este asunto no durará mucho! —Ahora la Voz sonaba sugerente—. ¿Acaso no sientes que tu sangre humana es devorada por un torrente de furia primitivo y ciego? —La Voz hizo un alto, y luego agregó—: Mira por la ventanilla, Greg, y dime qué es lo que ves.
Thompson miró a su derecha.
Apenas podía atravesar el oscuro manto nocturno.
—¡Oh, no te dejaré solo, Greg! —continuó la Voz—. ¡Vamos! Mira al cielo, y dime qué es lo que ves.
Thompson obedeció...
…y, proyectando unos caninos enormes y voluptuosos, sonrió.
La luna llena, esplendente y cadavérica, le devolvió la sonrisa desde el negro cielo de Utah.

Juan Manuel Valitutti

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Puntos: 125

De los que llevo leídos, para mí el mejor con diferencia. Sobre todo por su estilo, que casa a la perfección con mis gustos personales. Dos "interrumpió" en frases consecutivas y algún diálogo al que podría buscársele alguna alternativa por evitar repetirlo, y poco más. Historia sencilla, que no simple, pero enormemente disfrutable.

Mi nota: 5

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Puntos: 20

Anoto tus observaciones. Gracias.

Juan Manuel Valitutti

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Puntos: 209184

Relato admitido a concurso.

ps.- el autor me ha solicitado por email que corrija unas cursivas y el justificado del texto. Lo aviso porque no sé cómo voy a resolver el tema, así que nadie se inquiete si ve ediciones. (He probado a meterme en las tripas del relato y me saltan todas las líneas creando un solo bloque).

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Puntos: 903

Justificado:
 

El sheriff Douglas Howard Paltrow se apeó de su Cherokee y se dirigió por el camino de grava hasta la casa de Greg “Old Major” Thompson.
Cuando el sheriff se disponía a asestar un buen par de golpes a la puerta de entrada, pensó que él y Greg se conocían desde la infancia. “¡Cincuenta malditos años!”, masculló para sus adentros, al tiempo que aplicaba sus nudillos a la corteza de nogal.
El sheriff se echó para atrás, escupiendo una buena dosis de tabaco, cuando la puerta se abrió con un rechinido.
—¡Hola, Doug, viejo coyote! —Old Major adelantó su rostro rubicundo y sus rudos modales del oeste de Utah y miró a Paltrow de hito en hito—. ¡Pasa, viejo demonio, pasa! —Le franqueó el paso y el sheriff, silencioso, cruzó el umbral.
Olía a encierro, a cigarrillos y a cerveza.
—¿Quieres una bebida, Doug? ¡Oye! ¿Estás de cacería? —Thompson apuntó su lata de cerveza hacia el rifle del recién llegado—. Cualquiera diría que quieres agenciarte a un par de pieles rojas, ¿eh, Doug? —Le alcanzó la cerveza y ambos pasaron al living. Tomaron asiento ante la mesa de paño verde donde acostumbraban jugar al póker con los hermanos Halliday—. ¿Y bien, Doug? ¿Me dirás qué se te ofrece, o deberé echarte a puntapiés de mi apestosa pocilga? —Greg estalló en una risotada, mientras sus grandes manos castigaban la superficie de la mesa—. ¡Vamos, hombre! —continuó, restregándose los ojos—. ¿Qué demonios te pasa? ¡Ríete!
La voz cascada del sheriff resonó finalmente entre las cuatro paredes:
—¿Sabes qué, Greg? —Paltrow paseaba la vista por los portarretratos expuestos sobre la chimenea—. Creo que eres un maldito hijo de perra, ¿está claro?
Thompson abrió la boca, pero no dijo nada.
El sheriff desvió la vista de los recuerdos y la concentró en el enmudecido anfitrión.
—Oye…, Doug, ¿qué te pasa? —Old Major rodeó el antebrazo de su amigo—. ¿Peleaste nuevamente con Sue Ann? ¡Oh, vamos! ¡Ya te dije que a las mujeres hay que…!
—Sue Ann está muerta. La encontré hecha pedazos en el granero. Aparentemente fue un animal. —Paltrow retiró la mano que yacía trémula sobre su antebrazo—. Fue la misma bestia que dio muerte a las cabezas de ganado de los Peabody.
Thompson echó su silla para atrás, se puso en pie de un salto y se abalanzó sobre el teléfono.
—No tienes por qué llamar a la policía, Greg. Yo soy la policía, ¿recuerdas? Como cuando éramos niños… Tú siempre eras el apache; yo, el cowboy. Yo salvaba… —Paltrow tragó saliva—. ¡Yo salvaba a Sue Ann, que era la dama en apuros, con un demonio!
Thompson, petrificado, exangüe, observaba desde su puesto, aferrando aún el tubo del teléfono.
Intentó abrir la boca, pero el hombre de la placa al pecho se le adelantó:
—¿Qué hora es?
—¿Qué? ¿Qué dices? ¿La hora? —Thompson señaló un reloj de péndulo colgado de la pared—. ¡Ahí tienes la maldita hora, viejo demente!
Paltrow dirigió una mirada lánguida hacia la pared. Estudió el cuadrante del reloj con los ojos fruncidos, mascullando por lo bajo.
—Oye, Doug, creo que no estás bien, ¿eh, amigo? Creo que haré esa llamada después de todo y…
—Se acerca la hora —observó Paltrow, y cruzó el rifle sobre las piernas.
—¿La hora? —Thompson no apartaba la vista del 30-30 del sheriff —. ¿La hora para qué?
—¿Cuántas veces me engañaron tú y Sue Ann, Greg?
Thompson empalideció.
—¡Oh, por todos los diablos, Doug! —Thompson se allegó, vacilante, a la mesa—. Oye, Doug, hablemos, ¿quieres?
—¿Sabes, Greg? Tengo un plan. No es muy bueno, ni muy brillante; ¡pero es un plan, por todos los diablos! —Paltrow depositó el rifle sobre el paño verde—. Los muchachos vienen en camino; ya sabes, una emergencia: el viejo Paltrow está en problemas. —El sheriff renovó su cuota de tabaco, masticó mecánicamente y expelió una masa viscosa sobre los arabescos de la alfombra de Old Major—. ¡Oh, sí, Greg! ¡Esos nenes de mamá darían la vida por mí, no lo dudes!
Thompson tomó asiento ante la mesa. Tenía que calmar al viejo; estaba perdido si no intentaba algo. Su mano permanecía a un palmo del rifle, pero un movimiento en falso y terminaría en el infierno. Miró al sheriff. Lucía macilento, estático como un monolito, y pequeño detrás de la mesa. Mascaba su tabaco con el lento rumiar de una res estúpida, y escupía al suelo.
El reloj de péndulo comenzó a colmar el cuarto con diez campanadas.
—Quiero marcharme, Greg, y quiero que tú hagas otro tanto, ¿entiendes? —Paltrow masticaba con parquedad—. Pero, como sabes, soy el comisario de este maldito agujero, y no quiero partir sin antes hacer mi trabajo. —La décima campanada del reloj vibró con severa rispidez—. Para empezar, Greg, debo resolver un caso de homicidio: el deceso violento, ¡a dentelladas!, de la señora Sue Ann Paltrow. —La mano del comisario tanteó el frío gélido del rifle—. Además me toca atender un par de asuntos menores: la mutilación del ganado de los Peabody, y un tema de traición —Paltrow armó el rifle—: ¡La tuya, Greg!
Thompson se mordió los labios y se enjugó el sudor de la frente.
—Oye, Doug, estás pensando mal; no sabes lo que dices. ¿Por qué no...?
—¡Ya es hora, Greg! —Paltrow se levantó violentamente; la silla se derrumbó a sus espaldas—. ¡La luna está alta!
—¿La luna? —Thompson se incorporó, el rostro desencajado—. ¿Oye, Doug, de qué diablos...?
Pero se interrumpió.
¡Con horror Greg “Old Major” Thompson se interrumpió!
El rostro de Paltrow…
¡El rostro del sheriff Douglas Howard Paltrow cambiaba!
Sus rasgos se consumían laboriosamente, al tiempo que su mandíbula crecía, se proyectaba, dejando atrás todo remedo de civilización; el cuerpo esmirriado y vencido era sustituído por otro más robusto, erguido sobre garras corvas y contundentes, como bulbosas raíces nacidas de la tierra. Bastó poco más para que unos ojos llameantes y demoníacos se abrieran ante el único ser humano que quedaba en la habitación.
—¡Piensa rápido, vaquero! —La cosa que todavía era la principal autoridad del pueblo arrojó el rifle a las manos del boquiabierto Thompson.
Old Major apresó el arma, y se la quedó mirando, como el más imbécil de todos los idiotas.
¡Aunque no por mucho tiempo!
Paltrow... ¡rugía!
—¡Oh, por todos los diablos, Doug! —Thompson levantó el arma en el instante en que unas garras infinitamente afiladas hendían su torso. La detonación retumbó en la casa con el estrépito de un alud—. ¡Oh, Doug, mírate, mírate!
Paltrow se retorcía en el suelo: aquello en que se había convertido se retorcía en el suelo.
Thompson, frenético, giraba como un demente en torno a la cosa que chillaba y se contorsionaba de dolor.
—¡Oh, mírate, Doug, mírate! —Caminaba de un lado para el otro, sujetando el rifle con la tosquedad de un soldadito de plomo—. ¡Un maldito hombre lobo, Doug! ¡Un maldito hombre lobo desangrándose sobre mi condenada alfombra! —Se aproximó, rifle en mano, y se inclinó sobre la bestia—. ¡Me llevan todos los diablos, por el mismísimo Belcebú!
La criatura, que se había reducido a una enorme masa de pelos desgreñados, se limitó a girar su enorme cabeza, buscando al dueño de la casa.
Los ojos de fuego se clavaron en los del bípedo armado.
—¡Perdóname, amigo! —Thompson cayó de rodillas—. Sue Ann… Yo…
Los ojos ígneos llamearon como las ascuas del infierno; los cuartos traseros se activaron con la prestancia de martillos neumáticos; la mandíbula enorme, orlada de filosos dientes, se abalanzó y cayó con la furia del instinto sobre la presa humana.
—¡Doug! —El desgarro consumió las palabras en la boca de Thompson.
Cuando el dolor se estancó, la bestia separó las fauces de la carne con el rechinido maquinal de una trampa para osos.
Old Major sintió que un abismo de inconsciencia se abría bajo sus pies, aunque el deseo de sobrevivir lo despabiló de cara al monstruo a punto de rematar a su víctima.
—¡Lo siento, amigo! —Una ráfaga de muerte escapó por el cañón que empuñaba Thompson; la criatura se despegó furiosamente del piso y se estrelló contra la mesa, cayendo con un estertor desarticulado, que derivó en una lapidaria nada.
Thompson se puso de pie, como pudo, apoyando su peso tajeado y ensangrentado sobre la culata del rifle.
Se acercó al monstruo que yacía a medias sobre la mesa derribada. Se detuvo. Miró el arma en sus manos y revisó el cargador: una bala de plata lo saludó desde el interior de la recámara.
“¡Sí que tenías un plan, viejo!”.
Entonces recordó las palabras de su amigo, lejanas como un eco antiguo, pero prístinas y preocupantes:
“¡Oh, sí, Greg! ¡Esos nenes de mamá morirían por mí, no lo dudes!”.
Un segundo después las sirenas y luces de un par de patrullas invadían con sus sones rojos y azules las inmediaciones de la propiedad de Thompson.
—¡Oh, por todos los diablos, Doug! —Old Major se abalanzó sobre el hueco de la ventana más próxima—. ¡Demonios, claro que tenías un plan!
Pero, después de todo, ¿cuál era el problema?
Thompson le dio la espalda a la porción de noche de la ventana y contempló la escena de la batalla.
Todo lo que tenía que hacer era señalarles a los oficiales el…
Entonces, demasiado tarde, comprendió.
—¡Oh, por todos…! —No alcanzó a terminar la frase: los oficiales ingresaban, prestos y eficientes, en el momento exacto en que Thompson se inclinaba sobre el cuerpo demasiado humano del sheriff Douglas Howard Paltrow.

***

—¡Y bien, Greg! —dijo una Voz—. ¿Qué aventura, ah?
Thompson se detuvo a la salida de su casa, abruptamente, y miró en torno suyo.
Los oficiales que lo conducían esposado al interior de la patrulla lo impelieron a que bajara los escalones del desvencijado porche.
—¡Muévase, amigo! ¡Tendrá mucho que explicar cuando lleguemos a la comisaría!
—¡Oh, no te dejes intimidar por los oficiales, Greg! —rió la Voz—: Sólo hacen su trabajo.
Thompson balbució algo:
—¡Es una voz! —dijo—. ¿La oyen?
—¡Claro que sí, amigo! —apuntó uno de los oficiales—: ¡Una voz! ¡Sólo le recuerdo que todo lo que diga podrá ser usado en su contra!
—¡Bla, bla, bla! —se mofó la Voz—. O como diría el bardo: ¡Palabras, palabras, palabras!
Thompson se zafó de los brazos que lo atenazaban y cayó de rodillas.
—¡Oh, Dios! —chilló—. ¡Debo estar perdiendo la cabeza!
—¿Qué es lo que haces, Greg? —La Voz sonaba colérica e indignada a la vez—. ¿Crees que quiero cobardes en mis filas, como ese anciano malagradecido? ¡Arriba, soldado!
—¿Qué demonios cree que hace, amigo? —Los oficiales se arrojaron sobre el cuerpo estremecido del reo—. Si intenta algo estúpido, ¡lo pagará muy caro!
Introdujeron a Old Major al interior de la patrulla.
Cerraron la puerta ruidosamente.
Dejaron atrás la propiedad de Thompson y guiaron por la carretera principal.
—Déjate llevar, Greg… —sugirió la Voz—. ¡Ya tendrás tiempo para acabar con ellos convenientemente!
Thompson levantó la cabeza y miró desfallecido a uno y otro lado.
—¡Oh, vamos, Greg! ¡Sabes tan bien como yo que todo este asunto no durará mucho! —Ahora la Voz sonaba sugerente—. ¿Acaso no sientes que tu sangre humana es devorada por un torrente de furia primitivo y ciego? —La Voz hizo un alto, y luego agregó—: Mira por la ventanilla, Greg, y dime qué es lo que ves.
Thompson miró a su derecha.
Apenas podía atravesar el oscuro manto nocturno.
—¡Oh, no te dejaré solo, Greg! —continuó la Voz—. ¡Vamos! Mira al cielo, y dime qué es lo que ves.
Thompson obedeció...
…y, proyectando unos caninos enormes y voluptuosos, sonrió.
La luna llena, esplendente y cadavérica, le devolvió la sonrisa desde el negro cielo de Utah.

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Ligeia
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¿El tubo del teléfono? ¿No será mejor el auricular? Y en otro momento, creo que estúpida y escupía están demasiado cerca y crean una leve cacofonía. Aparte, buen relato y ambientación. Al principio, el giro brusco en los acontecimientos me descolocó un poco, pero creo que al final lo he entendido todo XD Tres estrellas y media:

 

***'

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Narhitorek
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Hola Patapalo e Invierno. Gracias por lo de los márgenes justificados. De todas formas, no te había dicho dónde se utilizaban las cursivas (en las intervenciones de la "Voz" al final y en algún que otro detalle efectista). No importa. Que quede así. Si resultara uno de los cuentos elegidos, ahí sí te mandaría el texto tal como debe salir. Por el momento está bien así. Muchas gracias.

Juan Manuel Valitutti

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Gracias Ligeia. Justamente, por la ambientación, que es uno de los puntos que destacás, no podría ser nunca el auricular.
Con respecto a lo cacofónico en el detalle de esas dos palabras, a veces tiendo a ese efecto.
Gracias de nuevo.

Juan Manuel Valitutti

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Narhitorek dijo:
Hola Patapalo e Invierno. Gracias por lo de los márgenes justificados. De todas formas, no te había dicho dónde se utilizaban las cursivas (en las intervenciones de la "Voz" al final y en algún que otro detalle efectista). No importa. Que quede así. Si resultara uno de los cuentos elegidos, ahí sí te mandaría el texto tal como debe salir. Por el momento está bien así. Muchas gracias.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Ligeia
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Narhitorek dijo:
Justamente, por la ambientación, que es uno de los puntos que destacás, no podría ser nunca el auricular.

 

¿Pero es un fijo, no? O.o Pues un teléfono fijo tiene dos partes, el cuerpo con el marcador, primero de disco, desde los 80 con teclas, y un auricular, que es la pieza que se coloca contra la oreja... incluso en los modelos más antiguos XD quiero decir, el Cherokee es un todoterreno, presupongo, por lo que la ambientación yo la supongo actual, pero propia de esa zona del suroeste estadounidense rural, tiene un tono ''oldcountry'' que de haber dejado un caballo en la puerta, me habría retrotraído mucho más atrás, pero la presencia del vehículo y el teléfono ya me llevaron a los últimos años del siglo XX, como mínimo.

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Bio Jesus
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Puntos: 1514

Muy divertido este relato, con un aire que me recuerda a telefilm de los 70 tipo "The dukes of hazard" o "Las Desventuras del Sheriff Lobo" pero en tono de thriller.

Ojo spoiler

Hasta la detención me parece un excelente cuento de amores, cuernos y venganzas. Desde la Voz en adelante me parece un poco forzado, como si fuera un modo de "añadir licantropia" a la historia. Y no era necesario. A ver, no queda man, pero el cambio de tono rompe un poco el efecto global. Pero esto es una valoración personal, no algo objetivo.
Lo dicho francamente divertido.
Nota: 4

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Narhitorek
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Gracias. Me alegra que te haya hecho pasar un buen momento.

Juan Manuel Valitutti

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Narhitorek
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Puntos: 20

Ok.

Juan Manuel Valitutti

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Hedrigall
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Poblador desde: 14/01/2011
Puntos: 1132

Una versión licantrópica y retorcida del asesinato de la esposa y posterior suicidio. La forma de mantener la intriga al inicio (¿quién ha matado a Sue Ann?) me ha parecido forzada; Paltrow no tiene porqué ocultarle a Thompson que él la ha matado, de hecho no tiene sentido cuando minutos después se transformará delante de él y todo quedará revelado. Se nota como lector que al autor le viene de perlas para crear algo de intriga; a mí me ha sacado de la historia.

Las constantes exclamaciones en los diálogos me han hecho ver a los personajes gritando constantemente, algunas veces con camaradería, otras con sorpresa, otras con enfado. Le da al relato un incabable aire histriónico, tenso, sin lugar para un respiro o pausa que hubiera venido bien.

La aparición de la Voz me ha gustado mucho. Es un quiebro narrativo desconcertante pero cuya ejecución me ha encajado bien como desenlace. Lástima que la Voz también esté gritando todo el tiempo, incluso dentro de la cabeza de Thompson.

 

2 estrellas

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Mzime
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Poblador desde: 01/02/2016
Puntos: 352

Entretenido relato, casi todo diálogo, que mantiene alguna buena imagen en la pelea central. La trama, sin embargo, me ha provocado alguna duda.

Atención: SPOIL

 

Si Doug tiene como plan vengarse de su amigo, suicidándose -la razón no se da en el relato-, y previendo que sus colaboradores le detendrán ante su cadáver humano... ¿por qué le muerde y le traspasa la licantropía? Eso le da, seguramente, la posibilidad de escapar. Llegué a pensar que Doug consideraba su naturaleza como una maldición y que es eso con lo que quiere cargar a Greg, pero, al final, el autor, con la Voz, nos indica que eso es, más bien, una bendición.

Por otra parte, el final con los colmillos y la luna en el cielo es muy estilo Creepy, lo cual tampoco es malo, casi un canon.

Fin del SPOIL

 

En cualquier caso, tiene en mi consideración, una valoración de tres estrellas

 

 

"Si quieres llegar rápido camina solo, pero si quieres llegar lejos camina acompañado", (proverbio masái)..

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torpeyvago
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Poblador desde: 29/02/2016
Puntos: 1890

Inevitable.

No he visto DDT mencionables, pero sí quizá un exceso de signos de exclamación y en algún momento párrafos demasiado precipitados que te obligan a parar de leer para frenar un poco, e incluso a releer.

Lo mejor, sin duda, el ambiente, tremendamente convincente. Me he metido de lleno en este weird western magnífico. Trama muy sencilla pero funcional, que se deja leer y entretiene: el relato me ha llevado de la mano hasta el inevitable final. El personaje del «cheri», increíble —sólo me ha rechinado un poco el saludo aparentemente jovial del principio—. Título correctísimo.

Un relato que he leido muy, muy a gusto. Vaya para el autor un cuatro (4).

___________________________________________________________

En un lugar de La Mancha de cuyo nombre me acuerdo perfectamente...

https://historiasmalditas.wordpress.com/

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Narhitorek
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Poblador desde: 07/02/2017
Puntos: 20

Gracias a todos.

Juan Manuel Valitutti

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Dr. Ziyo
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Poblador desde: 30/01/2016
Puntos: 2776

Hasta que no he visto lo del teléfono pensaba que estaba leyendo un western. Incluso cuando se ha bajado del Cherokee pensaba que era una raza de caballos, como los Mustang o algo así, jeje, pero es que todo llevaba un inconfundible sabor al lejano Oeste y me he dejado llevar. Un relato que me ha entretenido mucho y que me ha hecho pasar un buen rato, a pesar de algunas cosas que ahora comento.

Por ejemplo, a mí esta frase me suena rarísima. ¿No sería más normal poner "de un demonio"?

¡Yo salvaba a Sue Ann, que era la dama en apuros, con un demonio!

Y no entiendo la reacción del amigo cuando el sheriff le dice que su mujer está muerta. ¿Por qué piensa en llamar a la policía si ya la tiene ahí? A no ser que sea fruto del nerviosismo.

La aparición de la voz al principio me desconcierta, porque pensaba que era de uno de los policías, aunque se aclara pronto que no es así.

Como se ha comentado, veo demasiadas exclamaciones en el texto, en frases en las que no se ven necesarias, por lo menos en mi opinión, como en esta que cito:
 

—¡Y bien, Greg! —dijo una Voz—.

Pero también tiene frases y situaciones que me parecen de gran nivel (la muerte del Sheriff, por poner un ejemplo) y ya digo que el relato me ha hecho disfrutar mucho.

Cuatro estrellas.

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Olethros
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Poblador desde: 20/06/2015
Puntos: 352

En cuanto a la forma, un texto muy limpio.

En cuanto al estilo, padece de "artificialidad aguda". Casi todos los parlamentos, muy forzados de por sí, se "exclaman" todo el tiempo, los personajes no hacen más que repetir el nombre del otro sin parar y la adjetivación no parece "casar" con el perfil que se nos ofrece de los personajes. 

En cuanto al fondo, trama sin sorpresas de calado en el seno de la convocatoria.

Mi calificación es 3,25 estrellas.

Gracias por compartirlo y suerte en el concurso.

Ceterum censeo Carthaginem esse delendam... ;oP

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IMayayo
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Poblador desde: 18/12/2016
Puntos: 59

Muy buenas. Me estreno valorando así que espero hacerlo bien. No quiero repetir demasiado lo que ya se ha comentado, así que ofrezco mi opinión personal.

Me ha gustado el aire de western, aunque me "molesta" un poco no poder ubicar la década (hay momentos en lo que todo parece muy antiguo y otros en los que parece más moderno). Al principio el uso de exclamaciones en los diálogos me ha gustado (me recordaba al típico acento) pero conforme avanzaba el relato reconozco que me ha sacado del texto y me ha terminado cansando. La trama, incluyendo la Voz del último acto, me ha gustado bastante.

Mi nota: 3 estrellas. 

Mucha suerte en el concurso.

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L. G. Morgan
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Poblador desde: 02/08/2010
Puntos: 2674

Pues me parece muy buena idea de base. El escenario elegido y el «plan» del sheriff, que según yo lo entiendo consiste, una vez asesinada su mujer, en que Thompson le mate a él y acabe con la fiera (el espíritu de la fiera que lo domina parece que ya no lo quiere, por débil), y a la vez que sea tiroteado o apresado por sus hombres.

El problema lo encuentro en que se han cargado demasiado las tintas en la forma de contarlo. Las descripciones y algunos diálogos, sobre todo los primeros, me parecen tan exagerados que resultan forzados, tan, tan de tipos duros del oeste americano que quedan tópicos. Y aunque la pelea tiene agilidad, queda todo algo confuso.

2 estrellas.

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Bote
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Poblador desde: 12/11/2012
Puntos: 1477

¡Oh, vaya, que jodido relato de todos los demonios! ¡Me ha puesto duro el pellejo de la maldita entrepierna! ¡Ya me entendéis!

No, a mí no me sale bien. Ahora en serio... Creo haber captado la intención del autor al usar tamaña cantidad de tacos y signos de admiración. Y bueno, con otros no, pero conmigo ha funcionado. Ha sido como ver una peli de Tarantino en uno de sus momentos álgidos con un poco de Stephen King aderezando el momento. O al revés.  Que el narrador haya participado también gritando en mitad de semejante situación oligofrénica me ha parecido... Vamos, que visualizar el relato así, con personajes y narrador alteradísimos me ha arrancado un par de risotadas. La venganza de Doug es muy jodida. Incomprensible y jodida. Si hubiera quedado claro de algún modo el infierno que para Doug suponía ser hombre lobo, que con el contagio le pasaba esa puta mierda a Greg  y que eso era peor que la muerte, la cosa hubiera ido mucho mejor.

4 estrellas

Mírame a los ojos...

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Narhitorek
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Poblador desde: 07/02/2017
Puntos: 20

Me has hecho reír, Bote. Gracias. Y agradezco a los otros comentaristas también, claro que sí, ¡me llevan todos los diablos!

Juan Manuel Valitutti

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Narhitorek
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Poblador desde: 07/02/2017
Puntos: 20

Gracias Dr. Ziyo.

Juan Manuel Valitutti

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Bestia insana
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Poblador desde: 02/05/2013
Puntos: 1928

Para variar, en este caso sí que le he visto la gracia al relato, de qué otra forma iban a hablar dos americanos de Utah (si no es por medio de ladridos :) que a voz en cuello. Como una serie de bofetadas me ha alcanzado su desenfadado a través de la pantalla.

**** 4 estrellas

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Narhitorek
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Poblador desde: 07/02/2017
Puntos: 20

Me alegro. Gracias :)

Juan Manuel Valitutti

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

El exceso de signos de exclamación hace un tanto incómoda la lectura, y esos diálogos 110 % made in USA creo que están pasados de rosca, tanto que creía al principio que eran así con intención paródica, pero juraría que no es el caso, dado la naturaleza de la historia contada. También me ha parecido curiosa esa transformación determinada por la hora exacta y las campanadas del reloj, no sé si como parte de la maldición o que por el contrario ha sido simplemente una decisión deliberada de Doug.

Hasta la aparición de esa Voz pensaba que el relato no era de hombres lobo, ni lo necesitaba; que la licantropía había sido un accesorio colgado sobre un relato de celos y venganza (bien llevado, por otro lado), pero esa Voz, ese contagio de la maldición y lo que conlleva le da un sentido diferente a todo. Y lo mejora. Una pena que haya otros elementos que pesan mucho y empujan en contra.

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Narhitorek
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Poblador desde: 07/02/2017
Puntos: 20

Ok. Puedo corregir esas falencias. Gracias. (Con "falencias" me refiero al tema del exceso en el uso de los signos, no al tono general de los diálogos: no pretendía retratar al "americano del norte", sino a la imagen o constructo que por mucho tiempo se ofreció de él).

Juan Manuel Valitutti

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Germinal
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Poblador desde: 08/03/2016
Puntos: 1307

Que pena que un relato tan evocador del ambiente western no acabe de ubicarse completamente en el tiempo. Es complicado a veces mantener la dosis justa para no caer en la exageración, y quizás el problema es que se ha pasado de frenada, ¡por todo los demonios! y ha acabado despeñándose por el acantilado de la parodia.

No obstante, es algo diferente y felicito al autor por ello.

3,5 estrellas

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Easton
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Poblador desde: 06/11/2011
Puntos: 416

El relato tiene una historia muy interesante y a la que veo con potencial para que quede algo potente. Traición en una vieja amistad y un plan para terminar con todo y a la vez cargar al otro con la culpa, pero dejarle una carta maestra con la maldición licántropa. Me gustan los giros.

Pero tiene un problema grande (siempre desde mi punto de vista) y es el uso excesivo de exclamaciones que hacen que resulte un diálogo exagerado, artificioso. La repetición de "¡por todos los diablos!" es demasiado alta. Es una expresión que de tanto usarla pierde la fuerza e incluso llega a parecer graciosa. Y la escena  del personaje dando saltitos alrededor del otro diciendo "¡Por dios, mírate! ¡Mírate!" me ha resultado cómica y me ha hecho salir de la escena de tensión que describe devil 

2,25 estrellas

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 209184

Demonios, no he podido evitar imaginarme el relato adaptado a un historieta de Creepy. Creo que quedaría algo genial. Muy bien metido dentro de su estilo, de su género, con una estructura muy bien pensada, sencilla pero eficaz. Al principio el tema de la voz (bueno, la Voz) me ha descolocado, pero creo que es un buen remache para la historia, que la reafirma en el tono general.

La única pega importante que le veo es que los diálogos, muy conseguidos, se anestesian a base de signos de exclamación. No hacen falta tantos y es una pena porque, por lo demás, están muy bien montados. En conjunto, un relato muy entretenido y con sabor propio.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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