AL FINAL DEL PASILLO

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IGNACIO ACEVES
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AL FINAL DEL PASILLO

Por Ignacio Aceves

Se detuvo luego de subir las escaleras, miró hacia atrás y se dio cuenta de que el hombre se había detenido en la parte media de ésta y tan sólo lo miraba, con un gesto que indicaba que no iba a acompañarlo, respiró de forma profunda y enfocó sus ojos de nuevo hacia el frente, hacia el final de ese pasillo y la puerta que se encontraba ahí destacando entre las sombras y apenas iluminada por una luz mortecina colocada a un lado del marco de la entrada al cuarto; el sacerdote sabía que alguien ahí lo esperaba.

Avanzó aunque sus pasos reflejaban su miedo y su falta de fe y su mirada estaba fija en la puerta al final del pasillo, como si de alguna tratara de que sucediera algo que evitara que llegara hasta, pero igual sabía que nada pasaría y que tendría que ir a cumplir con aquello para lo que había sido llamado, para liberar el cuerpo de aquella mujer de nombre Isabel, del demonio que había decidido poseerla y que al parecer, era peor de lo que él mismo esperaba.

-Yo no creo en el demonio- había gritado a través del teléfono el padre Armando cuando la primera llamada llegó y la voz del José Luis, esposo de Isabel, le explicaba lo que sucedía- no podemos creer en eso en estos tiempos, entiéndelo hombre y mejor lleva a tu mujer con alguien que en realidad sea capaz de curarla, porque te aseguro que mis oraciones, mis rezos y el viejo ritual, tan sólo servirán para que se muera.

Terminó la llamada de golpe, y pensó que si aún se usaran los viejos teléfonos, hubiera azotado el auricular contra la base, por el coraje que le provocaba la gente supersticiosa y la manera en la que seguían creyendo en brujos y demás; luego de respirar profundo, reflexionó y se dio cuenta de que a pesar de lo tonto de la afirmación de ese hombre, necesitaba de algún tipo de apoyo y una reacción como la suya fue por demás desafortunada, pero sus pensamientos se cortaron de golpe con el sonido del teléfono que timbraba.

-Creerás- afirmó una voz con un tono femenino y ronca, con matiz burlón y de la misma manera, se cortó de inmediato la comunicación, tan sólo quedaron los tonos de la línea vacía en su auricular; el sacerdote miró por un instante la pantalla de su teléfono y luego de darse cuenta de que no había registro del número de esa llamada, decidió tan sólo lanzarlo hacia el sofá que se encontraba a un lado de él.

La luz de su recámara se apagó de forma instantánea y el sonido del refrigerador antiguo que zumbaba desde la cocina desapareció, dejando todo aquello sumido en la oscuridad del silencio e iluminado brevemente por la luz que se colaba por la ventana que daba hacia la calle, pero que era por demás escasa; el sacerdote suspiró tratando de no ponerse nervioso, los apagones no son cosas, a fin de cuentas, de las que nunca sucedan.

-Pero los apagones indican la presencia del demonio- pronunció en voz baja el sacerdote, recordando la voz de un viejo maestro del seminario que  creía en todo aquello y del que, se decía, había realizado algunos exorcismos en su juventud, y que habían acabado con su salud- cada que la luz se desvanece de forma repentina es porque el demonio está cerca, lo más probable, es que se encuentre detrás de ti, burlándose.

Armando caminó despacio por el cuarto, dirigiéndose hacia la ventana, si bien sabía que no le daría la suficiente luz, al menos podría asomarse por la ventana y tranquilizarse viendo hacia la calle, contemplando las estrellas, incluso, notando la luz de los vehículos que pasaran por ahí y que le darían algún tipo de alivio momentáneo; pero se detuvo luego de andar apenas algunos metros y cuando le faltaba poco por llegar hacia donde la cortina de se agitaba con el viento.

Notó la figura de alguien junto a la ventana, iluminado de forma breve por los destellos de la luna que se colaban en el cuarto, era un hombre delgado que apenas resaltaba entre las sombras, pero conforme avanzó Armando hacia allá pareció fundirse con el color negro de la oscuridad y tan sólo dejar un aroma rancio a podredumbre, que dejó asqueado a Armando por un instante, además de asustado.

Colocó sus manos en el marco de la ventana tratando de respirar el aire frío de la noche y con ello, tranquilizarse un poco, pero fue entonces que se dio cuenta de que la acera de enfrente de su casa, bajo un farol que destellaba con su luz irregular, se encontraba Isabel, la esposa de José Luis, vestida con su camisón blanco que mostraba algunas manchas amarillas y con su piel por demás pálida, mirando hacia la ventana donde se encontraba el sacerdote.

Él la miró y, por unos segundos, sintió como la si la mirada de ella pesara sobre sus ojos, luego noto que su rostro tomaba un gesto de burla con una sonrisa amplia, al tiempo que la mujer comenzó a caminar, pero no regresó hacia la casa donde ella vivía con su esposo, que se encontraba a tres cuadras de distancia, sino que sus pasos la llevaron de forma directa hacia la puerta de la casa del sacerdote.

Segundos después, los golpes azotaron la entrada y Armando la miró a ella, justo debajo de donde se encontraba, golpeando la puerta con la palma de su mano, exigiendo la entrada a ese lugar él supo que tenía que abrir, pero mientras caminaba hacia allá, tomó el teléfono y marcó hacia la casa de José Luis, para notificarle que su esposa había escapado, pero el número sonó ocupado en el primer y segundo intento.

Armando salió de su cuarto para dirigirse hacia la escalera que lo llevaba hacia la planta baja, notó primero que los golpes en la puerta habían cesado y que en ese instante, terminaba de subir las escaleras Isabel, quien a unos cuantos metros lo miró y de nuevo sonrió, mientras que el sacerdote se detuvo de golpe y sintió que su espalda y su pecho se congelaban, al tiempo que su corazón latía con más fuerza.

Ella comenzó a caminar hacia él y Armando retrocedió, entró de nuevo a su recámara y cerró la puerta tan rápido como le fue posible, y recargó su peso contra el picaporte, tratando de evitar que ella abriera la puerta; incluso alcanzó a escuchar la respiración de la mujer del otro lado, y además, una risita ahogada que parecía provenir de otra persona, pero él estaba casi seguro de que ella estaba sola cuando la había visto.

De nuevo el sonido de la respiración, pero ahora lo escuchó detrás de él, muy cerca de su propio lóbulo de la oreja; volteó de inmediato, aterrado y la luz del cuarto comenzó a encenderse y apagarse, como si se estuviera siguiendo los latidos de un corazón alterado; el frío se hizo presente en aquel sitio casi de inmediato y el aliento del sacerdote se tornó en una suave nube de color blanco.

Sentada en el sillón que estaba a un lado de la ventana, se encontraba Isabel, mirándolo con un gesto ausente, como si tratara de estudiarlo, pero luego de unos segundos, se fue volviendo una máscara vulpina incluso pudo ver el sacerdote lo negro de los labios de aquella mujer y los dientes negruzcos que se escondían detrás de ellos; los brazos de ella estaban abiertos y caídos a los lados de donde se encontraba ella.

-Un sacerdote sin fe es más que un pecado-  sonó la voz ronca de aquella mujer, al tiempo que se iba levantando y que la luz oscilaba de forma más lenta, dejando más tiempo la oscuridad en aquel cuarto- y lo peor no es que hayas perdido la fe en tu Dios, sino la fe en mí, porque yo te he seguido mucho tiempo esperando el momento en que levantes tu cruz para verla caer, en que repitas las frases vacías, en que te pierdas en tu miedo y decidas entregar tu alma a donde pertenece.

-Eres una visión, tan sólo eso, quizá me estoy volviendo loco y por eso te he mirado de la forma en que lo estoy haciendo- expresó Armando, con la dificultad de hablar pues su mandíbula temblaba, su garganta estaba seca, sus manos, en cambio, estaban bañadas de sudor frío y el cabello de su nuca estaba erizado- pero no puedes ser el demonio, el demonio no existe, existen las enfermedades de la mente y el alma…

-Todo es una excusa por el miedo a enfrentarme- interrumpió la voz que brotaba de la boca de Isabel, mientras todo se había tornado en oscuridad, las luces ya no habían vuelto a encender- si de verdad crees eso ven y comprueba, hombre de Dios, ven y enfréntame y trata de expulsarme del cuerpo que ahora me pertenece, si de verdad te atreves a hacerlo, o huye, tal como lo has hecho siempre, escóndete detrás de las frases de tus libros y no camines hasta el final del pasillo.

La luz se encendió de repente y el rostro de Isabel, con marcas en la piel, con los ojos ojerosos e inyectados de sangre, apareció a unos cuantos centímetros del rostro de Armando, él pudo percibir el aliento putrefacto de aquella mujer, o de lo que fuera, y luego miró de nuevo, aquellos labios que se retorcían cual pequeñas víboras, dibujando un gesto de burla, y una vez más, la luz se apagó, por unos segundos, para volver a encenderse y mostrarle que estaba solo en su cuarto.

Revisó todos los rincones, se asomó de nuevo por la ventana, pero no había rastro alguno de la visita que había recibido; se sentó al borde de su cama, pensando en todo aquello y con la duda a flor de piel; se preguntaba la razón por la que el demonio querría que creyera en él, cuando de existir, lo mejor que pudiera sucederle sería pasar inadvertido, que nadie sospechara que él era real, para que no pudieran defenderse.

Acostado ya, pero sin haber apagado la luz y con los párpados que caían sobre sus ojos, aun cuando su corazón palpitaba con furia en su pecho, se preguntó si sería capaz de dejar a una hermana en desgracia, a una de sus ovejas perdidas, quizá no en las manos del demonio, pero sí, en las de la muerte, porque si su esposo estaba renuente a llevarla con algún doctor, aquello terminaría en una trágico deceso.

No se percató, ya entrada la madrugada que la luz de su cuarto se apagó sola y que una figura lo observó desde el borde de su cama, tan sólo, de forma casi inconsciente, tiró de las cobijas para protegerse del frío que comenzaba a sentir y en sus sueños, miró sombras que lo acechaban y una voz que imploraba su ayuda, aunque él mismo rogaba por la presencia de alguien, alguien en quien no alcanzaba a creer aún.

-El exorcismo no la va a librar si tú no tienes la suficiente fe- le advirtió un sacerdote viejo, amigo suyo a quien llamó para pedirle el consejo; por ser un tipo de cas noventa años, podría darse el lujo de ser supersticioso y culpar al demonio de toda clase de enfermedades- lo único que hará es unirte a él, es fundirte con la sombra del maligno y que dejes de servir, no sólo a Dios, sino a la humanidad, eso es lo que él busca.

Pero estaba decidido a enfrentarlo, en parte por ayudar a la mujer y por otra parte, para enfrentarse él mismo a los miedos que pudiera tratar de ocultar con el velo de la ciencia; había llamado a José Luis y le había dicho que iba a ir a mirar a su mujer, como sacerdote, para buscar los signos de una verdadera posesión, de acuerdo a lo que indicaba el ritual romano y así, solicitar el permiso correspondiente para celebrar el ritual.

Y así había llegado a su casa, había llegado hasta el pasillo y ahora tenía que caminar hasta el final, para llegar a la puerta; sus pies se deslizaron de forma lenta por el piso y cuando se encontraba ya cerca, miró la lámpara de entrada que comenzaba a destellar, que amenazaba con apagarse al tiempo que él se iba acercando y cuando su mano tocó el picaporte, se apagó por completo, cubriendo con sombra aquella entrada.

Los goznes chillaron cuando se abrió y enseguida, entró Armando, esperando recibir gritos y amenazas, se encontró, tan sólo, con la penumbra y con un breve destello de luz de luna que entraba por la ventana y que iluminaba el rostro pálido que caía sobre una almohada, de Isabel, había rastros amarillentos brotando de su boca y con algo de horror miró que las manos de ellas estaban sujetas a la cama con jirones de la colcha.

Se acercó y la miró de cerca, aunque sentía miedo, no podía quedarse en esa posición; despacio tocó su piel y se dio cuenta de que estaba fría, levantó con cuidado los parpados y miró sus ojos, no llevaba algún tipo de lámpara para cerciorarse, pero estaba casi seguro de que tampoco habría algún tipo de reflejo, con la angustia dibujada en el rostro, se dio cuenta de que Isabel estaba muerta y lo más probable era que ya tuviera algunas horas así.

Armando se preguntó la razón por la que el demonio, en el caso de que en realidad fuera el demonio la causa de todo aquello, buscaba que él fuera hacia ese lugar, si a fin de cuentas, logró permanecer en el cuerpo de esa mujer hasta que había muerto, quizá tan sólo pretendía demostrar que en realidad existía y que era más fuerte de lo que se podía pensar; pero a fin de cuentas, la muerte es parte de la naturaleza humana, nada tiene de demoniaco.

Los ojos de Isabel se abrieron de golpe y con un fuerte sonido, las manos se soltaron de sus amarres y una de ellas tomó por la base del cuello al sacerdote, la otra se dirigió hacia la cruz que llevaba él colgando a la altura del pecho y con un movimiento rápido la arrancó y la lanzó lejos, el rostro de la mujer quedó a unos cuantos centímetros de el de Armando y luego  con fuerza gruñó por varios segundos y luego, lanzó hacia atrás al presbítero.

La mujer alzó las manos hacia el techo como si buscara rasguñar el cielo raso de aquel cuarto, mientras que el grito se hacía más largo y potente, rompiendo por completo el silencio de toda la casa, los muebles alrededor se agitaron y el cristal de la ventana se hizo polvo como si alguna piedra desde el exterior lo hubiera golpeado, mientras que Armando se revolvía en el piso, tosía y trataba incorporarse, para luego, volver a caer de forma pesada; Isabel volvió a gritar con furia y energía y al final, con un suspiro, cayó en la cama.

El sonido de las pisadas de José Luis recorriendo el pasillo se dejó escuchar casi de inmediato, con prontitud entró en el cuarto y miró de soslayo el cuerpo del sacerdote tirado aún en el piso, pero tratando de incorporarse, y se dirigió de inmediato hacia su mujer, a la que miró primero con desconfianza, tal como había hecho Armando minutos atrás y luego se acercó a ella para tomarle una, luego el brazo y llegar hasta su cara, la que acarició con una mezcla de cariño y de miedo.

Se dio cuenta de que estaba muerta luego de unos segundos, luego de que miró sus ojos abiertos y perdidos, que se agachó sobre su pecho y no escuchó el sonido del corazón y que trató de reanimarla, con respiración de boca a boca y con golpes en el pecho, pero todo fue infructuoso, después de su esfuerzo, la abrazó contra su pecho con mucha fuerza y dejó que un sollozo se escapara, para entonces, echarse a llorar.

Pero segundos después dejó de hacerlo, volvió a sentir el frío que desde meses atrás había estado sintiendo, volvió a percibir ese aroma nauseabundo y a sentir una presencia ajena en ese cuarto; escuchó un ruido atrás de él, el ruido de alguien que se arrastraba en el piso y que poco a poco se iba poniendo en pie, giró su cuello despacio, sin soltar el cuerpo sin vida de su esposa, como si de alguna manera aún tratara de protegerla de lo que ahí estuviera.

Miró al sacerdote, que estaba ya de pie, dándole la espalda, con un movimiento de sus hombros como si se estuviera riendo en silencio; la cabeza, que tenía agachada, la fue levantando al momento que giraba el cuerpo para quedar en frente de José Luis y en ese momento, Armando lo miró con unos ojos que él ya conocía, con un gesto en la cara que resumía la maldad y con un movimiento, que presagiaba lo que iba a ocurrir en ese cuarto, en ese cuarto al final del pasillo.

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Olethros
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Poblador desde: 20/06/2015
Puntos: 352

En cuanto a lo formal, y si al autor le parecen cosas de interés, tal vez merecería prestar atención a las repeticiones cercanas ("ahí", "ventana", "luz", "mujer"), las cacofonías ("como si de alguna tratara de que sucediera algo que evitara que llegara"), problemas recurrentes y notables con los signos de puntuación, sintaxis en la que con frecuencia parece que faltan cosas o que están demasiado desordenadas, el uso del guión en lugar de la raya de diálogo, dobles negaciones que equivalen a una afirmación ("los apagones no son cosas que nunca sucedan"), problemas de coordinación en el número entre sujetos y verbos ("los golpes en la puerta había cesado") y muchos asuntos más que harían necesaria, de nuevo si al autor le parece pertinente, una revisión del texto.

En cuanto al estilo, en relación a lo formal todavía, el texto peca de redundancia (porque explica muchas veces cosas parecidas) y de falta de necesidad (explica muchas cosas que no enriquecen la trama, no ofrecen datos importantes sobre los personajes o la historia ni sirven para que avance la acción, sólo están en el texto para ocupar espacio, y eso es algo que en la narrativa corta se debería evitar).

En cuanto al fondo, sí hay posesión, pero la historia sencilla y poco novedosa queda lastrada por la forma.

Mi calificación es 2 estrellas.

Ceterum censeo Carthaginem esse delendam... ;oP

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IGNACIO ACEVES
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Poblador desde: 19/12/2015
Puntos: 12

Muchas gracias por tu opinión... valiosa a fin de cuenta... sólo te hago el comentario, "los apagones no son cosa que nunca suceda" si entiendes, se refiere a que los apagones suceden, ésa es la esencia del asunto, ... suceden.... no es algo que nunca pase... por eso está encaminado de esa forma...

es verdad algunos dedazos que voy a corregir y creo que los temas de posesión deben ser un poco de formato más clásico, menos modernista, para explorar la esencia, el miedo a lo desconocido...

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salino
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Poblador desde: 22/05/2012
Puntos: 347

Ignacio, gracias por mostrarnos este relato clásico de posesiones.

La narración es muy visual, casi se ve el encuadre de la cámara en cada frase. Por lo demás, estoy de acuerdo con el comentario de Olenthros (esto se convierte en una costumbre). El texto en general necesita de mucha revisión para solucionar esas redundancias. Se nota un nubarrón que rodea cada frase ocultándonos la información. Yo, si me permites el consejo, dividiría cada acción en una frase independiente, haría uso del punto y seguido para narrar cada parte por separado. Revisemos una de las frases acción por acción y por orden cronológico:

“Se dio cuenta de que estaba muerta luego de unos segundos, luego de que miró sus ojos abiertos y perdidos, que se agachó sobre su pecho y no escuchó el sonido del corazón y que trató de reanimarla, con respiración de boca a boca y con golpes en el pecho, pero todo fue infructuoso, después de su esfuerzo, la abrazó contra su pecho con mucha fuerza y dejó que un sollozo se escapara, para entonces, echarse a llorar.”

Aquí nos cuentas, si no lo malinterpreto, que: el personaje miró los ojos de la mujer, que escuchó sobre su pecho, que se dio cuenta de que estaba muerta, que intentó reanimarla haciéndole el boca a boca sin conseguirlo, que abrazó el cadáver y que se puso a llorar.

Son unas seis acciones, algunas desordenadas, dentro de una sola frase; todo muy visual y esquemático. Sin embargo, dedicas la misma importancia a todas las acciones por no pararte en las más dramáticas o en los cambios de sentido que la recorren. Esa tensión que precede a la certeza de su muerte, ese frenesí para devolverla a la vida y ese final lleno de sentimientos derrotados son servidos en el mismo plato para acabar despachados por el lector sin que le dé tiempo a pensar. Dudo de que sea esa tu intención.

También quiero añadir mi opinión sobre la trama. Me parece que la narración no logra profundizar en ese envite que sufre el protagonista, le falta fuerza, sentimientos reales expresados como un reflejo para que yo, como cualquier lector, sienta la contradicción. Por otro lado está el desenlace nada original (solo faltó que el protagonista saltara por la ventana para que fuera un remake del Exorcista, te soy franco en este aspecto y con todo el respeto). Como he dicho en algún comentario creo que la temática puede tratarse desde lo clásico, pero mantener frescura. Me encanta una buena historia de exorcismos y de personajes con creencias en equilibrio, pero añadamos algo más de sustancia, o una perspectiva fuera de lo común.

La historia cumple con la temática, un sí rotundo.

Mi puntuación, más llevado por la forma que por el contenido, es de 1,5 estrellas.

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LCS
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Poblador desde: 11/08/2009
Puntos: 6785

Como todo el mundo, cuando vi el tema de la convocatoria pensé en la película de El Exorcista. Tu relato también me lo ha recordado. Veo demasiados elementos comunes con esa historia: la chica, el sacerdote, el exorcismo, la casa. Siempre que leo, lo hago con el deseo de encontrar algo distinto. Me temo que tu historia ya se ha contado demasiadas veces y  eso le resta interés.

Creo, también, que la prosa necesita un pequeño repaso. Las frases son demasiado largas y aunque, tampoco soy un experto puntuando, creo que le sobran comas y le faltan unos cuantos puntos.

Lo siento, compañero, pero no puedo darte más de dos estrellas.

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Los fallos ortotipográficos ya comentados entorpecen ligeramente la lectura (por ejemplo: no "cada que la luz se desvanece" sino "cada vez que la luz se desvanece"), las acciones del protagonista las veo un poco faltas de emoción y, en efecto, las reminiscencias a El exorcista saltan a cada tanto. Dos estrellas:

**

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L. G. Morgan
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Poblador desde: 02/08/2010
Puntos: 2674

Relato admitido a concurso.

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Mzime
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Poblador desde: 01/02/2016
Puntos: 352

Llego yo un poco tarde a comentar, así que como casi todo ya ha sido dicho antes, me limitaré a señalar, en cada caso, mis sensaciones generales.
El argumento y la resolución del relato me han parecido muy arquetípicos, sin novedades ni sorpresas de especial consideración, si bien, por momentos y esto es lo mejor, recuerda bien la atmósfera creada en su día por W. P. Blatty. Los problemas formales, especialmente en los inicios, tampoco ayudan a elevar la estimación global. También es cierto que, por otra parte, entretiene.
Por mi parte, yo le atribuiría dos estrellas (**).

"Si quieres llegar rápido camina solo, pero si quieres llegar lejos camina acompañado", (proverbio masái)..

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Molu
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Poblador desde: 16/11/2015
Puntos: 243

No tengo mucho que agregar a los comentarios anteriores.
Se nota que al relato le falta alguna revisión. Sin dudas, este es un relato que en un tiempo volverá a escribirse y que podrá mejorar. En cuanto a la temática le falta originalidad. Entiendo que los parámetros de posesión del certamen limitan bastante la creatividad, pero te has ido al extremo. Admito que me he visto tentado a escribir algo tan similar a El Exorcista, que no quepa duda que se trata de una posesión. Pero no lo he hecho porque no se me ocurre un gran giro final. Hubiera esperado algo por el estilo. Un giro. Una vuelta. Es un criterio personal el de apreciar la creatividad.  A escribir se aprende. Y cada escuela con su librito... Ahora, con la creatividad me parece que ocurre otra cosa. Te aconsejo que revises tu relato, pero también que te esfuerces por crear.
Por esto le doy 1,5 estrella.

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Poblador desde: 01/02/2016
Puntos: 352

Molu dijo:

No tengo mucho que agregar a los comentarios anteriores.
Se nota que al relato le falta alguna revisión. Sin dudas, este es un relato que en un tiempo volverá a escribirse y que podrá mejorar. En cuanto a la temática le falta originalidad. Entiendo que los parámetros de posesión del certamen limitan bastante la creatividad, pero te has ido al extremo. Admito que me he visto tentado a escribir algo tan similar a El Exorcista, que no quepa duda que se trata de una posesión. Pero no lo he hecho porque no se me ocurre un gran giro final. Hubiera esperado algo por el estilo. Un giro. Una vuelta. Es un criterio personal el de apreciar la creatividad.  A escribir se aprende. Y cada escuela con su librito... Ahora, con la creatividad me parece que ocurre otra cosa. Te aconsejo que revises tu relato, pero también que te esfuerces por crear.
Por esto le doy 1,5 estrella.

Cierto, también el mío tiene esas características, pero para mí lo arquetípico no es malo en absoluto -y menos dentro de un subgénero-, ni creo que suponga falta de creatividad, quizá de originalidad sí, pero esta está demasiado sobrevalorado: casi todo ha sido escrito alguna vez ya.  Otra cosa es que al lector no le suene tanto...  Así que mi comentario, en cuanto a ello se refería, no era peyorativo en absoluto.

"Si quieres llegar rápido camina solo, pero si quieres llegar lejos camina acompañado", (proverbio masái)..

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 209184

Siento decirlo, pero el relato no me ha convencido en casi ningún aspecto. A nivel ortográfico, cumple, pero la construcción de las frases hace aguas por muchos frentes. Creo que es muy importante apoyarse sobre la base sujeto-verbo-predicado, aun en frases complejas, y a partir de ahí ir construyendo la prosa. Los puntos y las comas no marcan meras pausas en la lectura: son elementos estructurales que dan lógica a la narración y contribuyen al significado de lo que se cuenta. Además, es lo que guía al lector. Ha habido párrafos en los que me he perdido por completo.

En cuanto al personaje protagonista, creo que le falta profundidad. Es un sacerdote ¿que no cree en el diablo? ¿En las supersticiones? ¿Con una crisis de fe? El tema de los exorcismos en la iglesia católica es muy interesante y complejo y, efectivamente, no todos los sacerdotes los interpretan igual, pero aquí no me ha quedado claro cuál es la posición del protagonista. ¿A qué llama supersticiones? Se repite varias veces la frase pero no se ahonda en la misma, con lo que el lector se siente fuera de la historia.

Finalmente, la trama no avanza. Si querías un relato basado en la psique del personaje, había que perfilarlo más. Si lo querías apoyar en la acción aterradora que supone la interacción con la poseída, creo que le hubiera venido bien otro enfoque en la narración. Se exponen muchas cosas, pero, a mi entender, transmite poco.

Mi consejo, por si te interesa, es volver a la base: la estructura de las propias frases. Cada una tiene que aportar algo y no ser ambigua ni errática. A partir de ahí, la historia será más eficaz.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Hedrigall
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Poblador desde: 14/01/2011
Puntos: 1132

Lamento decir que la puntuación del relato pone trabas importantes a la lectura, tanto a su ritmo como a la comprensión de los hechos que se van narrando. En concreto, numerosas comas que deberían ser puntos para así cerrar oraciones.También hay palabras faltantes, alguna de más, que indican que el relato se ha escrito a toda prisa y sin revisar. 

Tratándose de la clásica lucha entre el sacerdote sin fe versus el diablo, encuentro a faltar un clímax adecuado; el desenlace, en este sentido, sucede con demasiada rapidez para centrarse en la revelación final (el sacerdote poseído) que llega sin convencimiento.

 

1,5 estrellas

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Lis
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Poblador desde: 07/12/2015
Puntos: 209

Este es un concurso y, desgraciadamente, ni todos los relatos pueden ganar ni todos pueden formar parte de la antología porque compiten entre sí.

Si tuviera que elegir trece relatos entre los presentados al certamen para publicar una antología sobre posesiones, éste no entraría en mi lista de preseleccionados tras la lectura de todos ellos.

Encaja en el tema de la convocatoria pero, por comparación con el resto, le costaría mucho más que a otros contribuir al éxito de la antología mediante una historia llamativa, calidad literaria o tirón comercial.

★★☆☆☆

Sin embargo, siento que el autor o autora es capaz de ofrecer descripciones vívidas. Ojalá me permita leer otras de sus obras en próximas ediciones del concurso.

¿En qué puedo ayudarte?

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L. G. Morgan
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Poblador desde: 02/08/2010
Puntos: 2674

Una posesión canónica y un enfrentamiento también clásico, el demonio contra el sacerdote cuya fe peligra. Tiene momentos buenos, que podrían ser de gran tensión, como cuando Isabel está ora llamando a la puerta, ora en mitad de la escalera, o en la estancia con el sacerdote, o con su cara junto a la suya… Y algún atisbo del demonio, que recuerda al enemigo del padre Karras. Pero falla mucho la puntuación, especialmente en los diálogos, lo que hace confuso el texto en ocasiones y corta el ritmo. También alguna palabra que falta y varias erratas. En general, ganaría con un repaso, y haciendo mayor hincapié en la lucha de los dos antagonistas (en sus motivos), que es el pilar del relato.

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Easton
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Poblador desde: 06/11/2011
Puntos: 416

El principal problema que le veo al relato es que muestra una historia demasiado arquetípica, sin lograr despertar un gran interés. El encuentro entre la poseída y el sacerdote es el esperado, su diálogo también. El ritmo, además, es muy (demasiado) pausado, pero sin llegar a conseguir ser un relato intimista.

Creo que en un enfoque sacerdote-poseído, es más necesario o bien ganarse al lector por la sorpresa, la novedad, o por un personaje que atraiga mucho. En este caso, se cae en lo típico y queda la sensación de que falta algo nuevo.

En el aspecto formal hace falta un repaso a las frases y cuidar alguna repetición.

1,5 estrellas

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Dr. Ziyo
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Poblador desde: 30/01/2016
Puntos: 2776

Ya lo han comentado anteriormente y yo lo repito: se le nota a este relato que le falta una revisión para quitarle varios fallos en cuanto a la construcción y puntuación de las frases.

 

Hay una posesión clásica, a lo cual yo no le veo ninguna pega, por mucho que nos acordemos de El Exorcista; eso es inevitable y no significa que no valga la pena leer relatos con posesiones demoníacas. Muchas veces no es la originalidad, sino la manera de contar la historia, lo que nos atrapa.

 

Sin embargo, en este caso, esa utilización sistemática de comas durante todo el texto me hace sentir la narración como algo alocado, que necesita reposar, y no me deja disfrutar de lo que leo. No sé, hay algo que no termina de convencerme.

 

Le doy dos estrellas.

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