Historias de coches

Ayer llevamos el coche a otro mecánico después de que los cabritos de Midas me dieran gato por liebre: primero, me dijeron que no se podía hacer el cambio de aceite sin cambiar el filtro -es decir, que la promo de 25 euros a la mierda-, pero es que además me hicieron una revisión que no les había pedido y que, como le reconocieron a mi mujer al día siguiente, no tenían por qué haberla hecho -es decir, 30 euros más-.

Bueno, pues en la revisión de marras ponen que tenemos que cambiar los frenos, que pierden líquido, que las ruedas están también para cambiarlas, además de media docena de cosas menores. OK. Como tenemos que ir hasta España mañana, y nos habían dado un servicio tan chanchullero, lo llevamos a otro mecánico por si acaso, no vaya a ser que sea verdad lo de los frenos -sospechábamos que no, porque habían revisado el coche en París hacía dos o tres semanas, y nada de nada- y tengamos algún lío.

Bien, el mecánico segundo, que además ni siquiera nos ha cobrado, nos ha dicho que los frenos y las ruedas están perfectamente. Así que vamos a hablar con la asociación de consumidores de Metz a ver si les meten un puro a los de Midas o, al menos, se llevan un toque de atención. Por la convivencia y estas cosas.

Luego casi me atropellan en al salir del supermercado con el puto carro lleno de productos navideños -deja cuatro huérfanos y medio kilo de foi-gras después de ser estafado por Midas; sus bots no le olvidan- y me sale al rescate, al grito de "Atention, camarade!!" un anciano republicano.

Más tarde, de camino al kendo, toda la puta calzada mojada, la bici que no frena una mierda, y me sale un coche que estaba aparcado a degüello, sin mirar. Lo esquivo con pericia y enfilo el sembrado de obras que sirve de acceso al estadio donde hacemos kendo, por el cual me hago increpar por otro coche porque me he metido por donde no debía.

Bien, viva la automoción.

Y mañana las primeras diez horas de trayecto hacia el sur. Parece que vuelve a nevar.