El oficinista del corredor de bolsa
Reseña del relato de Arthur Conan Doyle protagonizado por Sherlock Holmes
El oficinista del corredor de bolsa es, en cierta manera, el hermano serio de La Liga de los Pelirrojos y, a mi parecer, no sale favorecido en la comparación. Los engranajes que funcionan bajo el mismo son básicamente los mismos: tenemos una propuesta de trabajo sospechosa (un recurso que ya habíamos visto en otras historias) y, al responder a ella, comienzan las sospechas. El pase de manos del prestidigitador es más que evidente: ¿por qué alguien pagaría por algo así? ¿Qué encierran esas instalaciones tan anormales?
A diferencia del relato mencionado, en este nos encontramos con un trasfondo más siniestro y con un final más efectista. En efecto, se plantean más cuestiones, sobre todo por la reacción frente al periódico del contratante y el asunto de las identidades, pero antes de que se resuelvan o se vea implicado el lector caemos ya en la resolución del caso.
A esta sensación de premura no ayuda que el papel de Sherlock Holmes y el doctor Watson sean prácticamente de observadores porque no da tiempo a desentrañar nada antes de que se precipiten los acontecimientos. Así, aunque el ingenio del detective queda fuera de toda duda, el que las explicaciones lleguen a posteriori, cuando ya no tienen más interés que aclarar lo sucedido, roban algo de tensión argumental.
En cualquier caso, El oficinista del corredor de bolsa sigue siendo un relato entretenido, quizás desprovisto del encanto atmosférico de otros y de la capacidad de epatar de La Liga de los Pelirrojos, pero válido para continuar con la consolidación del personaje.
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