Duncan, el frailecillo valiente
Reseña del cuento ilustrado de Edgar-Max publicado por Saco de huesos
Los cuentos tradicionales eran duros. A diferencia de lo que parecemos creer a día de hoy, los niños son capaces de entender el valor simbólico de la ficción y esta es una herramienta de primer nivel para hablar de cosas claves en nuestra existencia, como la vida y la muerte. Dentro del aprendizaje inevitable de la infancia, la narrativa tiene un papel clave, y creo firmemente por ello que no se debe falsear a causa de nuestros propios miedos.
Por eso, celebro que obras como Duncan, el frailecillo valiente se atrevan a beber de las raíces mitológicas y narrativas ancestrales. No se trata de traumatizar a los niños, evidentemente, sino de no escamotearles tampoco la realidad: que hay dificultades a la vuelta de la esquina, que incluso cuando se gana se pueden perder cosas importantes, que hay que luchar contra las injusticias, que somos frágiles y vulnerables, que hay cosas importantes por las que merece la pena batirse.
Edgar-Max ha concebido una obra llena de poesía y fuerza que es capaz de encandilar a los niños pero también a los mayores. La historia de una colonia de frailecillos que se enfrenta a su extinción a causa de la llegada de unos navegantes sin escrúpulos está llena de épica y permite abordar numerosos temas, desde la ecología a la responsabilidad personal, mientras seguimos el esquema clásico del camino del héroe, que guarda muchos paralelismos con lo que es el crecimiento de la persona en sí misma.
La estructura tiene, sin duda, muchos tintes clásicos que reencontramos en numerosas leyendas, siendo quizás el más evidente la composición de la familia del protagonista, Duncan, donde cada hermano encarna una característica diferente. El escenario elegido, los sugerentes fiordos del norte, no solo son un cuadro magnífico que da pie a la utilización de los frailecillos como personajes, sino también una excusa perfecta para que Edgar-Max se regale con referencias a las culturas celta y escandinava, tan presentes en otras obras del autor, como los cómics de Bill el Largo.
El resultado es una obra de una gran belleza estética algo melancólica, con una narrativa llena de fuerza que consigue emocionar. Duncan, el frailecillo valiente es uno de esos cuentos que dejan huella. Sencillo en apariencia, tiene varias lecturas que invitan a releerlo y dejan poso, algo primordial también en las lecturas infantiles, que deberían poder estimular y acompañar en el crecimiento más allá de distraer un rato.
Son estos elementos los que hacen que, para mí, sea una lectura muy recomendable, tanto para compartir un momento entre adultos y niños como para que estos descubran por sí solos la emoción de dar con una buena historia.
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